"Las batallas más difíciles de ganar son aquellas en las que lidiamos contra nosotros mismos."
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Los tres cazadores, junto con Crowley, habían viajado de vuelta al búnker para empezar con las pruebas desde la seguridad que les proporcionaba el refugio.
Tras darle muchas vueltas al asunto, Sam y Dean habían aceptado a regañadientes el plan de Emma. Eso sí, pese a haber apoyado finalmente a la chica, los hermanos seguían reticentes a las verdaderas intenciones del Rey del Infierno y por ello habían decidido mantenerlo encerrado en la mazmorra hasta que este les fuera de utilidad.
La tensión entre el trío era más que palpable, la relación entre ellos no pasaba por el mejor de sus momentos. La confianza ciega que ambos hermanos habían depositado en el pasado en la chica se encontraba ahora en entredicho.
Emma se pasaba las horas con Crowley, ignorando las advertencias de los Winchester, mientras el demonio le ayudaba a mejorar sus recién adquiridas habilidades.
No es que se hubieran convertido en mejores amigos, pero ella pensaba sacar provecho de su útil y nuevo aliado. Tras un par de días de aprendizaje, dominaba por completo su capacidad de telequinésis y telepatía.
Por otro lado, también había sido capaz de bloquear el acceso de Astaroth a su mente de modo que se deshizo de las horribles pesadillas infundidas por él.
La chica hacía tiempo que no se encontraba tan bien. Por primera vez, desde que había pisado el universo de Sobrenatural, se sentía lo suficientemente fuerte para seguir adelante y hacerle frente a cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Esa repentina y creciente confianza en sí misma venia dada por sus descubiertos poderes y, aunque seguía insistiendo en que seguía siendo la misma, lo cierto era que algo había cambiado en ella y los chicos no lo habían pasado por alto.
El día escogido para llevar a cabo la primera prueba había llegado y Emma, como venía siendo habitual, se encontraba en la mazmorra junto al Rey del Infierno. Sam le acompañaba con la finalidad de repasar cada detalle antes de que Crowley llamara a una de sus mascotas para que la chica acabará con ella.
Dean, por su parte, preocupado por su amiga y porque las cosas no salieran como estaban previstas, no había dudado un segundo en avisar a Castiel y ponerle al tanto de todo. Había pensado que no les vendría nada mal su presencia si las cosas se ponían feas. Después de todo Crowley era Crowley.
En la mazmorra del búnker, Emma se acercó hasta el demonio con la intención de desencadenarlo de la silla donde había estado retenido durante toda una semana para que así este pudiera invocar al perro infernal que ella debía matar.
Pero antes de que pudiese abrir el primer grillete un familiar revoloteo de alas sonó en la habitación. Castiel había aparecido junto a Dean.
—Vaya. —soltó con tono irónico el demonio—. Ya estamos todos.
—Cas... —susurró Emma, fascinada.
Por primera vez era capaz de contemplar la verdadera forma del ángel.
—¿Qué haces aquí? —preguntó a continuación, sorprendida ante su presencia—. Si has venido a decirme que no te parece bien que vaya a realizar las pruebas ponte a la cola.
El ángel frunció su ceño mientras la evaluaba con la mirada. Sam y Dean estaban en lo cierto, algo había cambiado en ella. Esa arrogancia era nueva, y la pureza que una vez pudo observar en aquella alma estaba dejando paso a otro tipo de energía. Algo más oscuro.
—No he venido a detenerte. Pero soy tu amigo, y he de advertirte de algo.
Emma soltó una seca carcajada mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
—¿Qué pasa ahora?
—No puedes seguir usando esos poderes que has desarrollado. Son...—Castiel paró un segundo buscando la palabra adecuada—. Peligrosos para ti.
—¿Qué? ¡Venga ya, Cas! No hay nada peligroso en ellos, por primera vez me siento segura y fuerte. Créeme no representan ninguna amenaza para mí.
—Te están cambiando, Emma. Puedo verlo. Hay algo diferente en ti, en tu alma...
Crowley miró a la chica y sonrió de medio lado, orgulloso.
—Sí, Plumas. Ha cambiado, pero sin duda lo ha hecho para mejor. Se ha convertido en el arma perfecta para acabar con Astaroth y... ¿Qué ha sido necesario? Sólo derribar los muros que escondían semejante potencial. Su poder le hace estar preparada para ganar esta guerra.
—Tiene razón. Soy vuestra mejor oportunidad.
—No lo niego. Cerrar las Puertas del Infierno es un buen plan. —asintió el ángel—. Pero lo de tus poderes es otra cosa... Has de dejar de jugar con fuego, no debes usar tus habilidades.
—¿Por qué? —exigió saber Emma, que empezaba a estar cansada del control que el ángel y los Winchester intentaban ejercer sobre ella.
—Porque ese tipo de poder corromperá tu alma. Y todos sabemos que sucede cuando un alma humana se corrompe.