Shenandoah, Iowa.
Tras cuatro horas de viaje el sonido motorizado de un Impala irrumpía en la tranquila población de Shenandoah.
Tomando lo que parecía la avenida principal de aquella pequeña ciudad, Dean estacionó el coche frente a un bar de toldos verdes.
—¿Es aquí? —preguntó Sam.
—Sí. Es el bar con el que soñé.
Los hermanos salieron del vehículo y sintieron como la humedad golpeaba sus pulmones. Armados con la Primera Espada y con paso firme caminaron hacia la acera hasta posicionarse justo en frente de la entrada de aquel bar.
Sam intentó atisbar el interior del lugar sin éxito, pues tupidas cortinas impedían observarlo. Lo único capaz de divisar eran las sombras de lo que parecían mesas y sillas que se proyectaban sobre la tela.
—Parece que está cerrado.
—No me digas, Sammy. Se nota que fuiste a Standford, ¿eh? —bufó sarcásticamente el mayor de los Winchester.
Sam ignoró el comentario y sacó unas ganzúas de su pantalón dispuesto a forzar la cerradura, pero Dean se adelantó y propinó una patada a la puerta abriéndola de par en par.
—Lo haremos a mi manera. —sonrió de medio lado antes de adentrarse en el interior de aquel bar.
El ambiente resultaba pesado y el polvo se acumulaba por todas partes del mobiliario. La barra de aquel bar hacía demasiado tiempo que no servía cervezas bien frías. Sin duda alguna aquel lugar llevaba mucho tiempo cerrado al público.
—Lo recordaba más acogedor. —musitó Dean al mismo tiempo que hacía una seña para indicar que todo estaba despejado por su lado—. Tras la barra, puede que esté en la trastienda.
Ambos cazadores dirigieron sus pasos cautelosamente hacia lo que parecía el almacén de aquel bar, pero antes siquiera de avanzar unos metros Caín apareció justo enfrente de ellos haciendo que Sam reaccionará empuñado su arma.
—Tranquilo. —habló pausadamente el primer asesino de la historia—. Soy Caín. Un placer conocerte al fin.
El menor de los Winchester miró a su hermano esperando una confirmación antes de bajar su arma.
—No puedo decir lo mismo. -respondió dejándolo de apuntar cuando Dean asintió.
—Estaba empezando a preocuparme. Has tardado bastante en venir a mi encuentro.
—He tenido otras prioridades. —alegó Dean.
—Sí... Estoy al tanto del revuelo que ha ocasionado vuestra amiga entre Cielo e Infierno, y de cómo Astaroth ha decidido mover ficha... Nada bueno puede avecinar de eso. Razón de más para que terminemos con esto.
—¿Sabes dónde se encuentra él? —preguntó Sam.
Caín soltó una risita amarga.
—No tengo la menor idea. Y creedme cuando os digo que no estáis interesados en encontrarlo ni que no lo queréis como enemigo.
—Me temo que es demasiado tarde para eso. —intervino Dean.
—No tenéis ni idea de contra quién os vais a enfrentar...
—Ilumínanos. —invitó entonces el de cabello largo.
—Astaroth fue creado como el más sabio de los ángeles. El único capaz de conocer todo tipo de destinos. Humanos o no. —empezó a narrar Caín mirándolos con aprensión—. En el Cielo poseía un lugar privilegiado, era respetado y admirado pero pronto su egolatría aumentó y empezó a creerse superior al resto de los ángeles.
>>Su ambición lo llevó a ver en la línea del destino más de lo que debía y semejante conocimiento lo cegó con la ambición del poder absoluto. La rebelión contra el Creador. Ese sentimiento fue lo que le unió a Lucifer y por todo ello fue expulsado del reino de los cielos.
Astaroth puede ver el pasado, el presente y el futuro. Su poder es comparable al de los arcángeles, algunos dicen que incluso es más poderoso que ellos debido a su gran sabiduría y experiencia tanto en el Cielo como en el Infierno.
Caín hizo una breve pausa.
—¿Lo veis ahora? Esto se os escapa de las manos hasta a vosotros, Winchester's.
Sam y Dean compartieron una mirada de preocupación. No lo podían negar, aquella historia les había estremecido. No obstante, nunca se rendirían en cuanto a proteger la vida de Emma. Si Astaroth iba a ir a por ella, ellos se encargarían antes de él.
—Gracias por la advertencia pero no nos vas hacer cambiar de opinión.
—No sois de los que leen las etiquetas antes de meterlas en la lavadora... Lo recuerdo. —habló Caín sonriendo taciturnamente—. Suerte entonces. La vais a necesitar. Ahora... ¿Qué te parece acabar con lo que has venido a hacer?
Dean observó a Sam, el cual sacó de su cazadora el arma que el portador de la marca tanto ansiaba volver a poseer en sus manos. En un lento movimiento y con una mirada de preocupación, el pequeño de los Winchester tendió la Primera Espada hacia su hermano.
Cuando los dedos de Dean aferraron el arma la marca se iluminó en su antebrazo y una sensación de poder inundó su cuerpo por completo. Su brazo empezó a temblar mientras la marca le ardía sedienta por derramar sangre, y aunque le daba miedo admitir lo que sentía, en el fondo, había extrañado aquella sensación de invencibilidad que le aportaba sostener entre sus manos la Primera Espada.