Una Vida Sobrenatural

17. En la boca del lobo

Tras días viajando de un lugar para otro en busca de un buen emplazamiento donde esconder la Primera Espada, Emma se había dado por vencida. Ninguno de los lugares le parecía lo suficientemente seguro para albergar tal objeto. La idea de seguir portando con el arma de aquí para allá tampoco parecía lo más inteligente.

La chica no podía evitar sentirse perdida e insegura, después de todo, estaba sola en un mundo que no era el suyo y que resultaba ser altamente peligroso. Echaba en falta a los chicos pero sobre todo a Sam. En algunos momentos de debilidad se había planteado la opción de regresar al búnker, no obstante, su orgullo le hacía recordar una y otra vez la fuerte discusión que había mantenido con el menor de los Winchester y desechaba la idea.

Emma se encontraba en un destartalado motel de carretera. El único alojamiento que podía permitirse si quería evitar usar las falsas tarjetas de crédito de los hermanos. Tras muchos días pensando sobre un lugar definitivo al que ir, había tomado la decisión de volver a la ciudad de Boston, la cual en su realidad, había sido su hogar durante los últimos años. Sabía que no iba a ser lo mismo, que su gran amiga Lola no estaría esperándola en su apartamento, y que su puesto en el Hospital General de Massachusetts sería inexistente. Ella ni siquiera existía en ese mundo, y si lo hacía, no tenía ni la más remota idea de quién era o a qué se dedicaba. Pese a saber que todo iba a ser muy diferente,  esperaba sentirse un poco más familiarizada con su entorno.

Un fuerte golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos, la joven se puso rápidamente en estado de alerta empuñando el arma que más cerca tenía, la Primera Espada, había aprendido a reaccionar con rapidez. Se disponía a caminar hacia la puerta cuando de repente esta se abrió y dos hombres irrumpieron dentro de su habitación. Concretamente dos demonios, lo supo en cuanto los miró a los ojos, dos pares de pozos negros la observaban.

—Tanto tiempo con los Winchester y parece que no has aprendido nada. —dijo el de piel más morena con una sonrisa burlona en sus labios mientras ladeaba la cabeza.

Emma maldijo para sus adentros, había llegado hacia unas escasas horas a esa habitación y a causa de su cansancio no había dibujado trampas del diablo, ni había sellado puertas y ventanas con sal, pese haberlo hecho en cada uno de sus alojamientos anteriores. Había sido una ilusa por querer posponerlo, ahora se encontraba totalmente indefensa ante ese par de demonios. No tenía ninguna posibilidad. Debía pensar algo y rápido.

—¿Cómo estás tan seguro de eso? —habló la chica con voz firme intentando ganar algo de tiempo.

—Esto va a ser más fácil de lo que parecía. 

—No la subestimes, es la única humana con vida que ha sido capaz de curar a uno de los nuestros.  —dijo el otro demonio mirando con desaprobación a su compañero—.  No hemos venido aquí para mofarnos, tenemos una misión que cumplir. 

La joven aprovechó el momento, ambos habían dejado de mirarla durante la breve riña. Llevó su mano libre al móvil con la intención de poner la grabación que contenía el exorcismo.

Exorcizamus te, omnis inmundus spiritus... —empezó a sonar a través del aparato.

—¡Puta! —gritó el moreno cayendo al suelo sobre sus rodillas.

Sin embargo, el de piel más clara seguía en pie. Era mucho más poderoso que su compañero. Con un rápido gesto hizo que el teléfono volará de las manos de Emma y se estrellará contra el suelo. El impacto fue fatal para el aparato, este había dejado de emitir sonido alguno.

—Vas a necesitar más que ese pequeño truco para acabar conmigo. —le retó. 

El otro demonio se incorporó de nuevo junto a su compañero tras el fallido exorcismo.

Una fuerte ráfaga de viento se coló en la habitación a través de la puerta abierta. Ambos demonios se giraron en su dirección. La figura de un tercer hombre se vislumbró en el umbral.

—Mierda... -fue lo único que alcanzó a decir el moreno mientras la figura se abalanzaba sobre ambos demonios con las manos extendidas hacía sus cabezas. 

Un fuerte destelló inundó la habitación mientras los ojos de Emma se cerraron en un puro acto reflejo.

—¿¡Qué demonios!? -gritó Emma antes de volver a abrir los ojos. No tenía la más remota idea de lo que acababa de pasar.

—No exactamente... —habló Castiel agachado junto a los cuerpos de los ya muertos demonios.



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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