Una Vida Sobrenatural

36. Todos nos volvemos locos alguna vez

 

Denver, Colorado.

El escandaloso motor del Impala irrumpió en el aparcamiento del Motel Anchor mientras estacionaba al lado de un precioso Camaro del 69' de color azul. Una inevitable sonrisa se dibujó en el rostro de Dean al reconocer el coche de la rubia. 

Alice había contactado con él para solicitar algo de ayuda extra en un caso que le estaba dando más de un dolor de cabeza.

Los tres cazadores habían viajado hasta allí aplazando así la realización de la segunda prueba para cerrar las Puertas del Infierno. Hacía tres días que Emma había pasado con éxito la primera de ellas, 72 horas en los cuales no había vuelto a usar sus poderes tal y como había prometido. 

Igualmente, las cosas no estaban del todo normales en ella.

Toda la comida y bebida, a excepción del agua, que ingería le sabía realmente mal y le provocaba rechazo. Apenas había probado bocado desde la realización de la primera prueba, aunque tampoco sentía una sensación de vacío en su estómago. Era como si ya no necesitará de sustento. 

El tema del sueño también le resultaba peliagudo. No había conseguido cerrar los ojos por más de ocho horas en los últimos tres días, así que se dedicaba a pasar las horas acurrucada contra Sam mientras este dormía y ella velaba por su sueño. 

Pese a todo ello, Emma no se sentía cansada o débil sino más bien todo lo contrario. Estaba llena de vitalidad y energía renovada así que había decidido acompañar a los chicos para ayudar a Alice y así tomarse un tiempo alejada del Rey del Infierno, el cual seguía maniatado en el búnker.

Las puertas del Chevy Impala chirriaron levemente al cerrarse tras los chicos y estos comenzaron a caminar dirección a la habitación que Alice había rentado en aquel motel. 

Dean llamó a la puerta con sus nudillos y la rubia abrió a los pocos segundos.

—Gracias por venir. —se abrazó a Dean a modo de saludo, repitiendo el proceso con Sam y Emma antes de dejarles pasar—. Me alegro de veros. 

El trío entró en la habitación para observar la gran cantidad de informaciones que la rubia había recopilado sobre el caso y las víctimas. Numerosos papeles y textos antiguos se encontraban dispersos por toda la habitación.

Dean apartó uno de los libros de la cama y se sentó sobre esta.

—Menuda tienes liada aquí. 

—Sí, perdonad el desorden pero estoy totalmente perdida. No tengo ni idea de con lo que podría estar tratando. Por eso os he llamado. Tal vez esté pasando algo por alto. 

—¿Qué ha pasado? —preguntó con interés Sam mientras revisaba algunas notas sobre la mesa que se encontraba al lado del mini bar.

—Cinco muertes a manos de cinco pacientes diferentes en el Hospital Porter de Salud Mental.

—¿Estás hablando de que han ocurrido cinco asesinatos en un manicomio? -señaló Dean con una media sonrisa. La cazadora asintió a la pregunta—. ¿Y te has planteado que tal vez no haya caso? Asesinos psicópatas.

Alice le dedicó una mirada llena de desdén.

—Dean, no os hubiera llamado si no estuviera segura de que algo extraño sucede. Los pacientes nunca habían tenido brotes violentos y de la noche a la mañana asesinan brutalmente a enfermeras y compañeros sin motivo alguno. Sin cambios en la medicación... Nada.

—Vale, vale.¿Qué has descartado?

—En un primer momento pensé en un espíritu, pero rechacé la idea al comprobar el electromagnetismo, la inexistencia de zonas frías y la ausencia de ectoplasma.

—¿Posesión demoníaca pues? —se atrevió a suponer Dean mientras Alice negaba con la cabeza.

—Fue mi segunda opción, pero ni rastro de azufre. Además, cuando tuve acceso a los asesinos los testé con agua bendita y no reaccionaron a ella.

Emma, que hasta entonces no había interrumpido en la conversación, se acercó a la rubia antes de hablar.

—¿Qué ha sido de los asesinos? 

—Los tienen encerrados en el ala de aislamiento. Se han vuelto verdaderamente violentos. Los trabajadores del centro apenas se atreven a deslizar las bandejas de comida dentro de sus habitaciones.

—Ya... ¿Virus Croatoan? —se aventuró.

Alice abrió los ojos realmente sorprendida.

—Vaya, no había pensado en eso... Podría ser. Eso explicaría porque se han vuelto unos contra otros y extremadamente violentos. Y también explicaría el porqué no reaccionaron al agua bendita... No son demonios per se, sino que están infectados...

—Creía que nos libramos de ese maldito virus cuando volaste aquel almacén por los aires. —habló Dean mirando a su hermano al tiempo que se ponía en pie.

—Sí, yo también. —respondió Sam—. Pero supongo que puede ser creado por cualquier demonio con cierto poder. Una nueva cepa tal vez.

—Perfecto. Debemos asegurarnos de que se trata realmente de eso. ¿Alguna idea?



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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