Febrero 14, 2019.
10:58am.
Es curioso como un año puede cambiarlo todo. Recuerdo este día, me arrastraste hasta tu casa y yo te seguí flotando, tarareando melodías. Era la primera vez que iba a ese lugar. Me sentía extraña, intimidada, pero muy feliz de estar ahí contigo.
Este día sin duda nos cambió. Nuestra historia comenzó en aquel horrible sofá que tanto extraño. Tuvimos un millón de charlas, peleas y los más cálidos besos allí. Creo que conozco cada pelusa que se oculta debajo de sus cojines.
Nos veo. Lucíamos ridículamente felices; nos hacíamos tanto bien. Tu cabello siempre era un desastre y el mío, también. E igual no dudabas en decirme cuánto lo amabas. Sentada aquí, en mi sala de estar, pienso en todas las cosas que amabas de mí. Y aún no puedo encontrar una que en verdad te disgustara.
Recuerdo nuestra primera discusión. Dios mío... fue tan inocente. Estábamos rodeados de gente y yo quería despedirme de ti, pero estabas entretenido charlando con una de tus amigas. Yo decidí irme sin más, y me perdí entre el montón de almas que me rodeaban.
Dos minutos después, estás ahí. Detrás de mí. Posaste tus manos en mi rostro y me besaste. Era la primera vez que me besabas delante de más de cien personas. Me encantó que lo hicieras. Le dejabas claro al mundo que nos pertenecíamos. Todos se nos quedaron viendo, pícaros. Muchas de esas personas nos dieron miradas aprobatorias. ¡Qué viva el amor!, ¿no?
Si me preguntas en qué estoy pensando ahora, te diría que en ese beso. No fue largo, no fue intenso. Fue dulce, fugaz, nuestro.
Esas pequeñas cosas nos mantienen de pie. Nos dolemos con cojones. Todos esos recuerdos nos atropellan cada vez que decimos "hola". Quizá por eso nos resulta tan difícil irnos.
Esto es lo que hay; una triste historia de amor. Podríamos escribir un libro, ¿no? Bueno, yo lo escribo mientras tú me ves. Me encanta que te me quedes viendo sin razón alguna, como si yo fuera la cosa más hermosa de la tierra. Y quizá en tu mundo lo soy, ¿quién sabe?
No estamos listos. Aún estamos flotando en este mar de demonios. Ya sé nadar, no crean que pueden hacer que me hunda. De todos modos, tú siempre estarás para sacarme a flote.
—yo.