Diciembre 09, 2018.
5:31pm.
Escuchar su voz a través de la línea me hacía estremecer, no parecía acostumbrarme al caos que causaban sus palabras en mi pequeño mundo.
"¿Qué haces aquí?" siempre me hacía la misma pregunta y yo jamás sería capaz de decirle la verdad. No tenía idea de cómo decírselo, nada acerca de él parecía real.
Me arriesgué a decir: "— Pídeme que me vaya, y lo haré." Al menos ya saben porque estoy escribiendo esto, ¿no?
Decía que conocernos era una casualidad, yo siempre me negué a aceptar que fuese así. Quería creer que una fuerza mayor nos había reunido aquella lluviosa tarde de marzo, y que yo lo necesitaba en mi vida tanto como él me necesitaba en la suya.
La primera vez que lo vi supe que iba a arruinarme la vida, y quise con tantas ganas arroparlo en mi infierno. Quería bañarme en sus palabras, eran tan cálidas, tan cercanas, había algo en todo lo que decía que me hacía querer escucharlo para siempre.
No se trataba de algo romántico, nunca nos besamos, sus ojos nunca recorrieron mi piel desnuda y sus manos, solo una vez quedaron entrelazadas con las mías. Ese día estuve aquí, unos pocos segundos con su piel rozando la mía y por fin era parte de este lugar. Estaba justo aquí, pies en la tierra, con pequeñas gotas de lluvia cayendo del cielo, y mis ojos perdidos en el enigma de los suyos.
Lo necesitaba en esta vida. Lo amé, porque no podía no hacerlo. Sabía que no estaría por mucho tiempo, aunque desearía que se hubiese quedado un rato más. Todos somos unos cobardes, así que lo perdono por no ser capaz de quedarse, por no poder ser algo más que la "nada" que tanto me hizo sentir.
— yo.