Una Vida Sobrenatural

40. Los lazos que nos unen

 

La noche había ido muriendo con el paso de las horas y el sol empezaba a alzarse tímidamente sobre el cielo que cubría el búnker. 

Emma había pasado el tiempo dando vueltas de un lado para otro ante la atenta mirada de Crowley. Pero tras cansarse de escuchar los comentarios sarcásticos y ponzoñosos que el demonio le dedicaba, la cazadora finalmente lo había amordazado y arrastrado de nuevo a la mazmorra.

Hacía ocho largas horas que Castiel había ido en busca de los hermanos y aún seguía sin noticias del ángel. Ocho horas en las que Emma había tenido que lidiar con su humanidad de nuevo, con todos aquellos sentimientos y necesidades que ahora volvían a amontonarse en su ser y que le hacían sentirse como si estuviera a punto de estallar.

El cansancio había hecho mella en ella. Después de semanas sin dormir volvía a necesitar de ese descanso, pero se veía incapaz de cerrar los ojos cuando Sam y Dean seguían atrapados en el Infierno porque ella les había dejado atrás.

Emma estaba moralmente devastada. ¿Y si Cas no había llegado a tiempo? ¿Y si Astaroth había acabado con todos ellos? No podía dejar de pensar en que existía la posibilidad de que no volviera a verlos nunca. De que, tal vez, se había quedado sin la única familia que ahora tenía.

La chica se encontraba en la habitación de Sam, donde había cogido de la cómoda una de sus camisas a cuadros y ahora la vestía sobre su propio atuendo. Echaba de menos el aroma del cazador, los brazos de él rodeando su pequeño cuerpo. Lo necesitaba, y aquella prenda era lo más cercano a sentirlo sobre su propia piel en aquellos instantes.

Recostada sobre el cabecero de la cama y enredando distraídamente sus dedos sobre el colgante de plata, regalo del menor de los Winchester, observaba una y otra vez algunas de las fotos que guardaba en su móvil sobre los últimos meses vividos en aquel mundo. Sus favoritas eran aquellas que habían tomado durante su cumpleaños en el lago Harlan, cuando después de semanas de encierro, los chicos le habían brindado uno de los días más felices de su vida. 

Una leve sonrisa se formó en sus labios cuando reparó su atención en una fotografía de los tres con el cristalino lago de fondo. Recordaba con exactitud como ella misma había intentado tomar aquella foto decenas de veces pero siempre cortaba a uno de los hermanos. Finalmente Dean había sido el encargado de encuadrar la foto. 

Suspiró ante aquella visión, había pasado tanto desde aquel día... Sólo deseaba con todas sus fuerzas que las cosas volvieran a ser como en aquel entonces aunque ese deseo no era más que una utopía pues sabía que cerrando las Puertas del Infierno, su destino no sería otro que la muerte.

Los párpados empezaban a pesarle cuando un estruendoso sonido, proveniente de la biblioteca, le devolvió de vuelta a la realidad. Lo primero que pasó por su mente es que se trataría de Castiel junto a Dean y Sam, así que salió corriendo a su encuentro.

No estaba equivocada, cuando entró en la gran sala observó las tres figuras de sus amigos paradas de espaldas a ella. Los hermanos Winchester parecían estar ilesos pero no podía afirmarse lo mismo del ángel. Dean cargaba sobre sus hombros unos de los brazos de Castiel, el cual tenía toda la gabardina ensangrentada, sujetándolo para que este no colisionara contra el suelo. El trio seguía ajeno a la presencia de la chica.

Emma se moría de ganas por acortar la distancia que le mantenía separada de ellos, por abrazarlos y rogarles perdón una y otra vez por haber llegado tan lejos. Pero en su lugar, se quedó completamente inmóvil entre las líneas del temor y la culpa.

Pronto su presencia fue delatada cuando los hermanos se giraron en su dirección. El ángel, sin entrar en detalles, les había informado de la nueva situación antes de sacarlos del Infierno. Poco después había sido herido de gravedad por Astaroth, justo en el momento en el que se disponían a desaparecer de su vista.

La joven vio la profunda herida abierta que brillaba níveamente sobre el pecho de Castiel y como este, estaba a punto de perder el sentido a causa de ella.

—Cas... Va a estar bien, ¿verdad?  —preguntó, dirigiéndose por primera vez a los hermanos—. Lo siento tantísimo... 

—Me lo imagino. —respondió Dean secamente y sin apenas mirarle. Justo antes de desaparecer de su vista arrastrando al ángel hacía uno de los dormitorios.

Emma no podía culpar al mayor de los Winchester por la áspera contestación que le había dedicado. Se lo tenía bien merecido por haberse comportado como una auténtica arpía. 

Lentamente dirigió su mirada de vuelta a Sam, el cual se había acercado hasta su posición. El cazador la observaba con intensidad, pero Emma no supo descifrar que se escondía en aquella mirada.

—Sé que no merezco que me perdones pero lo necesito. Yo... te necesito, Sam.



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En el texto hay: sobrenatural

Editado: 17.04.2018

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