Una vida sin (dinero) ti

LO QUE QUEDÓ

Capítulo siete.

El papel que hallé junto a la cama y que con toda lentitud abrí como si se tratara de una bomba demasiado sensible, decía muy poco. Pero lo que encerraba dolía mal que diez cuchillos al pecho.
 

No ha sido por cuenta mía. Pero te prometo que regresaré para hacerte tan feliz como te lo mereces. 
Por favor, nunca dejes de confiar.

─Noa. 
 

Tras el punto final, la hoja se estremeció en un frenético ataque de tembloroso que me dio, al procesar lo que esas simples palabras significaban. Y sabía, aunque luché para no creerlo, cuando miré a mi alrededor y me vi sola (otra vez), sabía que si alguien empleba la palabra "nunca", se refería a un largo tiempo indefinido, sin inicio ni fin. Quería decir, que no había fecha de su regreso, tampoco qué tan corta o larga sería su ausencia. 

En realidad, la carta sólo decía que se había ido. Noa se había ido. 

Y entonces caí de rodillas al suelo, el papel descansó ligero a mi lado, la vista desenfocada y perdida en un millón de hipótesis, y un inminente descontrol estaba por dominarme.

Casi de inmediato, inicié una exhaustiva búsqueda por toda la casa que me diera un indicio más de su partida, el por qué, principalmente. Busqué en su oficina, en sus cartas, en sus correos, en su portátil, en todos los cajones... Pero no hallé más que vaciedad y un montón dd letras y números sin sentido. Nada fuera de lo normal, nada que concordara con lo que estaba pasando. Todo estaba intacto, como si sólo hubiera cumplido la rutina de ir al trabajo. Pero está vez no regresaría al final del día igual que siempre.

Entonces, completamente derrotada, fui a su cuarto tomé su ropa del armario (toda estaba allí también, por cierto) me envolví con ella (la camisa verde aqua que tanto amaba porque hacía juego con sus ojos), me tumbé a la cama, y llorando pedí a quien pudiera oír mis pensamientos, que por favor lo hiciera volver. Rogué, a quien sea que se lleva a las personas, que me regresara al amor de mi vida, porque únicamente así podría volver a vivir.
 

🌼🌼🌼
 

Él me había dicho "Prométeme que serás valiente", pero también había dicho "Quédate aquí, sin importar qué". Le tomé la palabra más de la segunda que de la primera. Entré en un estado de congelación tal, que no importaba lo que afuera sucediera (se podía incendiar la piscina incluso), yo no me levantaba de la cama ni a comer. 

Las noticias fueron llegando una a una directo a su habitación, porque la había convertido en mi cueva y mi escondite del mundo. Sencillamente le tenía un inmenso miedo a salir y recorrer la mansión para ver que él ya no estaba, y entonces tener que aceptar todavía más que me había dejado sola. Salir de allí, era ver la realidad en la que vivía ahora: que las cosas se arruinaban una a una, que la servidumbre no entendía lo que pasaba y tampoco tenía nadie que la guiara, que su sueldo no llegaba, que alguien debía dar las órdenes y ese alguien debía ser yo como única representante, pero no, Noa me dijo que me quedara acá y eso voy a hacer, así como cuando me dijo que me encerrara en mi cuarto y lo esperara llegar, yo voy a esperarlo hasta que regrese.

Aunque no conté los días luego de que se fue, sí la fecha. Porque los días pasaban sin que me diera cuenta siquiera, como ráfagas de viento frente a mis ojos, volando uno tras otro. Y el shock no se me pasaba ni con somníferos.

A las semanas, Gina pidió mi permiso para entrar con el pretexto de que debía hablar conmigo. Se lo concedí sin ganas. Entonces me dijo que lo sentía, pero no podía seguir laborando si ya no contaba con lo necesario para sostenerse a ella y a su familia, y que por ello se sentía obligada a dejar la mansión para conseguir un mejor trabajo.

─¿Me estás dejando?─Le pregunté casi irónica.

─Señorita, ya le dije que lo sentía, no hay nada que pueda hacer y usted no está en condiciones de...

─¿No estoy en condiciones de qué? ─espeté contra ella.

─No está en condiciones de mantener una...

─¡Lárgate!─grité de pronto, ella dio un brinquito en respuesta─. Si no te gusta, lárgate y no vuelvas.

─Señora, no me malinterprete, yo...

─¡Te dije que te largues!¡Toma tus asquerosas pertenencias y déjame sola!

─Pero, señora...

─¡Deja de llamarme señora, y lárgate!

Finalmente obedeció. Pero, no pasaron muchos días, Claudia también hizo lo mismo, al igual que los guardias, el mayordomo Brendan y así todos los demás que trabajaban afuera y en la cocina. Todos se fueron. Y cuando creí que no había cosa peor que eso, Joe tocó mi puerta. Oír su voz me ayudó a recompensarme un poco, había olvidado que sólo me quedaba él en la servidumbre y me sentí genial de que fuera a verme. Le concedí entrar, pero Joe no tenía cara precisamente de haber venido a visitar.

No tardó en decirlo, él también pidió irse.

─Su madre habría querido que afrontara la situación con fuerza, señorita Mae ─me dijo─. Pero debe salir de aquí, aceptar la realidad y dar vuelta a una nueva página.

─He dado muchas vueltas a la misma página, Joe. Y siempre acabo igual.

─Es porque el libro continúa, señorita. Y así continúa también su vida. Deberá dar vuelta a la página muchísimas veces más, de otra forma ¿cómo logrará avanzar?

─No puedo ser feliz, Joe ¿no lo entiendes? No puedo vivir en este castillo viendo sillas vacías y que eso no me afecte. Él era lo único que me quedaba, y se fue, no le importó dejarme sola con todo esto encima y lo peor es que ni siquiera sé si realmente volverá.

─Señorita, permítame decirle algo ─empezó, adquiriendo más seriedad y una autoridad casi paterna─. Si usted mirara su reflejo en el espejo y viera lo que yo veo, nunca más volvería a sentirse incapaz. Y lo que yo veo, es una hermosa mujer, capaz de mucho más sola, que acompañada. El señor Jonah debió tener fuertísimas razones para hacer lo que hizo, se lo aseguro, pero por ahora, señorita, por ahora sólo nos queda esto. Y debe afrontarlo. 
─Joe, yo... Lo siento, estoy decepcionando a todo el mundo. Nuestras caras están en el noticiario, de primero en la farándula de Long Island... Todos dicen que Noa desapareció simplemente y me tienen lástima, Joe, ¡lástima! Y Noa...─Las lágrimas por fin resbalaron─... No quiero pensar que se trata de esos tipos... de que lo chantajearon, de que lo obligaron a marcharse...




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