Blanco todo lo que veía. El color más puro reinaba en aquel lugar.
Llantos y susurros todo lo que oía, perceptibles en la lejanía.
Dolor y tristeza todo lo que sentía. Sentimientos clavados en lo más profundo de su alma.
Una vez más alguien se había sacrificado por él, Emma había preferido morir a matarle.
Sam estaba apoyado en una de las paredes del Riverside Hospital de Ohio. A través de las ventanas del pasillo, el joven, observaba la habitación donde la castaña permanecía monitorizada por máquinas tras haber sido intervenida quirúrgicamente.
Los médicos no se habían pronunciado aún sobre el estado de la joven y Sam empezaba a temerse lo peor. Odiaba los hospitales, había perdido a tantos seres queridos en ellos... No quería que Emma se añadiera a esa desgraciada lista. No quería perderla a ella también.
Levantó la vista para ver como su hermano se acercaba andando por el pasillo. Por suerte, Dean se había encargado de todo el papeleo necesario para ingresar a Emma en el hospital. Al menos, él seguía allí.
—¿Cómo está? —preguntó Dean con la preocupación reflejada en sus ojos.
—Los médicos aún no han dicho nada... —suspiró Sam dirigiendo su vista a la habitación de la chica.
—¿Y tú?
—¿Sinceramente? Como una mierda, Dean. Si te hubiera escuchado... Si tan sólo hubiera sido capaz de ver que algo pasaba... Tal vez... Tal vez, hubiéramos podido evitar todo esto. Y ahora ella no estaría...
—Eh, Sam. No lo hagas. No te culpes. —dijo mientras ponía su mano en el hombro del más alto —. No vale la pena pensar en lo que podría haber pasado. No podemos volver atrás, así que... Mira, ella es fuerte. Ha aguantado hasta ahora. Saldrá adelante.
Un leve carraspeó les alertó de la presencia de una tercera persona y ambos se separaron.
—Buenas noches, soy el Dr. Mckenzie. —se presentó un hombre con gafas alrededor de sus cuarenta—. ¿Ustedes son los familiares de Emma Harris?
—Sí. —asintieron los Winchester al unísono.
—Perdonen pero, ¿qué tipo de parentesco les une? Verán la política del hospital sólo nos permite dar parte de nuestros pacientes a familiares directos.
—Hermanos. —habló Dean con voz directa mientras Sam asentía con la cabeza.
—¿Cómo está doctor?
—Su hermana sufrió una puñalada bastante fea en el abdomen, pero la operación ha ido bien. Gracias a Dios el asaltante que la hirió no tuvo demasiada puntería. La puñalada no ha dañado ningún órgano vital, aunque si el apéndice, el cual hemos extirpado. Por suerte, es un órgano del cual se puede prescindir.
—¿Significa eso que se pondrá bien? —preguntó de nuevo Sam algo esperanzado.
—Es pronto para asegurarles algo así. Vuestra hermana ha perdido mucha sangre y aunque la operación haya salido bien, el pos operatorio siempre puede conllevar algunos riesgos. En heridas como estas siempre se da una inflamación del peritoneo...
—¿Eso es grave? —interrumpió esta vez Dean.
—Verán. —retomó el hilo el doctor—. La peritonitis, como se le conoce coloquialmente, puede ser más o menos agresiva. Y dependiendo del grado de afectación sus consecuencias pueden resultar más o menos peligrosas para el paciente.
>>Lo que les quiero decir es que su hermana, aunque ahora mismo este estable, aún no está fuera de peligro. Serán necesarias al menos 24 horas para asegurarnos de ello. Si en ese tiempo no sufre fiebre, vómitos o taquicardia podrá volver a casa.
—Gracias doctor. —dijo Dean al ver que Sam estaba aún asumiendo las palabras que acababa de escuchar—. ¿Podemos entrar?
—Sí, por supuesto. Probablemente aún siga dormida por los efectos de la anestesia pero debe estar a punto de despertar. Buenas noches. —se despidió alejándose por el pasillo.
Sam y Dean se dirigieron rumbo a la habitación de Emma. La joven descansaba sobre la camilla vestida con una fina bata blanca con motivos azules y estaba tapada hasta la altura del pecho, sus ojos completamente cerrados y su boca ligeramente entreabierta.
Los hermanos, justo de pie junto a ella, observaban a su amiga con la preocupación reflejada en sus rostros. El más joven no pudo evitar coger la mano de la chica y sostenerla entre las suyas mientras tomaba asiento junto a la camilla. Dean, por su parte, caminó hacia el otro extremo de la habitación y apoyo su espalda contra la pared.
Ambos velarían por Emma hasta que despertara aunque el cansancio empezará a hacer mella en ellos. Los minutos pasaron acompañados de un silencio sepulcral hasta que Dean decidió romperlo.
—Creo que nos iría bien un café. —dijo Dean sin elevar mucho la voz. Sam que hasta entonces no había apartado su mirada de la chica, elevó la vista y asintió a su hermano—. Iré a por ellos entonces.