"Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros. Lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal."
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El mundo entero tembló cuando miles de bocanadas negras se perdieron entre la tierra. Todos aquellos demonios que habían vagado libremente alrededor del planeta habían sido expulsados de sus recipientes y devueltos al Infierno. Las puertas se habían sellado para siempre.
En el búnker las alarmas sonaban escandalosamente, del mismo modo que lo hicieron cuando los ángeles fueron expulsados del Cielo. Emma estaba exhausta tras haber finalizado las pruebas. La castaña podía sentir como cada fibra de su cuerpo se iba apagando lentamente, pero se negaba a dejar que esa sensación la dominará, y contra todo pronóstico continuaba en pie.
El corazón le latía atolondradamente. La inquietud por su próxima muerte lo hacía bombear con mayor brío, aunque lo cierto era que sus latidos estaban contados y que pronto todo acabaría para ella. Sabía que esta vez no había escapatoria.
Era peculiar la cantidad de veces que había estado a punto de morir durante aquel año en ese mundo, más de una vez había creído que llegaba su hora, más en el último momento Sam, Dean o Castiel la habían salvado y ella había logrado sobrevivir. Sin embargo, en aquel preciso momento ni siquiera se planteaba volver a burlar a la parca; sabía que todo había terminado, que había cumplido con su parte y que el único destino que le esperaba era la muerte.
Emma caminaba despacio a través del refugio, acompañando al ahora ex Rey del Infierno fuera del búnker, mientras los Winchester y el ángel custodiaban su paso muy de cerca. Temiendo que en cualquier momento ella pudiera desplomarse ante sus narices.
La puerta de entrada del búnker chirrió al abrirse, Crowley se dispuso a cruzar el umbral pero detuvo sus paso al ver que la castaña se había parado en seco, el aire frío que se coló en el interior del refugio provocó que el cuerpo de Emma empezará a tiritar.
El menor de los Winchester que no había pasado el detalle por alto, acudió a cubrir los hombros de la chica con su propia cazadora.
—¿Mejor? —preguntó con una mirada llena de preocupación, la misma que había mantenido desde el momento en que Emma había dado inicio a la cura de Crowley.
Emma asintió dedicándole una leve sonrisa de agradecimiento.
—¿Y ahora qué harás? —dijo débilmente, dirigiendo su vista al humanizado Crowley.
—Buscaré a mi hijo, Gavin. Trataré de enmendar las cosas. Ya sabes, recuperar el tiempo perdido. —agregó, antes de sorprenderle dándole un breve abrazo—. Gracias, Emma.
—Esto ha sido raro. —rió ligeramente incómoda ante el apretón.
—Sí... —asintió Crowley sonriéndole. El carraspeó de los hermanos hizo que se separará de la chica y dirigiera su atención hacia ellos—. No os pongáis celosos, chicos. Ahora tengo amor para todos. —habló en tono burlón, abriendo sus brazos de par en par.
—Conmigo no cuentes. —negó Dean con desdén.
—¿Alce? —bromeó Crowley dirigiendo su vista al más alto.
—Ni en broma.
La situación provocó una carcajada en el ex demonio.
—Nunca creí que diría esto pero... No cambiéis.
—Tú intenta no volver a cruzarte en nuestro camino por si acaso. —habló Dean con una falsa sonrisa.
Crowley se limitó a negar con la cabeza y rodar sus ojos.
—Yo también os echaré de menos. —dijo con una sonrisa torcida, antes de encaminar sus pasos fuera del búnker hacia su nueva vida.
Los tres cazadores, junto a Castiel, reprendieron el camino de vuelta hasta el gran salón, pero antes de que alcanzaran su destino un grito desgarrador surgió de Emma.
Un sonido que congeló la sangre de los hermanos, inclusive la del propio ángel, un grito que expresaba la agonía que acababa de sentir la joven en su propia piel.
El dolor llenaba cada una de sus extremidades y pronto la poseyó por completo. Su cabeza parecía estar a punto de estallar, sus venas ardían con fiereza iluminando todo su cuerpo, y entonces temió combustionar allí mismo.
Tenía la certeza de que su hora había llegado, y el notar el sabor metálico de su propia sangre en la boca se lo confirmó. Asustada y tambaleándose un poco a causa de todo aquel sufrimiento, decidió alejarse de sus amigos. No quería que le vieran de aquel modo.
Sacando fuerzas de flaqueza, y para asombro de los allí presentes, Emma consiguió dejarlos atrás con rapidez y se encerró en el baño.
—¡Em! —gritaron Sam y Dean al unísono, saliendo tras la chica.
Los golpes de los hermanos Winchester en la puerta del cuarto de baño pronto retumbaron por todo el pasillo entremezclándose con los gritos de ella. Castiel, tras los dos cazadores, se limitó a hacerles una señal indicándoles que él se encargaría. Fue entonces cuando el ángel desapareció de sus vistas y se materializó al otro lado de la puerta.