Los hermanos Winchester se volvieron a colar en el hospital y buscaron por todo el edificio el lugar donde podrían estar escondidas las preciadas almas. Finalmente llegaron a la habitación de las calderas y ahí estaban, cinco tarritos brillaban intensamente con la luz más blanca y pura que los ojos de ambos habían podido percibir jamás.
—Te lo dije. —musitó Sam al ver que había estado en lo cierto.
Dean con una actitud muy infantil repitió las palabras de su hermano antes de hablar.
—Y ahora qué, genio.
—Las liberamos.
Por su parte, Alice y Emma, caminaban por los pasillos del hospital intentando descifrar quién de todos los allí presentes se trataba del demonio que estaba recolectando dichas almas.
Emma iba liderando el paso, gracias a que ahora era capaz de ver el verdadero rostro de los demonios la labor no les resultaría muy difícil.
—Oye. —llamó su atención la rubia mientras ambas seguían deslizándose por los recovecos del centro—. ¿Por qué has mentido antes?
La castaña se giró levemente al escuchar su pregunta, aunque no dejó de caminar.
—¿A qué te refieres?
—En el restaurante. Has dicho que había comido algo aquí pero no lo hiciste. —Emma esta vez sí detuvo su paso y se volteó completamente para enfrentar a Alice—. ¿Está todo bien contigo?
—Perfectamente.
—¿Y por qué no te creo?
—Mira, dejemos algo claro. —respondió secamente Emma al sentirse expuesta—. Puede que sea físicamente igual a Anne y que tú seas exactamente igual a Lola, pero ni yo soy tu hermana ni tú eres mi mejor amiga. Así que házme un favor y deja de fingir que te preocupas por mí.
Alice frunció su ceño al recibir aquella dura respuesta, no recordaba que Emma pudiera ser tan extremadamente soberbia.
No era su hermana, eso era cierto, pero después del primer encontronazo en aquel bar de Suffolk ambas habían conectado muy bien y había pensado en que podrían llegar a ser muy buenas amigas.
Sin embargo, ahí estaba la castaña parada frente a ella mirándola con una frialdad que no recordaba haber visto antes en ella.
—Te creía más simpática.
—La gente cambia.
En ese preciso momento el Dr. Wittenberg apareció por el final del pasillo con rostro preocupado y corriendo hacia los ascensores.
Emma, que había reiniciado sus pasos, se paró de golpe cogiendo a Alice del brazo para frenarla también.
—¿Qué haces? —inquirió librándose de la sujeción de la castaña.
—Es él. Wittenberg es un demonio. —había podido observar la verdadera y horrible forma de aquel ser antes de que el hombre tomará el ascensor—. Sigámosle.
Cuando el Dr. Wittenberg salió del elevador dirigió sus pasos aceleradamente hacía la habitación de las calderas.
Las almas habían sido liberadas y maldijo a los Winchester por ello.
Hecho una furia irrumpió en la habitación para encontrarse con Sam y Dean junto a los tarros ya vacíos. Sin mediar palabra y tornando sus ojos en la más profunda oscuridad lanzó a los hermanos contra la pared inmovilizándolos en el proceso.
—Deberías haberos marchado cuando os di la oportunidad... Pero no, os tenías que hacer los héroes, ¿verdad? Lástima que esto se vaya a volver contra vosotros.
—Yo no estaría tan seguro de eso. —sonó alta y clara la voz de Alice tras el demonio.
Emma se encontraba a su lado empuñando el cuchillo de Ruby.
El demonio ignoró a la rubia y centró toda su atención en la castaña.
—Vaya, esto sí que es una agradable sorpresa, Emma. —dijo habiendo reconocido a aquella celebridad de la que tanto hablaban ángeles y demonios—. Acabo de perder cinco almas, pero voy a ganar las de los Winchester y la de la Sanadora.
—Te tienes en muy alta estima, ¿cierto? —volvió a hablar Alice dispuesta a atravesarlo con su espada angelical.
Pero el demonio fue más rápido que ella y la desarmó de un solo golpe. La rubia voló hacía el otro lado de la habitación colisionando con una de las tuberías en su cabeza. Una brecha se abrió paso en su frente y la chica cayó de bruces contra el suelo quedando inconsciente.
—¡No! —gritó Dean luchando contra la fuerza invisible que lo mantenía sujeto contra la pared—. ¡Alice!
—Una menos. —rió el demonio—. No funcionará. —agregó observando al mayor de los Winchester.
—Voy a matarte. —amenazó entonces Emma.
Aunque con un simple gesto de manos Wittenberg provocó que el cuchillo cayera lejos de su alcance. Dejando a la chica completamente desarmada, a los hermanos inmovilizados y a Alice inconsciente... Estaban perdidos.
—No les hagas daño. —suplicó la castaña—. Negociemos... ¿Quién eres?