Emma abrió los ojos sobresaltada. Sobre su cintura un fuerte brazo, que rápido identificó como el de Sam, la envolvía desde atrás pegando su espalda al pecho del cazador.
—¿Sam? —se giró, levemente sorprendida.
—Buenos días, dormilona. —respondió él contra su oído—. ¿Es que esperabas a otro? —cuestionó con una sonrisa mientras se incorporaba para encontrarse con la mirada de la chica.
Emma negó con la cabeza soltando una risita.
—He tenido una pesadilla horrible. Un genio me atrapaba y...
Pero no terminó la frase. ¿Realmente había sido un sueño? ¿O se encontraba ahora atrapada en la fantasía a la cual le había inducido el monstruo?
—Mierda. —murmuró cayendo en la cuenta de que podía estar atrapada en una ilusión.
—Sólo ha sido un sueño. —habló Sam llevándole un mechón de pelo tras la oreja y recorriendo con el pulgar desde la barbilla hasta sus labios, donde se detuvo acariciándolos con deseo antes de besarla dulcemente—. Te prometo que no hay ningún genio cerca... —añadió entre susurros dejando una retahíla de besos sobre el cuello de Emma.
La mano del cazador viajó por el cuerpo de Emma metiéndose bajo la fina camiseta de algodón que esta vestía.
Emma cerró los ojos para sentir las caricias de Sam recorriendo cada centímetro de su piel, allí donde no sentía su boca sentía sus manos, y no pudo evitar lanzar un ahogado gemido de placer provocando que él sonriera con orgullo contra sus labios.
La espalda de la chica se curvó sobre el colchón buscando rozar su cuerpo contra el de él, agarrándose a sus fuertes brazos mientras el ritmo de los besos se volvía más demandante y frenético, sintiendo que en cualquier momento podría explotar, enloquecer, arder de puro amor y pasión.
Emma se olvidó de todo en esos instantes, dejó de lado la idea de que podría tratarse de una mera fantasía porque lo cierto era que ningún sueño se había sentido nunca tan vívido como aquel.
—Te quiero.
—Y yo a ti, ángel.
—¿Ángel? —se extrañó ella ante aquel apelativo cariñoso.
Sam nunca se había referido a ella de ese modo. Él frunció su ceño al ver la expresión de sorpresa en el rostro de la chica.
—Nunca me habías llamado así.
—Claro que sí. —sonrió él con obviedad—. Mi angelito.
—No. —negó ella deslizándose hacía un lado de la cama liberándose así de su agarre—. Esto no es real. —resolvió finalmente levantándose de la cama mientras Sam trataba de hacerla volver a ella.
—Vamos, Em... Sí lo es. Vuelve aquí.
—¿Dónde está Dean? —preguntó con ansiedad mientras se ponía unos pantalones. El mayor de los Winchester había estado bajo el influjo de los genios antes, él la creería.
—No puedes dejarme así... —se quejó Sam incrédulo ante el comportamiento de su chica.
—¿Dónde está tu hermano?
—Fuera. Jugando con el Impala. —informó resoplando.
Emma salió apresurada de la habitación dejando a un encendido Sam atrás.
—¡No te preocupes por mí! —exclamó el cazador cuando la puerta se cerró ante sus narices—. Me daré una ducha fría.
Emma caminó por el aparcamiento hasta localizar a Dean agachado junto al vehículo. El cazador estaba ocupado cambiando una de las ruedas traseras y ella no pudo sentirse más confundida ante aquella visión.
Recordaba que habían pinchado, que los chicos habían caminado hasta el pueblo y que ella se había quedado atrás esperando junto al coche hasta que un grito le había alertado... Después se había enfrentado al genio y había despertado allí. ¿Pero el detalle de la rueda? Aquello la estaba volviendo loca hasta tal punto de que ya no distinguía si aquello era una fantasía o la realidad.
—¿Vas a quedarte ahí parada mirándome? ¿O puedes pasarme esa llave?
—Dean... —dijo reaccionando y pasándole la herramienta—. ¿Dónde estamos?
El aludido dejó de apretar los tornillos de las llantas para levantar la vista hacia la chica con una media sonrisa formada en sus labios.
—¿Tan movidita ha sido la noche qué no recuerdas ni dónde estás? —bromeó mientras se limpiaba la grasa de sus manos—. Le voy a tener que decir a Sammy que baje el ritmo.
—Por el amor de Dios, Dean... Responde a la maldita pregunta.
El mayor de los Winchester dejó ir una carcajada antes de responder.
—Tulsa.
—¿Oklahoma?
—Exacto. —asintió el cazador poniéndose de pie—. Veo que aprobaste geografía. Felicidades.