Una Vida Contigo

Capítulo 6 Espérame a Medianoche

Sonreí ante su altanería. Pasé uba pierna por encima de la moto y me recosté contra la Ducati cruzando mis brazos. Vi como caminaba hacia a mí y esperé justo ahí a que llegara a mi lado con una sonrisa jugando en sus labios rosados.

Había una cosa en Eloise que hacía que sacara mi corazón encerrado en una fría cáscara para dárselo abiertamente a ella para que hiciera con él lo que le diera la regalada gana.

Sí, había algo en ella.

Suponía que las circunstancias de la vida le habían dejado esa timidez e inocencia. No obstante, tenía otra cualidad guardada, podía sentirlo. Podía sentir como estaba haciendo mella en ella por la manera en que respondía a su madre, como sus hombros siempre estaban rectos y anchos. Como su expresión siempre portaba una sonrisa roba corazones.

Podía ser altanera, insolente y sarcástica cuando quisiera. Podía valerse por sí misma, y por dentro ella misma lo sabía.

Muchas razones me trajeron aquí hoy,  y no fueron solamente esas nalgas firmes.

Asegurado.

—Disculpa de nuevo a mi madre, puede ser muy terca. —Se disculpó como si no pasara nada allá atrás donde su madre seguía parada, enfuruñada y con un ceño fruncido.

Parecía a punto de explotar.

—Conozco algunos así. —Recordé a mi padre.

—Bien, ya estás acostumbrado —señaló con una sonrisa.

—Contra todo —le confié. Metió de nuevo ese maldito mechón tras su oreja y se balanceó un poco de un lado a otro. Me quedé en silencio apreciándola.

—¿Por qué viniste hasta aquí? —preguntó apretando la correa que sostenía al perro.

—Quería tenerte detrás de mí en la Ducati —confesé mirándola de cerca. Observando su reacción. El aire soltado de forma brusca, el ausente parpadeo en su mirar y su boca quedando un milímetro abierta.

Ella no supo qué hacer con eso, y como el infierno que no me arrepentía de habérselo dicho.

Pero para mí sorpresa, al final me sonrió.

—¿Dónde quedó tu filtro? —preguntó en medio de una carcajada.

—Hace años que lo perdí.

—Creo que hoy no es una buena idea. —Seguía sonriendo, y me haría rogar.

Excelente, sabía jugar este juego también, y eso sólo hacía que me encantara más.

•••
 


—Oh por Dios, Daniel, ¿qué haces aquí a media noche? —reclamó en un susurro desde su ventana en tono enojado. Que me apareciera a media noche llamando a su ventana no le causó gracia alguna y podía asegurar que a su madre tampoco.

Ese mismo día  decidí que era ahora  o nunca, y crucé la ciudad de nuevo en la oscura madrugada a los suburbios para aorillarme al frente de su casa y caminar hasta el alféizar de su ventana. La había espiado.

—Te dije que te quería en la Ducati, Eloise —aclaré sin siquiera bajar el tono. Esta mañana la había dejado ir. Pero solo esa vez. No quería alejarme de ella.

Era una locura ir tras de ella, conocerla y profundizar lo que provocaba en mí porque sabía que en algún momento la lastimaría, o se alejaría. Pero entonces quizás sí era un egoísta igual que mi padre.

Pregúntame si me importa en ese preciso momento en el que veía sus ojos brillar con la luna y su cabellera ondular con el viento.

Era imposible, debía conocer más de ella. Mi cuerpo y mi mente lo clamaban a gritos.

—Estás loco. Completamente loco —aseveró riéndose—. Lo que sea que tengas que decirme puede ser a plena luz del día.

Reí y negué con mi cabeza, enterrando mis manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros.

—No se trata de algo que tengo que decir, se trata de algo que tengo que hacer. ¿Recuerdas mí plan, Eloise? 

Descubrir realmente quién era Eloise Bennett, tanto ella, como yo.

Sin embargo, tratar de no involucrarse emocional ni físicamente en el proceso.

Sin saber  nada de esto, ella se lo pensó por un momento hasta que contestó:—Está bien, bajaré. — Con un suspiro de resignación. Sonreí ampliamente y esperé recostado en la moto en la fría noche.

Cuando salió de su casa respiré profundo. Su liso cabello ligeramente alborotado, su cara adormilada y el hecho de que llevara la camiseta que le había puesto el día de la playa y unos shorts, me hicieron sacudir mi cabeza para despejarme unos pensamientos que no quería que me persiguieran en ese momento.

Ella no merecía una aventura de una noche. Merecía muchas, y yo no era el indicado para ocupar ese lugar.

—Apuesto que estás recostado en esa moto tuya, con tu sonrisa de millón de dólares, regodeándote de que me hiciste bajar —estimó mientras se acercaba a mí con pasos cuidadosos. Yo sólo sonreí más y dejé que llegara a mí, porque ella podía sola. Le daría eso.

Eso era lo que ella quería.

Tomé su mano cuando ella extendió la suya para saber dónde estaba. Ésta vez la dejó en mí mano, y me dejó sostenerla.

—¿Dónde me llevarás? —preguntó.

—¿Quieres saberlo? —pregunté de vuelta mientras la ayudaba a subir en la Ducati.

—No. Sorpréndeme. —Me sonrió y yo lo hice de vuelta mientras le colocaba el casco.

Llámalo impulso, pero acaricié su suave mejilla con mi pulgar y dejé un beso en ella. Y ella me lo permitió.




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