Habían conseguido encerrar y atar a Dean en la mazmorra del búnker sin mayor dificultada pues el demonio seguía inconsciente por el golpe que le había propinado su hermano.
Sam y Emma se encontraban discutiendo en aquellos instantes en la gran sala sobre cuál sería la mejor forma de actuar a partir entonces.
—Deberíamos llamar a Cas, preguntarle cómo le va con Crowley e informarle de la nueva situación. —habló Emma.
—No, él ya tiene suficientes problemas. Lo primero es curar a mi hermano. Voy a prepararlo todo, empezaré esta misma tarde.
—Espera... ¿No pretenderás curarlo tú? Si curas a un demonio estarás completando la tercera prueba para cerrar las puertas del Infierno. Lo más probable es que mueras. Es el sacrificio del que hablaba la tabla.
—Es mi hermano del que estamos hablando. Si he de morir para traer de vuelta al antiguo Dean, lo haré. —respondió él seriamente.
—¡Claro! ¡Perfecto, Sam! —exclamó irónicamente ella, que empezaba a sentirse muy frustrada—. Y cuando Dean vuelva a ser el de siempre, te querrá de vuelta, ¿y qué hará? ¡Lo que sea necesario! ¿No te das cuenta? Es un pez que se muerde la cola.
—Bueno, ¡es mi vida! Si no quieres estar aquí puedes marcharte. -estalló Sam incrédulo ante las palabras de la chica.
—¡Pero no quiero perderte, idiota! —contestó Emma también alzando la voz—. ¡Joder, Sam! Hay una alternativa... ¡Pero estás tan tremendamente obcecada que no has sido capaz de darte cuenta!
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—¡ Yo puedo hacerlo! —exclamó al ver que seguía sin entender nada—. Soy humana. Puedo curar a Dean sin necesidad de que tú arriesgues tu vida.
Sam relajó su postura al escuchar lo que pretendía hacerle ver Emma desde un principio. Ahora se sentía culpable por cómo le había gritado y por cómo se había comportado con ella.
—Lo siento, Em. No debería haberme puesto así contigo. Es que todo esto me saca de mis casillas.
—Lo sé, no te preocupes. —contestó la aludida acercándose a él para romper el espacio que les separaba de un abrazo más que necesitado—. Sólo intenta no ser tan gilipollas la próxima vez. —apoyó su cabeza en el pecho del cazador.
—Tampoco yo quiero perderte. No podría soportarlo. —susurró Sam refiriéndose a las palabras que Emma le había dedicado segundos antes. Se separó un poco de ella para poder mirarla a los ojos—. Hoy he estado a punto de hacerlo... Creía que Dean te mataría y...
Emma pudo ver el dolor reflejado en los ojos del chico.
—Shh... Estoy aquí, Sam. No voy a irme a ningún sitio. —susurró mirándolo con dulzura.
Pero Sam sabía que eso no era del todo cierto. Él mismo le había prometido que la devolvería a su realidad en cuanto solucionaran el tema del demonizado Dean, y ahora que su hermano estaba ya bajo su custodia, el tiempo que le quedaba con ella era cada vez menor.
Maldito destino, pensó, después de tanto tiempo conocía a una chica que le hacía sentir de nuevo y ni siquiera pertenecía a su mundo... ¿Es qué la vida nunca dejaría de reírse de él?
Sam seguía observando los oscuros ojos de Emma en los que él encontraba tanta paz. Ella seguía de pie, a escasos centímetros de él, devolviéndole la mirada.
—¿En qué piensas? —preguntó Em.
Sam sonrió mientras llevaba la mano al rostro de ella, la cual al sentir la caricia no pudo evitar cerrar los ojos rompiendo así el contacto visual que habían mantenido durante tantos segundos.
—En que sigues aquí, conmigo. Pese a todo.
Emma posó su mano sobre la de él, la cual, seguía en su rostro.
—Ya te he dicho que no pienso irme a nin... —pero no pudo terminar de hablar, él la estaba callando con sus labios.
Sam dirigió su mano al cuello de la castaña para atraerla más hacia sí mientras la besaba con dulzura pero también con necesidad, dejando así aflorar el fuego contenido entre ellos durante los últimos meses.
—No debería... —empezó a disculparse por haberse dejado llevar por sus impulsos.
—Cállate, Sam. —le interrumpió esta vez ella, mientras se ponía de puntillas y rodeaba los brazos en su cuello para besarlo de nuevo.
Lo besaba con una pasión que le hizo sorprenderse a sí misma. Pudo sentir como él sonreía contra su boca mientras la cogía por la cadera para acercarla más. Ambos se entregaron a aquel beso con dedicación.
De pronto, el sonido de un carraspeo les hizo separarse, Castiel estaba parado frente a ellos y los miraba algo incómodo.
—¡Cas! Vaya, eh... Hola. -dijo Sam entre jadeos separándose levemente de una Emma completamente sonrojada.
—Lo siento. Debí avisar antes, tal vez llamar a la puerta.
—Sí, eso hubiera sido perfecto.