Una voz hermosa 2

5. Primeros pasos

Solo dos semanas han pasado y todo se ha vuelto tan desconcertante. 


Vamos por partes: primero, creí que la relación que tenía con Dylan cada vez se volvía más amena; teníamos pláticas casuales de vez en cuando por mensajes y gracias a eso, descubrí que pensamos lo mismo respecto a muchas cosas del mundo de los lujos. Como primer punto, estaban los guardaespaldas y después, fue lo del trato hacia la gente de servicio. Mencionó que en su casa, a todos los que laboran, se les trata "humanamente": buenas oportunidades, buen salario, días de descanso, un agradable ambiente de trabajo, etcétera. No me quedaba ninguna duda de que su familia tratara a los de servicio con decencia; el día de la fiesta lo vi con claridad, incluso la cara de las personas habla sola. 


Fue por todo eso que me cree una muy buena imagen de él. Las pláticas continuaron y a raíz de mi ignorancia en la industria automotriz, se ofreció a enseñarme un poco. No le vi nada de malo, al contario, ya que mi familia era uno de sus grandes socios, lo vi como una oportunidad para aprender algo útil. 


Fui hasta su casa y me enseñó la variedad de autos que él poseía. Habló de neumáticos, motores y caballos. Recuerdo muy bien eso último, pues metí la pata cuando indagué más al respecto. 


—¿Caballos de fuerza?
—Sí. La cantidad que tiene este auto es muy buena —sonrió orgulloso. 
—¿Y dónde están los caballos? —dije un poco emocionada. 


Su orgullo cambió a confusión. 


—¿Perdón?
—Sí, no sabía que tenías un establo. ¿Me dejas ver a un caballo? Nunca he visto uno. Me han dicho que son más grandes de lo que parecen, ¿es cierto que montarlos te deja destruido? 


Parpadeó repetidamente. 


—Ah... creo que me perdí. No tengo ningún establo, Amber, ¿de qué hablas? 
—Acabas de decirme que este auto tiene no sé cuántos caballos de fuerza. No sé qué tiene que ver una cosa con la otra, pero lo mencionaste. 


Empezó a reír depués de algunos segundos en silencio.


—No, —sonrió— me refería a la potencia del auto. Un caballo de fuerza es una medida que se usa para indicar la potencia producida por el motor de un automóvil. Cuanto mayor sea el número, más potencia se envía a las ruedas, por lo tanto, es más rápido. 
—Oh... ya entiendo.
—¿P-por qué pensaste en...? ¿Qué? —tartamudeó producto de la confusión para después reír. 


Genial, ya quedé cómo estúpida. Yo dije que no sabia nada de autos, (no más de lo primordial) no mentí cuando lo dije. 


—Lo lamento, no sé dónde tengo la cabeza. 
—Eres muy ocurrente, hasta me dieron ganas de ayudarte a conocer un caballo de verdad.
—No te burles.
—No, en serio, te veías muy ilusionada con la idea... muy adorable. 


Cómo se nota que soy totalmente trasparente. 


—A veces mi mente está llena de fantasía. Con tanto libro que leo ya no sé qué es real y qué no. 
—Supongo —sonrió. 


Me llevé una mano a los ojos con un poco de fastidio:


—Esto de la industria automotriz no se me da en lo más mínimo. Primera señal. 


Cuando descubrí mis ojos, lo vi muy cerca de mi rostro, no sé en qué momento se acercó tanto. Mi vista encima de él fue lo que lo detuvo. 


—Ah... ¿por qué la cercanía repentina? —dije extrañada.
—Supongo que es por mi intención de besarte. 


Tras analizar sus palabras, empecé a reír a carcajadas llena de simpatía, tanto, que llevé ambas manos a mis rodillas. 


—Qué gracioso, te quedaste en el ambiente divertido, ¿verdad? —tomé aire—. Puedes bromear con otras cosas, no vuelvas a intentar eso, por favor.
—No estaba bromeando —sus manos en mis hombros fueron lo que detuvieron mi risa con brusquedad y con una ligera sensación de hipo. Se me cortó la respiración de manera violenta y casi me ahogo—. De verdad quiero besarte.
—¡¿Q-qué?! ¿Por qué?
—Es más que obvio, ¿no? 


Lo intentó de nuevo, pero hui de su agarre sin pensarlo dos veces. Casi me alejé dos metros. 


—¿Qué sucede? —cuestionó extrañado.
—No puedes besarme, no quiero besarte, ¡tengo novio!
—¿Por qué no lo dijiste antes? 
—¡Sí lo...! Bueno no, no lo dije porque no dejaban de interrumpirme, pero tengo novio, lo respeto, le soy leal y...  ¡y no vuelvas a intentar hacer eso! —dije aún alterada. 


Caminó conmigo para deshacerse de la distancia entre ambos.


—¿Quién es? ¿Lo conozco?
—Sí, es Vincent.
—¿Es él? —dijo incrédulo.
—Sí, él es mi novio. 


Esa muestra de incredulidad la tomé muy mal, mi expresión se lo dio a entender. 


—Lo siento, pensé que solo era tu amigo. No me pasó por la cabeza que te involucrarías con un mudo a tal grado.
—¿Eso fue un insulto? 
—No, solo no lo creí posible. Digo, siendo quien eres, me parece extraño que hayas elegido a alguien así para una relación.
—¿Alguien así? ¿Crees que hay algo malo en él o en su persona? 


De acuerdo, es oficial. Sentir o detectar que alguien ofende a Vincent de manera disimulada, me hace enfadar bastante. 


—No te enojes, vamos, dame una sonrisa.
—¡Nada de sonrisas! Te hice una pregunta y me la vas responder ahora.
—Lo lamento, no era mi intención darte a entender algo malo. Solo... estoy impactado. La noticia de tu noviazgo después de intentar besarte me dejó mal. Me tomaste por sorpresa. 


Bueno, eso era entendible. 


—Bien, comprendo tu situación —dije aún a la defensiva. 


Ese día terminó de manera muy extraña, no le dije nada a Vincent porque no encontré necesidad para hacerlo. Puse un limite y eso me era suficiente. Además, Vincent aún está un poco estresado por toda la situación del trabajo, no quiero preocuparlo ni ponerlo nervioso por algo más y aunque le dijera, tampoco tenía que entrar en pánico. Ya lo dije, le soy fiel sin importar nada; no ocupo andar viendo otros chicos cuando él me encanta de más. He dicho. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.