Una Vez Rey

CAPÍTULO 1 ༄ Los Pevensie

—Profesor, quiero contarle un sueño que tuve.

—Cuenta.

—Estaba en una isla bordeada de arena muy blanca. En el centro había una pequeña colina empinada de pastos verdes con tréboles por todas partes y me llegaba una suave brisa marina que formaba figuras hermosas al flotar.

“Más allá había otras dos islas apenas separadas por canales; en una de esas islas había una ciudad, en la entrada de esa ciudad, de pie observándome y llamándome por mi nombre estaba un enorme león de dorada melena... La sensación que tengo ahora con respecto a ese lugar es muy extraña, casi como si pudiese estar allí y saber hacia dónde dirigirme, incluso si me perdiera. Se sintió muy real, como si realmente hubiese estado allí.

Tras pensar por unos momentos en lo que Eleanor le había contado, el profesor manifestó:

—¿Y quién puede decir que no estuviste?

—Profesor, fue solo un sueño.

—Sería probable, a no ser...

—¿A no ser qué, profesor?

—Nada, querida. Volvamos a tu lección de hoy. Y a propósito de eso. Tendrás compañero de clase los próximos meses.

—¿Compañero? ¿De quién se trata?

—Han pasado 6 años pero quizá lo recuerdes, aunque vagamente tal vez. Peter Pevensie, pasará el verano con nosotros.

—¿Peter Pevensie? ¿El mayor de aquellos hermanos que se refugiaron aquí al inicio de la guerra?

—El mismo. Vendrá a prepararse para sus exámenes de la universidad.

—¡Ah! Muy interesante. Sobre todo porque vendrá sin su hermana la pedante y su hermano, de quién seguiría teniendo un mal concepto de no ser por algo que ocurrió tiempo después de que se marcharon. A la única que recuerdo con cariño de esa experiencia aquí, además de Peter mismo, es Lucy. ¿Cómo se encontrará ella?

—Podrás preguntárselo tú misma a Peter en unas horas. Llegará por la tarde.

—¡Ah, qué bien! Me emociona la idea de verle después de tanto tiempo.

En horas de la tarde un radiante Peter entró por la puerta principal, contento de volver a reencontrarse con el profesor y feliz de pisar la tierra donde vivió la magia por primera vez.

Tras acomodar sus cosas en la pequeña habitación de invitados (extrañaba la que consideraba de algún modo su habitación de siempre en la casa anterior del profesor, dónde encontraron el ropero), fue en busca del profesor al jardín en donde, según Macready, se encontraba tomando el té con una amiga.

Grande fue su sorpresa al encontrar no solo el rostro familiar del profesor, sino también el de la alumna favorita, a quien recordaba muy distinta.

—Feliz tarde, profesor.

—Oh Peter, sin duda ahora son más felices. ¡Qué bueno verte de nuevo! ¡Cuánto has crecido! Eres todo un hombre ahora, un universitario en toda regla —Peter asentía ligeramente avergonzado, mientras Eleanor sonreía por los comentarios del profesor—. Recuerdas a mi alumna estrella, ¿no es cierto? Sí, no tengo que mentir al respecto, lo saben muy bien —en esta ocasión la avergonzada fue Eleanor—. Adelante hombre, siéntate. Pediré té para ti. ¿Con leche templada, sin azúcar? —A Peter solo le dio tiempo de asentir y abrir ligeramente los labios para responder algo pero el profesor continuó—. Correcto, todavía lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Pero cuéntame, cuéntame. ¿Tus padres cómo se encuentran? ¿Tu padre aún da clases en la universidad? ¿Tus hermanos cómo están? ¿Cómo se encuentra la pequeña Lucy? ¿Susan se lleva bien con la vida universitaria? ¿Edmund sigue igual de revoltoso?

—Profesor, si pudiera usted respirar y dejar que le responda al menos una sola cosa.

Los tres prorrumpieron en risas. Ciertamente el profesor estaba muy emocionado por recibir nuevamente a Peter, quién, como bien sabía, era un valeroso rey en Narnia.

Lo que siguió a esta escena fue lo que generalmente ocurre durante cualquier reencuentro, darse a la tarea de ponerse al día con toda la información pertinente a la vida de los involucrados. Al final, Peter no solo vendría a estudiar, sino que también daría algunas clases con el profesor para ahorrar algo de dinero.

Eleanor recordaba a Peter muy diferente también. Ahora lucía más maduro y mucho más alto, tenía un aire distinguido y hablaba con propiedad; pero algo no había cambiado demasiado, seguía siendo el joven amable y amigable de siempre.

—Bueno, jóvenes, debo dejarlos. Este anciano ya no puede quedarse afuera tan tarde.

—Está bien, profesor. Descanse —respondió Peter.

—Buenas noches, profesor —el profesor se marchó deseando buenas noches a ambos.

—Entonces sigues viendo clases con el profesor, qué agradable sorpresa.

—Supongo, aunque para mí es lo más natural del mundo.

—Sí pero, ya que daré clases con él, ahora tú serás mi alumna.

—De hecho, pensé en tomarme unas vacaciones este verano.

—¡Ah, qué cruel eres! No he comenzado a dar clases y ya perdí a mi primera alumna —dijo Peter fingiéndose herido con una mano en el pecho.

—Bueno, bueno, veré clases contigo si es lo que quieres... Pero lo haré con una condición.

—A ver, dime.

—Si me cuentas aquello que les pasó a ti y a tus hermanos la primera vez que vinieron. Estuvieron muy extraños todos esos meses, y luego el profesor no paraba de decir cosas muy curiosas sobre que la magia se puede encontrar en cualquier lugar. Siempre creí que estaban un poco locos.

—No sé si quiero contártelo. Aún no sabes nada y piensas que estoy loco, no me imagino después de que lo sepas.

—Era solo una expresión, la verdad, llamamos locura a aquellas cosas que no podemos entender pero eso no quiere decir que lo sean.

—Sí, es verdad. Pero no te apresures, tenemos todo el verano para eso. Y, ¿qué hay de ti? No había vuelto a verte en años, luces muy bien debo decir.

—Gracias, tú igual, aunque confieso que es extraño ver esta faceta tuya, no sabía que Peter Pevensie ya hubiese aprendido a coquetear.

—Mejor olvídalo. Todavía no se me da tan bien como quisiera.

—Que admitas eso te hace más tierno, seguramente eres muy popular entre las chicas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.