Suffolk, Virginia.
Una semana más tarde.
Los hermanos Winchester cedieron finalmente a la petición de Emma.
El trío de cazadores había vuelto a la acción y tenían un caso entre manos. Una familia había sido brutalmente asesinada en su hogar a manos de Ronald Davis, el esposo y padre de aquella unidad familiar.
El caso podría haber pasado por uno más de violencia doméstica si no hubiera sido por las leyendas urbanas que se contaban sobre aquella casa.
El Impala estacionó frente al lugar del crimen, una hermosa residencia colonial que se encontraba al final de una carretera secundaria. Los chicos descendieron del vehículo vestidos para hacerse pasar por agentes del FBI.
Dean enseñó su falsa placa al oficial que se encontraba en el perímetro policial y este, al verla, levantó la cinta permitiéndoles pasar.
En el interior de la vivienda tres cuerpos ensangrentados reposaban sobre el gran sofá del salón, formando grandes charcos de sangre a sus pies.
Un cuarto cadáver descansaba contra la pared del pasillo sentado en el suelo, en su mano portaba un revólver de calibre 44. El hombre al parecer había sido el ejecutor de aquella horrible matanza y había acabado con su propia vida tras realizarla.
El sheriff reparó en la presencia de los tres jóvenes y se acercó a ellos.
—Agente Seger. —se presentó Dean, mostrándole su falsa placa—. Ellos son mis compañeros, la agente Page y el agente Plant. —añadió señalando a Emma y Sam respectivamente.
—Sheriff Graham. —se presentó el hombre—. Disculpen mi atrevimiento, ¿pero a cuántos agentes piensa enviar el FBI para este caso?
—¿Disculpe?
—Esta mañana ha estado aquí una compañera suya. Ahora mismo no recuerdo su nombre, pero era rubia. 1'70 aproximadamente de estatura, y ha estado haciendo exhaustivas preguntas sobre la historia de esta casa.
Los tres amigos se miraron algo incómodos, si realmente se trataba de una agente del FBI tendrían un problema.
Sam carraspeó antes de intervenir.
—Sí, sí, sabemos de quién nos habla. Lo que sucede es que se ha dejado algunas cosas por completar en el informe.
—Mujeres... Sobre todo si son bonitas. —resopló el policía. Emma lo miró con los ojos bien abiertos—. No se ofenda, señorita Page, pero los cuerpos policiales deberían estar formados sólo por hombres.
La castaña no pudo creer el semejante comentario machista que acababa de soltar aquel hombre. Unas tremendas ganas de contestarle mal se apoderaron de ella, pero logró relajarse y morderse la lengua. Tenía más educación que él.
—Descuide, hombres como usted no me ofenden.
—¿Veis de lo que hablo? —miró hacia Sam y Dean—. Siempre con el drama... En fin, siéntanse libres de buscar cualquier tipo de pista. Si necesitan algo, pregunten. —ofreció mirando solo a hacia los hermanos, como si Emma no existiese.
Al verlo partir de espaldas a ellos, la chica le dedicó todo su amor elevando el dedo corazón en su dirección.
—Será misógino...
—Totalmente. —asintieron ambos hermanos de su parte.
El trío se separó para cubrir una mayor cantidad de terreno.
Dean subió al piso superior para medir el campo de electromagnetismo, Emma se acercó a los cadáveres y Sam investigó más sobre la historia de aquella casa interrogando a los agentes de policía que se encontraban en el lugar.
Minutos más tarde se reunían junto al Impala para poner en común aquello que habían descubierto.
—El aparato de electromagnetismo casi explota ahí dentro. —informó Dean—. No hay duda de que se trata de uno de nuestros casos.
—Sí. —asintió la chica—. He observado ectoplasma saliendo por el oído del señor Davis.
—Posesión espiritual... ¿Y tú que tienes Sammy?
— Por lo visto no es la primera vez que sucede algo así en esta casa. Algunos dicen que esta maldita. El primer propietario, Hans Holzer, asesinó a su esposa e hijos del mismo modo que Ronald Davis ha hecho... Todas las familias que han vivido aquí han sido víctimas de sucesos paranormales.
—Así que ese tal Holzer, posee al pobre Ronald y hace que masacre a su familia como el hizo antaño. —resumió el mayor de los hermanos.
—Eso parece.
—De acuerdo. Vayamos a quemar a ese cabrón.
***
La noche cayó sobre el cementerio brindándoles la privacidad necesaria para excavar y quemar los restos de Hans Holzer. Los tres caminaban entre la multitud de tumbas buscando la correcta cuando de pronto Emma advirtió algo que ninguno de ellos esperaba.
—Sam. Dean. —iluminó con su linterna la lápida que estaban buscando—. Creo que alguien se nos ha adelantado. —la tierra bajo sus pies estaba fresca.