Las semanas fueron transcurriendo con relativa tranquilidad en el búnker.
Sam, Dean y Emma se habían mantenido alejados de la acción y pasaban largas horas investigando sobre posibles alternativas para acabar con la amenaza que suponía Astaroth.
Aunque, tras horas dedicadas a la materia, no habían conseguido avances algunos.
Tanto tiempo sin salir de aquel lugar estaba afectando al carácter de la chica. Emma se había vuelto muy irascible ante cualquier situación, y que los hermanos no la dejarán ni un sólo minuto a solas no resultaba de gran ayuda para aplacar sus nervios.
La rutina se había vuelto enfermiza para la joven, incluso cuando era necesario ir a por provisiones se negaban a que ella les acompañara y se turnaban para vigilarla. Había perdido la cuenta de los días que llevaba sin ver la luz solar y ya no sabía ni en qué día vivía.
Como una de otras tantas mañanas, Emma se despertó sola en la cama y se dirigió directamente a la ducha, dispuesta a afrontar otra de esas largas jornadas de investigación, lo que ella desconocía es que no iba a ser un día como otro cualquiera.
La primera sorpresa se la llevó cuando entró en la biblioteca y observó que ni Sam ni Dean se encontraban allí. Aquello resultaba extraño, ella era siempre la última en despertar y unirse a ellos. Sin embargo, decidió no darle mayor importancia y terminó sentándose alrededor de la mesa sobre la cual los archivos de los Hombres de Letras se amontonaban.
Empezaría su día de investigación sin ellos.
Cuando deslizó los dedos sobre la gran pila de libros se percató que una nota a su nombre descansaba sobre ellos.
"Emma, hoy nos tomamos el día libre. Te esperamos fuera."
La chica arrugó el papel en su puño, ¿le estaban tomando el pelo? Prácticamente le habían mantenido prisionera entre aquellas cuatro paredes durante el último mes. ¿Y ahora sin más decidían salir de paseo?
—¡No tiene gracia! — exclamó en voz alta incrédula ante lo que acababa de leer—. ¿Sam? ¿Dean?
Pero el silencio fue toda la contestación que recibió.
Soltando un bufido se levantó de su asiento y dirigió sus pasos al exterior del búnker. Eso sí, no sin antes armarse con una pistola. Ya no se fiaba de nada ni de nadie.
La gran puerta de hierro chirrió al abrirse, los rayos de sol se colaron por ella y cegaron brevemente a la joven cazadora hasta que sus oscuros ojos se acostumbraron a la claridad.
Con el arma empuñada vislumbró, justo enfrente suyo, a Sam y Dean apoyados contra el Impala. El mayor de los hermanos, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, le dedicó una sonrisa mientras el menor hacia lo mismo empezando a caminar hacia ella.
—¿Qué es todo esto?
— Te mereces un día normal. —respondió Sam.
— Sí, y vamos a celebrarlo. —añadió Dean.
—¿A celebrar qué? ¿Me he perdido algo?
—¿No sabes qué día es hoy?
—¿Martes? —sonrió con cachondeíto al mirar hacia el más alto—. Dios, Sam odia los martes.
—Muy graciosa, enana. —rodó los ojos él—. Pero es... tu... cumpleaños. ¡Felicidades! —exclamó pillándola por sorpresa.
Su cumpleaños. Lo había olvidado por completo.
—Vaya... gracias. ¿C-Cómo lo has sabido?
— Fui yo el que te hizo todas esas identificaciones falsas, ¿recuerdas?
Emma se permitió sonreír de nuevo después de semanas sin hacerlo. Esa sonrisa que Sam tanto había echado de menos volvía a brillar en el hermoso rostro de la chica.
—Feliz cumpleaños, Em. —se sumó el mayor de los Winchester a la felicitación.
—Gracias, Dean. Entonces... ¿Cuál es el plan? —preguntó entusiasmada.
—El lago Harlan está a una hora de aquí. —respondió Dean—. Es un buen lugar para desconectar y está al lado de un pueblo bastante pintoresco.
—¡Suena genial!
—Estupendo, pues aquí tienes. —le lanzó las llaves del Impala— Tú conduces.
—Estás de coña... ¿De verdad? —preguntó atónita. Sam soltó una risita al ver la cara de sorpresa que acababa de poner.
—Considéralo mi regalo. —le dijo Dean guiñándole un ojo—. En marcha antes de que me arrepienta.
La chica se deslizó en el asiento del conductor al mismo tiempo que Sam se dirigía al del copiloto pero Dean le barró el paso.
—Dejo de conducir a mi bebé por un día, pero no voy a renunciar a viajar en la parte delantera.
—Idiota.
Emma arrancó el coche y el ronroneo del motor del Impala recorrió todo su cuerpo. Había echado de menos la sensación que tenía al conducir aquel vehículo.
Con la sonrisa plantada en su cara sintonizó la radio hasta que encontró una emisora de su agrado. Las primeras notas musicales de Love Runs Out de One Republic empezaron a sonar en el habitáculo.