─¿Dónde estás? ─preguntó aterrado a través del teléfono. Mis ojos llorando. Mis brazos retenidos por él.
─Con él ─confesé con mi voz cortante. Debía hacer esto por el bebé. Si no lo hacía él nos lastimaría, porque él no lo quería aquí, solo me quería a mí como su trofeo.
─¿Por qué? Me dijiste que él te lastimó, te dejó ciega, Eloise. Fue un accidente, pero lo hizo y te dejó sola para que lidiaras con ello ─declaró mientras mas lágrimas corrían por mi cara.
─Dile que no te importa, dile que me amas, siempre me has amado, no a él ─demandó con su boca pegada a mi oído, y me alejé de él.
Negué con mi cabeza mientras lamía mis labios.
Tomó mi quijada y me clavó sus dedos. ─Hazlo ─siseó otra vez, suavemente. No. Era sucio y malicioso, no suave.
Tomé otra respiración y me dispuse a hablar. Él me soltó la barbilla.
─Déjame en paz, Daniel ─clamé bajo con mi voz ahogada al teléfono. Lo hago por ti, Daniel, lo hago por ti y nuestro precioso bebé. Daniel no lo sabía pero lo iba a guardar y cuidar para él.
─No quieres hacer esto, algo pasa. Dime donde éstas ─pidió alterado. Yo bajé mi cabeza. Me dolía el pecho, era como si me estuvieran retorciendo el corazón.
─Ya no te... No te quiero, Daniel ─mentí en un hilo de voz. Él me besó en la mejilla y yo me retorcí en su agarre.
─No. ─Su voz sonó ahogada a través del teléfono.
─Sí, Daniel. ─Cerré mis ojos y lloré más porque no era verdad. Daniel lo era todo, era lo que más quería en esta vida.
─Deja de llamarme así... ¡No hables así, tú me llamas Dani! ─gritó y yo cubrí mi boca, callando mis sollozos.
─Dime que te hizo. Yo iré por ti. Te cuidaré. Te amaré, Elie. ¡Te malditamente amare cada día de mi vida, Eloise! Yo puedo hacerlo. Por ti yo puedo hacerlo. ─Me derrumbé, me dejé ir. Él me sostuvo.
Yo sollozaba y él reía. Yo gritaba y él reía.
Cortó la llamada. No supe mas de Daniel Cox.