Julio 17, 2018.
10:03pm.
Durante mucho tiempo estuve inconsciente de lo que mirarle se sentía; me prohibía mirarlo por más de cinco segundos. Me privé de ese placer. Pero ya no más, la vida es corta y una debe aprovechar cada instante.
Me sentía aturdida. En medio del océano con un tiburón a la izquierda y lo más profundo de sus aguas a la derecha. Salté a los tiburones, asustada de la oscuridad de las profundidades, y me comieron. Confusión —no era eso. Sabía lo que estaba haciendo. Aunque por un segundo confundiera sal con azúcar.
La cosa es que hay personas que son magia y otras que simplemente hacen trucos.
Cuando me toca, me quema. Sus dedos me corrompen y se me derrite la cordura. Está en fuego. El rey de mi infierno. Vino a reclamar su lugar a mis sueños, y no sé si fue el susto o la emoción, pero le abrí las puertas de su reino. Es su lugar. Nadie puede quitárselo. Aunque vengan otros demonios u otros ángeles. Siempre será el dueño de la isla que construyó en mi corazón. Hizo una hoguera en mi alma y danzó en ella por momentos que se repiten una y otra vez en mi memoria.
El volcán café de sus ojos me hace cenizas.
Me enseñó que el amor no tiene nada que ver con control. No hay que enjaular a quién se quiere.
Se siente como si flotara cada que me besa. Son pequeños escapes de electricidad, escasos, que viven en mi piel por momentos infinitos.
Quiero más números, necesito más números de los que tendré con él. Y acostumbrarse a la idea de que acabará, me agrieta. Me desmorono y destilo piezas incompletas de piano.
Me encanta mirarlo, aunque a veces duela. Jamás se lo he dicho, pero aprovecho cada segundo que le tengo cerca para mirarle sin permisos ni ataduras. ¿Cómo se cansa una de ver las estrellas de sus ojos y las constelaciones que forman sus lunares?
Tenerlo cerca se siente como si me inyectaran uno de esos tranquilizantes que usan en los animales, todo parece ir más lento y apagarse sin que yo pueda controlarlo. Todo se siente en su lugar. Se sabe el lenguaje secreto de los besos en la frente. Es hermoso, desde las ondas castañas de su cabello hasta las bolsas opacas debajo de sus ojos, y todo lo que lo hace ser él.
Probablemente ría si lee esto.
— yo.