Una vida sin (dinero) ti

UN ADIÓS SIN VOZ

Capítulo seis.

Debido a mi creciente terror a ese tipo y todo lo que traía siempre que aparecía, caminé lento hasta el loby. Si el portero lo había dejado entrar, había sido únicamente por ser alguien ya habituado a nuestro permiso. Eso significaba que estaba allí tras la puerta principal, y yo tenía que abrirle porque era la que más cerca se encontraba para hacerlo. 
Antes, eché una mirada hacia afuera: tras la pared de vidrio podía ver a Noa hablando por teléfono con una voz muda desde mi ubicación. Él dirigió su mirada hacia mí sólo un momento, y luego la bajó para seguir concentrado en su llamada. Entonces me armé de valor y y fui a la puerta.

Tras un suspiro y toda una actitud falsa de suficiencia e importancia, abrí para descubrir que no había nadie intimidante tras la puerta más que la estúpida de Georgina otra vez, mendigando el amor de Noa. Ella también estaba impregnada en su perfecta altivez, que esta tarde llevaba el nombre de Coco Channel y una loción de las baratas que últimamente usaba demasiado. Sus labios prominentes que dejaban en vergüenza los míos, se veían rosa pálido y sin brillo nacarado. Sin embargo sus ojos de lobo nunca podían estar sin maquillar porque, de lo contrario, parecería una especie de fantasma o demonio del inframundo. Esa teoría me hizo sonreírle sin tener que forzarme a hacerlo, pues me pareció divertida. Ella apenas me miró.

─¿Dónde está tu hermano? ─preguntó elevando los ojos por encima de mí, lo cual, era fácil siendo ella más alta.

Yo sabía que le gustaba llamarlo "mi hermano" porque de ese modo lo mantenía en esa posición, y lo alejaba de la posibilidad de que Noa y yo nos mirásemos de otro modo. Estaba claro que ella siempre sintió que entre nosotros había algo más que eso. Aún me preguntaba, exactamente por qué.

─Justo está atendiendo una llamada ─contesté, con toda la amabilidad que supe fingir ─. Si lo prefieres puedes esperarlo en...

─Debo hablar con él. ─En medio de eso me quitó de enfrente con una mano y pasó adelante.

El taconeo de sus zapatos se hizo resonar en toda la amplitud del loby, y entonces sólo la dejé que siguiera su camino, volviendo yo a lo mío y fisgoneando de lejos. Ella pasó hacia el jardín exterior, donde podía ver a Noa con su llamada y caminando de aquí para allá. Aún así, Georgina se le acercó sin ninguna privación y se puso de pie cruzando los brazos, esperando que él le prestara completa atención.

Yo nunca había sabido qué tan lejos había llegado su relación o qué tan buena había sido, pero lo cierto era, que nunca me importó porque siempre supe que Noa no sentía por ella absolutamente nada. No pude evitar preguntarme si su "enamoramiento" por mí era de la misma talla.

Dado que debía disimular mi pequeño espionaje, seguí mirando el recetario levantando los ojos eventualmente hacia ellos. Pero sólo los miraba discutir sin poder oír demasiado. Hasta que, por un momento, ella giró la cabeza hacia mí y me miró con esos ojos del diablo, apretó los labios con una ira (posiblemente) inflamable, y yo entonces supe que era mejor quitarle la vista de encima.

Me giré hacia el librero dándole la espalda, y así ignorando por completo la escena que estaban montándose allá. Pero no pasaron ni cinco minutos, escuché los zapatos de Georgina volver a repercutir contra la baldosa. De repente ya se oía muy cerca y cuando volteé para mirar, la encontré justo frente a mí, tanto, que aspiré un disimulado respingo del miedo que esos ojos de cristal me dieron al aparecer de repente. Sin dar chance a nada más, tomándome de un brazo me hizo soltar el libro que cayó pesado a mis pies haciendo un fuerte ruido, y entonces me haló hacia ella con rabia, me habló contra la nariz y dijo entre dientes:

─Me arruinaste la vida, perra ─recalcando cada sílaba en un obstinado murmullo.

Debido a mi estúpida congelación, ni siquiera me di cuenta de que Noa se había acercado sino hasta que oí su su voz grave desde atrás de ella que dijo:

─¿Algún problema, Georgina?

Ella desvió los ojos de los míos, soltó mi brazo lentamente, y entonces esbozó una feroz sonrisa de esos dientes blancos y cuadrados como mentas. Se dio vuelta hacia Noa y dijo:

─No ─con un tono angelical. Volvió a mí su mirada de serpiente y añadió─: todo está perfecto. Estará perfecto.

De un leve sacudida, meneó el abundante cabello y salió de nuestra vista directo al loby. Noa regresó su mirada hacia mí, me examinó de pies a cabeza y luego preguntó:

─¿Estás bien?

─¿Me tomaste como excusa para terminar con ella? ─pregunté suave.

Acostó las cejas sin dejar de mirarme, confundido.

─No ─respondió─. Sólo le dije la verdad.

Me di cuenta que estaba pegada al librero en una posición casi escogida, y enseguida me enderecé, cuando le pregunté:

─¿Y cuál es la verdad?

─Que mi corazón se lo di a alguien más. ─Una ligera sonrisa se curvó en sus labios, cuando se acercó lo que nos separaba y agregó:─ ¿Adivinas?

Me quedé mirándolo y no pude evitarme una sonrisa juguetona, que silenciosamente dijo: "Por supuesto lo sé, si soñé con este momento un millón de veces cuando todavía tenía diecisiete...". Pero aún estaba demasiado confundida. 

Él llevó una mano al costado de mi cuello, acariciando mi piel con el pulgar y dijo:

─Que por cierto, está por llegar su cumpleaños y le prometo que será monumental.

─¿Estás seguro de querer hacer una fiesta? ─inquirí con recelo.

─¿Tú no?

─No sé si sería conveniente abrir las puertas de ese modo.

─Las invitaciones serán restringidas ─contestó con naturalidad─. Además que no debemos temer a nada. Ya lo resolví. Estará todo bien. ¿Sí?

Asentí bajando la vista. No sabía qué pudiese abarcar eso de "ya lo resolví", y me daba miedo preguntar.

─¿Lo sabes, verdad?─insistió él?

Volví a mirar sus ojos, rayados como la piel de un tigre, azules o verdes, una nunca sabría, porque el color se concentraba en la orilla y al centro se esclarecían. Eran una obra de arte que nunca me cansaba de mirar. Y que cada que él los plantaba en mí, era capaz de dejarme muda como una muñeca.




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