Una vida sin (dinero) ti

PREFIERE QUE LO LLAMEN "A"

Capítulo cuatro.

Siempre me pareció súper incómodo ése momento luego de alistarme para el inicio de otro día, y al salir por la puerta de mi cuarto toparme de inmediato con la rígida imagen de un tipo de pie contra la pared del pasillo, en traje y corbata y un auricular en el oído, mirándome sin ninguna expresión. 

Éste era Dmitri, mi guardaespaldas. Y a mi parecer, tenía pinta de asesino profesional a sueldo, más que de un simple escolta.

Pero qué, Mae, pensé, que todos los tipos que ahora rodean a Noa te parecen matones. ¡Y es que así era! Éste Dmitri, por ejemplo, mide 1.95, tiene cejas muy gruesas que casi se unen al centro, en la izquierda una cicatriz, y bajo ellas unos ojos claros que predominan en esa mirada fría; además, de la solapa de la camisa blanca sobresale hacia la oreja un tatuaje en el costado del cuello, y me hace pensar que toda esa ropa elegante, esconde otro montón de tatuajes y cicatrices. 

Pues bien, siempre que aparece frente a mí tras abrir cualquier puerta, me da un calambre en el estómago creer que, antes de matar a cualquiera que se me acerque, me matará a mí si me acerco a él. No cruzamos palabras, sólo doy un suspiro para ahuyentar ese miedo ridículo que le tengo y sigo el pasillo hacia la sala. Y por supuesto, él camina tras de mí. 

En la cocina, encontré a Gina lidiando con un espectacular desayuno (que obvio nadie tendrá tiempo de comer) junto a la chica nueva ─se llama Claudia, por cierto─ que lavaba los platos. Dmitri se quedó de pie bajo el umbral de la cocina y yo entré dando un buenos días y acariciando el mesón con la yema del dedo índice. 

─¿Está sucio aún, señora? ─volteó a preguntarme Claudia, con una expresión insegura.

Me llamaba "señora" aún cuando le repetí mil veces que no lo hiciera. Me hace recordar a mi madre y no es algo tan sencillo de procesar sin que las lágrimas me lleguen a las pestañas. Así que nadie de la servidumbre puede llamarme señora. Nunca.

─No, linda, descuida, todo está perfecto. ─Sonreí amablemente, ella respiró con alivio, y su sonrisa volvió a desaparecer cuando luego le pedí:─ Pero no me llames señora.

Agitó muy fuerte la cabeza en muchas disculpas, se secó las manos con el delantal sobre su cuerpo y pidió otras disculpas para salir de la cocina e ir a su siguiente tarea, mi cuarto. No me malinterpreten, la chica era agradable mientras no me llamara señora y no tocara demasiado mis cosas.

─Compréndala, señorita Mae ─dijo Gina en una sonrisita, cuando Claudia dejó la cocina─. Aún no sabe que ustedes no son iguales al resto de trabajos que ha tenido. Está asustada.

─Pues me alegra que no seamos iguales ─musité.

Gina inclinó la cabeza un poquito al tomar una bandeja de platillos ya listos, indicando que debía salir. Rodeó el mesón y con eso también a mí, pasó junto a Dmitri y pronto me quedé sola y en completo silencio, porque incluso estar con Dmitri era completamente nulo.

Elevé los ojos y vi en el reloj de pared encima de la ventana; si no me iba ahora llegaría tarde a mi primera clase. Así que giré sobre mis pies, Dmitri me cedió el espacio y finalmente recorrí el loby hacia la puerta principal. Pero antes de que llegara a ésta, me quedé con la mano extendida en el aire cuando oí el cerrojo y la puerta se abrió delante de mí. Retrocedí un poco dando espacio, y de primero apareció Brendan, quien abría la puerta para dejar entrar a ése tipo con cara de Lucifer, tan maquiavélico como atractivo: el amigo de Noa que había conocido en el cementerio y que tenía cara de diablillo. Me quedé estática mirándolo entrar mientras él se acomodaba el sobretodo negro, y me echó un breve vistazo de arriba abajo. Luego sonrió un poquito y dijo:

─Señorita Maeve ─en un tono sutil, con un movimiento de ceja fugaz. 

Yo levanté el mentón sólo un poco para no sentirme tan insignificante entre los dos tipos cuyas alturas me hacían quedar muy mal.

─Dmitri ─musitó él como saludo hacia mi guardaespaldas. Entonces volvió a mí y me dijo:─ Creo que nunca habíamos tenido la oportunidad de presentarnos oficialmente, ¿cierto?

─Qué lástima ─dije, y sin embargo no lo era para nada.

─Qué maleducado de Jonah, más bien. ─Caminó dos pasos hacia mí muy lento, se sacó la mano del bolsillo y me la extendió sin perder contacto con mis ojos, cuando dijo:─ Es un placer.

Miré su mano (tenía tatuajes en los dedos hacia los nudillos) y de inmediato la tomé, con lo que él me dio un fuerte apretón a la vez que comprimía una sonrisa. Dado que nunca lo había visto tan de cerca, me quedé un poco perdida en algunos surcos que recorrían sus mejillas, cicatrices muy viejas, y sin embargo visibles; un pendiente en la oreja derecha como un botón negro, y una gargantilla de cuero muy delgada abrazando su cuello. 

─Lo es para mí también, señor... ─Enarqueé las cejas interrogativamente, pidiéndole su nombre, aunque era difícil verlo en base a "señor", si parecía ser del promedio de Noa. 

─Sólo A.

─¿A? ─repetí incrédula.

─Espero no tenga que saber de mí por mi nombre completo, señorita Maeve ─dijo muy suavemente─. Porque eso no significaría nada bueno.

Me quedé algo fría, desviando la mirada hacia el suelo con mi suficiencia intacta; él dirigió una mirada a Dmitri de media sonrisa, y entonces se preparó para irse.

─Con permiso ─dijo, con tanta tranquilidad como si hace un instante no hubiera hecho esa sutil amenaza, y pasó por mi lado. 

Ante mi vista quedó únicamente Brendan, pegado a la puerta con la mirada en la nada y la cara brillando en sudor, como si realmente ese tal A le causara demasiado temor.

El tipo inspiraba miedo, sí. Pero hasta ahora nada decía qué tan alto era su grado de "peligroso". Sólo sabía que no era confiable, y Noa estaba nadando entre tiburones.
 

🌼🌼🌼
 

Una vez que dejé la Universidad y todo ese ambiente muy atrás, estaban por ser las siete de la tarde. Usualmente sólo debo atravesar el campus y entrar al coche que me espera afuera, saludar a Joe y finalmente ir a casa. Pero ésta vez, cuando vi a Dmitri bajo un árbol en esa pose de estatua, vi a Joe recostado del auto aguardando por mí, de pronto no me parecieron dos simples perros guardianes, de pronto me pareció que si volvía a ver a otro tipo de traje y corbata queriendo hasta respirar mi mismo aire y probar que no esté sucio, de verdad me daría colapso.




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