Una Vida Sobrenatural

5. Se queda en Las Vegas

Sam, Emma y Castiel se encontraban en un motel a las afueras de la Ciudad del Pecado planeando cual sería su mejor movimiento para atrapar a Dean. Sabían que este último hacía días que se hospedaba en el Hotel Bellagio donde, por más que casualidades de la vida, habían desaparecido diez huéspedes en la última semana. 

Hannah, una de las compañeras de Cas, había estado en el hotel sin ser vista, y había constatado los hechos. Castiel le agradeció la información cuando esta apareció en la habitación del motel.

—Es lo menos que podía hacer. —respondió ella—.  Pero, Castiel, has de guardar la poca Gracia que te queda hasta que encuentres una solución. No creo que sea buena idea que vayas con ellos...

—Son mi familia, he de ayudar en lo que pueda. No voy a quedarme de brazos cruzados. 

—Pero... apenas te quedan fuerzas para esconderte. Sabes que si irrumpes allí ese demonio será capaz de rastrear la poca Gracia que te queda y os descubriréis ante él. —insistió Hannah.

—Ese demonio del que hablas es mi amigo. 

El ángel sabía que Hannah tenía razón, si utilizaba su poder para ocultarse gastaría una gran cantidad de Gracia, y si esta se agotaba no sabía que sería de él. Tal vez se convirtiera en un humano o tal vez muriera. Pero estaban hablando de Dean, su protegido, su amigo, su familia y por él merecía la pena correr el riesgo.

—Cas, estoy de acuerdo con Hannah en esto, debes tratar de buscar una solución a tu problema. —interrumpió Sam—. Nos has ayudado bastante, de verás. Y además, sé cómo tratar con mi hermano, no te preocupes, estaremos bien. 

—Sam... 

—Sube ahí arriba y arregla todo, no quiero perderte a ti también. 

El ángel se limitó a mirarlo y terminó por asentir. Muy a su pesar estaban en lo cierto.

—Si necesitáis cualquier cosa llamadme. No importa cómo, os encontraré. —dijo Castiel dirigiéndose a Sam y Emma. Estos asintieron y Hannah le puso una mano sobre el hombro antes de desaparecer con el sonido de un leve revoloteo.

—Bueno, tenemos un plan que trazar. —Sam se dirigió a Emma.

—Manos a la obra. 

 

***

 

El plan era simple. Llegarían al casino del Hotel Bellagio, donde Dean había pasado las últimas noches jugando, y Emma se acercaría a él para tratar de engatusarlo y acabar en su suite donde Sam esperaría con la trampa preparada. 

Aunquela chica no se sentía muy segura respecto a tratar de seducir a Dean.

—¿Crees que funcionará? —inquirió nerviosa.

—Conozco a mi hermano. Eres su tipo. 

—¿Su tipo? —Emma no sabía muy bien si tomárselo a forma de cumplido o no conociendo el historial del mayor de los Winchester.

—Eres una chica guapa. Le gustarás.  —volvió a asegurar él.

Emma se sonrojó en extremo ante aquel desintencionado piropo por parte de Sam. Además, también estaba a punto de intenta ligarse al mismísimo Dean Winchester. 

¿Había soñado con algo parecido antes? Daba igual. No era momento de fantasear. Debía concentrarse, ese no era su mundo. 

—Bien... —suspiró mirando hacia dobladillo del vestido rojo con el que había aterrizado en aquella realidad. 

No sabía porque, pero cuando hizo la bolsa decidió meterlo y ahora sorprendentemente no se arrepentía. ¿Qué mejor modelito para semejante misión?

Sam conducía un Toyota Prius, que había tomado prestado, ajeno a los pensamientos de su acompañante. No hubiera sido muy inteligente ir hasta el Hotel Bellagio en el llamativo Impala. 

Cuando llegaron aparcaron justo en frente del hotel y antes de bajar del coche Sam le entregó a Emma unas esposas donde habían talladas varias trampas del diablo, las mismas que los hermanos habían usado para atrapar a Crowley en el pasado. También le otorgó un frasquito con agua bendita.

La chica guardó ambas cosas en el pequeño bolso de mano que llevaba.

—Emma, aún puedes arrepentirte. No tienes por qué hacerlo. 

—Lo sé, pero quiero ayudaros. 

—Es muy peligroso. Vas a exponerta a...

—También lo sé. —le cortó ella con una leve sonrisa—. No me he perdido ningú capítulo.

Sam rodó los ojos ligeramente divertido.

—Eres tan testaruda... —suspiró mirándola una vez más.

—Mira quién habla.

— Está bien, estaré justo detrás de ti. No te perderé de vista. —prometió—.  Si ves que la cosa se pone fea sales de ahí corriendo. Nada de hacerte la heroína. ¿Está claro?

—Cristalino. -contestó Emma, que se propuso a salir del coche justo cuandola mano de Sam la sujetó del brazo.

—Ten mucho cuidado. 

Ella asintió palmeándole la mano con dulzura y se dirigió a la entrada del casino. Sam hizo lo mismo guardando las distancias para que nadie pudiera darse cuenta de que iban juntos.



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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