Una Vida Sobrenatural

2. Estoy soñando

Una extraña luz blanca salía del callejón más cercano.

Emma, sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia ella. Era como si la luz la estuviera llamando. No oía su nombre ni nada por el estilo, pero tenía la certeza de que debía acercarse.

Con las piernas temblorosas logró llegar hasta el callejón y pudo apreciar un símbolo que le resultaba familiar del cual emanaba la refulgente luz.

Sabía que había visto ese símbolo antes, y entonces cayó en la cuenta, era el símbolo que Baltazhar había dibujado en casa de Bobby para llevar a los hermanos Winchester a una realidad alternativa, a la suya, donde Sobrenatural no era más que una serie de televisión.

—Vale... He bebido demasiado, estoy mareada, y encima estoy mezclando fantasía con realidad. Estoy alucinando.

Muchas veces había fantaseado con su serie favorita, imaginando como hubiera sido estar dentro de ella e interactuar con sus personajes favoritos. Y ahora... ni se imaginaba lo cerca que estaba de descubrirlo.

Siguió mirando fijamente al símbolo de la pared y decidió retroceder unos pasos. Por más que parpadeaba y se pellizcaba no dejaba de verla.

Decidió llamar a Lola. Lo mejor sería que fueran a recogerla. Si era capaz de perder la cabeza de tal modo, ¿cómo iba a llegar a casa por su propio pie?

Sacó el móvil del bolsillo de su gabardina negra y marcó el número de su amiga de memoria. Un tono, dos tonos, tres tonos...

—¡Hey, Em! ¿Ya estás en casa?

—Hm... Verás, creo que he bebido demasiado y estoy viendo algo muy raro.

—Define raro. 

—No te lo vas a creer si no lo ves... Estoy en un callejón a unas calles de la discoteca. ¿Podrías venir a buscarme, por favor?

—No te muevas, enseguida vamos. Venga, Mark tenemos que ir a por Emma, no se encuentra muy bien. Oye... —volvió a dirigirse a ella—. ¿Qué estás viendo exactamente? ¿Has tomado algo a parte de la bebida?

—¡No! He tomado lo mismo que tú. Debe de ser mi mente jugándome una mala pasada pero... estoy viendo un símbolo de Sobrenatural en la pared del callejón.

—Señor bendito, has de dejar de ver esa serie. ¡Estás obsesionada! Aunque claro, no te culpo, esos hermanitos están muy buenos... Vale, ya estamos en el coche. Vamos para allí ahora mismo. No cuelgues por si no encontramos el callejón.

—Está bien. —respondió Emma. Justo cuando su teléfono móvil empezó a recibir interferencias —. ¿Lola? ¿Me oyes? Mierda... ¡Ahora no!

Miró hacia la pantalla de su móvil y había perdido la señal. Menuda suerte la suya.

—¿Por qué, mundo cruel?

Y para qué hablaba, porque de pronto su cuerpo empezó a sentirse atraído por el símbolo como si fuera un imán. La luz era cada vez más cegadora.

Emma trató de retroceder pero no pudo, su cuerpo estaba cada vez más cerca del símbolo. Buscó algo a lo que agarrarse pero no había nada cerca que pudiera alcanzar, era inútil luchar, la presión se volvió más fuerte y decidió cerrar los ojos y dejarse llevar.

 

***

 

Todo estaba oscuro, no había ni una sola luz. Se encontraba estirada en el suelo. ¿Estaba inconsciente?

De repente se removió y notó bajo su cuerpo pequeñas piedras y tierra. ¿Había llegado al parque al cuál se dirigía para coger el taxi? ¿Cómo? Lo último que recordaba era esa extraña alucinación y que estaba esperando por su amigos Lola y Mark en extraño callejón.

Abrió los ojos buscando algo familiar a su alrededor pero no encontró nada. Se puso en pie y observó que se encontraba en la cuneta de una carretera. Su noche no hacía otra cosa que empeorar por momentos.

Decidió empezar a caminar entonces por la carretera, por la cual no pasaba ni un triste coche, y cogió su móvil, al menos ya tenía cobertura aunque con una compañía telefónica que no era la suya. Raro.

Marcó de memoria el número de su amiga Lola, como ya había hecho antes en el callejón, pero la extraña voz de una mujer saltó al otro lado de la línea diciendo que el número marcado no existía.

—¿En serio?

Se sabía el numero de su mejor amiga de memoria...  Tal vez había marcado mal, así que fue a su agenda y seleccionó el contacto de la rubia para llamarla cuando le sobresaltó la misma voz de mujer que segundos antes le había dicho que ese número no existía.

Emma pensó que estaba perdiendo la cabeza, decidió llamar a Mark y pasó exactamente lo mismo. La operadora le negaba la existencia de aquel número. Repitió la misma operación con cada uno de sus contactos telefónicos y lo máximo que consiguió fue contactar con una pizzería de Oklahoma cuando intentó ponerse en contacto con su padre.

Era desesperante.

—Esto es un sueño. Un maldito sueño... —mascullaba para sus adentros mientras seguía caminando por la carretera en dirección a ninguna parte.



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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