Una voz hermosa 2

3. Eres la persona de mis momentos felices

Ahora sí puedo sentir la tensión en la mansión. 


Después de lo que dijo Vincent en el restaurante, no hubo más charla; la cuenta se pagó y regresamos a casa. Desde entonces, entre él y mi papá no ha habido palabra, ni siquiera una mirada. Me siento en medio de todo... 


Eran las seis de la mañana y yo no podía volver a conciliar el sueño. Mi incomodidad fue muy ruidosa, lo suficiente para llamar la atención de Vincent. Después de poder coordinar, se dirigió conmigo: 


¿Estás bien?
—No... no sé. 


Hubo un pequeño silencio. La misma molestia ahora nos afectaba a los dos. 


¿Quieres hablarlo?
—Es que ni siquiera sé qué decir. No entiendo nada... ¿por qué todo fue de mal en peor? 


Noté que quiso decir algo, pero se limitó a ver el techo. 


—Creí que el hecho de que contratara a un profesional para entenderte era una buena señal, pero al parecer, solo lo vio como... un camino exclusivamente beneficioso para él… ¿o no?
No sé cómo piensa tu padre, pero tampoco me quedan ganas de descubrirlo. 


Me senté y lo miré con el ceño fruncido. 


—¿Por qué dices eso?
Respeto a tu padre por ser tu padre, pero como persona no me agrada demasiado. Sé que no lo conozco muy bien, pero lo que hizo no me gustó en lo absoluto. 
—A mi tampoco, pero por vivir aquí tuve que adaptarme a sus modos y costumbres.
Si algo te hace cambiar lo que realmente eres, no es bueno —dijo después de sentarse—. A pesar de eso, ya vi que aquí no tengo mucho poder de palabra. 


Junté mis manos desanimada. 


—Entonces... ¿no estás a gusto en este lugar?
No es eso. Me parece interesante este nuevo entorno, el problema aquí, es que yo no soy el que está inconforme. 
—Ignoro cómo lidiar con este problema. Podría hablar con mi papá, pero mi intuición me dice que no obtendré información, ni algo positivo.
No, no lo intentes. Las cosas forzadas no llevan a nada bueno. 


Después de meditarlo, reaccioné para no caer en el abatimiento. 


—Tienes razón, por eso no volveremos a pensar en esto —di una palmada sobre mis piernas decidida. Vincent me vio levantarme—. No viniste aquí para pasarla mal. Dijimos que íbamos a descubrir esta ciudad y eso es lo que vamos a hacer. No dejaremos que esto nos afecte —dije al poner ambas manos en mi cintura. 


Sonrió al verme entusiasmada. 


Mi momento heroico se murió cuando el pantalón de la pijama se me cayó. Es que... me arriesgué a usar uno suelto, todo con fines de comodidad. 


—Ups... 


Dejó salir una pequeña risa. 


¿Sabías que me contagias muy rápido con tu alegría? 


Me senté en la cama cerca de él después de haberme subido el pantalón. 

 

—No te burles, me entró frío.
Haremos un buen trabajo descubriendo esta ciudad, solo asegúrate de vestir ropa que sea de tu talla. 
—Muy gracioso...


Aún era muy temprano para ir a desayunar, así que Vincent decidió tomar un baño. Le di privacidad mientras elegía qué ropa me iba a poner para salir; después de unos minutos, recordé que había dejado mi crema para la cara en el baño. Ya había pasado un tiempo y no escuchaba caer agua, por lo tanto me dispuse a entrar.


—No veo, no veo —dije al entrar con los ojos cubiertos después de tocar.


Me guie con el tacto para llegar hasta el tocador. 


—Ay, pero si no veo, no te veo... ¿cómo voy a saber si me estás hablando? Que bueno... déjame decirte que permiso para verte, ya no necesito —reí. 


Me tocó el hombro para indicar que podía descubrir mis ojos. Tenía una toalla en la cintura, así que todo correcto. 


—Vine por mi crema, olvidé regresarla a su lugar.
Está bien. 


Tomó otra toalla y se quitó los excesos de agua en el cabello. 


—Creo que mejor salgo de aquí, si no, mi termómetro va a subir de temperatura. 


Me miró de reojo, pero después sonrió. 


¿Hablas en serio? —dejó la toalla sobre sus hombros.
—Es que, tú entiendes, tú y yo aquí, solos. ¡Tienes solo un toalla! No puedes culparme por sentirme así. 


Su sonrisa se volvió pícara. 


Tendremos que trabajar en ese control —se acercó.
—Ah no, ya sabes que yo no sirvo para eso de contenerme.
Con mayor razón tengo que ayudarte.


Ese contacto visual lleno de complicidad apareció. 


—¿Crees que tus métodos den resultado?
Siempre han sido efectivos, ¿no? 


Avanzó hacia un lado para ir con dirección a la ducha; me llevé las manos a las mejillas emocionada. 


—Ay, Vincent, qué cosas dices —dije traviesa. 


Me sacó de mis pensamientos sentir un chorro de agua helada a presión golpear el costado de mi cuerpo. No tuve tiempo de reaccionar, cuando el agua atacó mi cabeza; el chorro se detuvo, terminé empapada. Vincent me había bañado con la ducha teléfono. 


—¡Hijo de... la mañana! —dije al verme, temblé de frío. 


Había un enorme charco abajo de mi y como el agua había salido a presión, todo se había salpicado. 


Creo que eso fue suficiente para enfriarte, dudo que tu termómetro suba en exceso de nuevo. 
—¡Hoy no me tocaba baño!
Yo creo que sí —sonrió.
—Te aprovechaste de que estaba distraída...
No, te ayudé. Este es el momento en el que me agradeces. 


Lo admito, jamás imaginé que me bajara la "calentura" de esta manera. Es creativo para comenzar la guerra, lo acepto, pero si algo sé hacer, es darle soporte a las batallas. 




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