Una voz hermosa 2

4. Piedras en el camino

—¿Se puede? —preguntó Darlene al asomar la cabeza por la puerta. 


Nos encontró a Vincent y a mi en una posición difícil de yoga. Temprano por la mañana, decidimos salir a correr un rato, pero como no nos pareció suficiente ejercicio, decidimos intentar algo nuevo. Admito que era muy divertido, ninguno de los dos daba una. Esto requería más concentración de la que se cree. 


—¿Esto te parece un cuadrado? —le pregunté con esfuerzo.
—No lo creo —dijo confundida. 


Perdimos el equilibrio y abandonamos nuestras posiciones. No pudimos evitar reír.


—Lamento arruinarles la fiesta, pero papá quiere hablar con ambos. 


Las risas se detuvieron; vaya que sí era algo capaz de estropear el buen humor, no podía tratarse de algo bueno. Fuimos hasta su oficina y los reclamos no tardaron en comenzar. 


—¿Por qué quieres que se vaya? —pregunté afligida—. No hemos hecho nada malo, es más, nos adaptamos a todo lo que nos han dicho. 


Mi mamá y mi papá se vieron entre ellos; durante todo este tiempo, la única cosa por la que protestaban, era por nuestro comportamiento cariñoso y por eso me refiero a risas y abrazos, ni siquiera un beso. Al parecer, ver cómo nos consentirmos era algo muy incómodo para ellos. 


Esto es una auténtica exageración. Entiendo que podría ser un sentido protector (Darlene dijo que al día de hoy, ambos aún me ven como una niña pequeña que no sabe lo que quiere), puede resultar algo inesperado ver a su hija enrollada con un chico, pero ya tengo veinte años, ¿no es normal ser cariñoso con tu pareja a esta edad? 


—No lo tomes a mal, —dijo mi mamá con la intención de inspirarme serenidad— el motivo por el que lo hacemos es...
—Estás muy distraída —interrumpió mi papá.
—¡Querido! Quería decir que... —juntó las manos— no estaría nada mal que ambos tuvieran su espacio personal. ¿No crees que Vincent debería tener un lugar solo para él? Ambos están muy apretados en tu habitación. Claro que puede venir a visitarte de vez en cuando, es bienvenido.
—No lo parece. 


Me miró desconcertada, sin más estrategias a las que pudiera recurrir. Mi papá se encargó del asunto, se levantó de su silla y caminó hacia mi.


—Amber, la decisión está tomada. No debemos darte motivos ni explicaciones para contentarte. 
—Si me dieran un motivo convincente o al menos me hablaran con la verdad, todo sería diferente.
—¿Quieres la verdad? Bien. No es correcto que estés con tu pareja todo el día, tómense un descanso. Hay cosas importantes que hacer, estar con él y llevar a cabo todas las acciones que su relación exige, consumen tu tiempo y mente por completo.
—¡Tú estás con mamá todo el día!
—Tenemos obligaciones que cumplir estando juntos. Además, somos un matrimonio y ustedes, unos adolescentes.
—¡La adolescencia termina a los diecinueve años! ¿No sabes cuántos tengo?


Mi mamá suspiró y se llevó una mano a la frente, ha de pensar que todo esto es un desastre. 


—¿Por qué te molesta tanto que tenga pareja? ¡Soy una adulta! —reproché sin cuidado.
—Y ya que lo eres te vas a comportar como tal. No voy a permitir que me levantes la voz, vas a obedecer y es todo. 


Apreté los puños mientras pujaba sin dejar de verlo, el debate visual parecía ser eterno. Puedo apostar a que mi cara se puso roja. Vincent llamó nuestra atención y me dijo que estaba bien.


—¡¿Cómo que está bien?! —reclamé. 


Mi papá volteó a verlo, estaba confundido, igual que yo.


—Me han dado comida, un techo y un lugar donde dormir por varios días; —dijo la voz digital, Vincent le hablaba a mis papás— llegué de imprevisto, por lo tanto, entiendo sus palabras y no iré en contra de ellas. Respeto la decisión que han tomado y agradezco la hospitalidad que se me brindó durante este corto periodo de tiempo. Del mismo modo, me alegra que me hayan considerado para ser partícipe de sus planes familiares, gracias por eso.


Todo se sumergió en un pequeño silencio. 


—Bien, entonces el asunto está resuelto —dijo mi papá al arreglar las solapas de su saco—. Pueden retirarse. 


Yo estaba en shock, ¿por qué Vincent había aceptado sin más? Me iba a dejar ir con los reclamos, pero Vincent me detuvo y me hizo salir de ahí. Por desgracia, eso no calmó mi enojo. 


—¿Por qué la traen contra ti? ¡Esto no es justo! No somos problemáticos.
Tienen sus motivos y hay que respetarlos.
—Pero yo quiero que te quedes aquí.
Yo también deseo estar contigo, pero si lo pensamos detenidamente, ninguno de los dos me ofreció una clase de hospedaje en una oración formal. No puedo llegar e instalarme como si nada, no es correcto. 


Bajé la mirada afligida. Llegamos a mi habitación. 


Si tus padres no quieren tenerme aquí debo respetar su decisión. Además, vivir en un lugar donde hay constante tensión no es bueno para nadie.
—¡Ay, es una mansión! No es como que no haya espacio para estar.
Pero es suya. 


Hice puchero otra vez al sentarme en la cama, no podía reclamar, sabía que él tenía razón. Sonrió y se sentó a mi lado. 


Hay que pensar positivo. Piensa que si vivo en otro lugar, podrás visitarme y... —levantó mi barbilla, me obligó a verlo— hacer con libertad lo que aquí no podemos. 


Reaccioné sorprendida. Qué manera de insinuarse. 


—¿Cómo qué?
Comer chucherías y comida chatarra, obvio. 


Reímos y suspiré para sacar mi frustración. 


—Está bien, vamos a adaptarnos... otra vez. 


Me dio un beso y se levantó. 


Tengo en mente un lugar, ¿me acompañas a verlo? —le asentí. 


Aún con toda esta aceptación, mi mente seguía creando malos pensamientos. Estoy segura de que mi papá es el responsable de todo esto, pero de todos modos, Vincent tiene razón. Lo mejor es hacer las cosas así. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.