La noche hacía tiempo que cubría el cielo, en él las radiantes estrellas inundaban todo el manto celestial brindando una hermosa vista. Las afueras del búnker se encontraban rodeadas de una perfecta quietud que pronto resultaría rota debido a la aparición de Emma y Crowley en las inmediaciones del refugio.
El peculiar dúo había logrado salir del Infierno y deshacerse de Astaroth, pese a que el precio a pagar no había sido otro que dejar a los hermanos Winchester atrapados allí abajo junto al Gran Duque del Infierno.
Sin embargo, Emma no parecía estar nada contrariada por este hecho y Crowley no podía salir de su asombro ante la fría actitud que la joven había demostrado. El Rey del Infierno le temía, después de todo lo que había presenciado no podía evitarlo. Si Emma había sido capaz de abandonar a Sam y Dean, nada le aseguraba estar seguro al lado de ella.
—Estás muy callado para ser tú. —observó la castaña evaluando al demonio.
—Digamos que... Me dejas sin palabras.
—Viniendo de ti me lo tomaré como un cumplido. —sonrió fríamente Emma, antes de hacer una incisión sobre su antebrazo donde el alma de Adam resplandecía a través de su piel—. Solvo aec phantasmata intern et inde ado limbo.
El alma de Adam se elevó sobre sus cabezas hasta perderse entre las brillantes y hermosas estrellas que iluminaban el cielo.
Emma lo había conseguido. La segunda prueba acababa de ser completada, y una enorme sensación de poder llenó cada recoveco de su cuerpo.
—Sólo quedas tú. —dijo entonces dirigiendo su mirada hacia Crowley—. Será mejor que nos demos prisa. Ahora que el indeseable de Astaroth conoce nuestros planes debe estar como loco buscándonos.
—¿Pretendes empezar ahora con la tercera prueba? Si haces eso, si terminas la última prueba, estarás cerrando las Puertas del Infierno para siempre.
Emma le observó divertida mientras juntaba las palmas de sus manos para aplaudir lenta e irónicamente.
—Veo que sabes sumar 1 más 1. ¡Enhorabuena! Crowley, ¡hicimos un maldito pacto! De eso trataba, tú me ayudabas a cerrar las puertas y yo te devolvía la humanidad... ¿A caso te estás echando atrás?
—No, querida. No me estoy echando atrás. Es sólo que tus amiguitos están allí abajo y si terminas con esto ahora, los estarás condenando a una eternidad de sufrimiento...
—¿Y? No podemos arriesgarlo todo por salvar a los Winchester una vez más. No pienso desviarme de mi misión. Así que si no eres tú, encontraré a otro demonio al que usar.
Emma era incapaz de sentir emoción humana alguna, podía verse reflejado en su rostro. Era como una máquina, como un robot programado con la única misión de cumplir un objetivo, un autómata que no repararía en nada más hasta ver su meta alcanzada.
—Realmente no sientes nada, ¿eh? —observó Crowley—. Tienes menos integridad moral que un demonio y eso es decir mucho.
—Te equivocas.¿Sabes lo que siento? Un enorme poder creciendo en cada parte de mi ser. Un poder que podría permitirme convertirte en polvo ahora mismo.
—¿Estás amenazándome? ¡No olvides que sigo siendo el Rey del Infierno!
—Ese es un título que va a durarte más bien poco.
Crowley no aguantaba más la actitud arrogante que Emma desprendía en cada una de sus palabras. Aquella chica no hacía otra cosa que burlarse de él y no pensaba permitirlo, aún sabiendo que tal vez se arrepentiría de ello, y que amenazarla resultaría peligroso, decidió darle un escarmiento y usar parte de sus poderes demoníacos para bajarla de su pedestal.
Alzando una de sus manos, como tantas otras veces lo había hecho, el demonio intento mandarla contra la entrada el búnker, pero Emma no se movió ni un ápice de su posición.
—Tal vez quieras intentarlo otra vez. —le invitó la castaña con una retorcida sonrisa—. Te dejaré ventaja. —agregó acercándose con paso seguro hacia Crowley.
—No puede ser... —negó el demonio retrocediendo. Sus poderes no habían tenido ningún efecto sobre ella.
—Una habilidad más que añadir a mi lista: inmunidad al control demoníaco. Se pone cada vez mejor, ¿no crees?
Crowley tragó saliva. Había conseguido cabrearla y ahora podía esperar cualquier cosa de ella. Pensando rápido el demonio usó la última baza que le quedaba, solicitar ayuda al único ser que tal vez pudiera sacarle de aquel aprieto.
El Rey del Infierno rezó. Sí, un demonio buscando ayuda divina, él mismo había pensado en la paradoja de la situación pero lo cierto era que tiempos desesperados requerían medidas desesperadas. Así que esperaba que el ángel de la gabardina tuviera los oídos abiertos y estuviera dispuesto a escuchar su llamada.
—¿Se te ha comido la lengua el gato? —inquirió Emma, al ver el semblante concentrado de Crowley—. ¿Qué debería hacerte yo ahora? Acabas de intentar hacerme daño... ¿Tal vez debería devolverte el golpe? —agregó alzando una de sus manos frente al rostro del demonio—. ¿Enseñarte modales?