Una voz hermosa 2

8. Armoniosa diversión, un poco de erotismo y el cumplimiento de una predicción

Pensé mucho en cómo solucionar el problema que se generó con la familia de Dylan o el que se podía a generar; no encontré mejor opción que hablar directamente con ellos y decirles que todo había sido un mal entendido. Temía que todo acabara mal y que quisieran terminar la asociación que tienen con mi familia, por eso me propuse evitar que eso pase a como de lugar. 


Habría caminado hasta la casa de Dylan, pero al decirle que iría, insistió en recogerme y a pesar de negarme, se reusó a hacerme caminar. Bien pude ignorarlo y empezar mi viaje, pero con ese auto tan rápido que tiene, me alcanzó antes de poner un pie en la acera. 


El camino comenzó: le pedí que por esta vez no echara a volar el vehículo y por fortuna, respetó mi petición. 


—¿Estás segura de esto, Amber?
—¿Por qué no habría de estarlo?
—Hay cosas importantes en juego.
—No voy a dejar que terminen la asociación que tienen con mi familia. No quiero otro problema. 


Suspiró un poco desanimado. 


—Esperaba escuchar que no harías esto. 
—Vengo decidida.
—¿De verdad estás dispuesta a arriesgar todo esto por una relación?
—No es una relación cualquiera... y la verdad, "todo esto" no me interesa tanto.
—Jamás pensé que pondrías tus intereses personales por encima de tu familia. 


Escuchar eso me dolió un poco, pero recuperé mi coraza en cuestión de segundos:


—Vincent es mi familia: ha sido mi mejor amigo durante todo este tiempo, —dije ilusionada, aunque con la vista baja— me escucha cuando nadie más lo hace, me apoya en todo momento, me ha demostrado que su amor es incondicional, ha estado a mi lado en los momentos más difíciles, me acepta tal y como soy, no soy perfecta y sin embargo, él me ve así; es el mejor hombre del mundo.
—Eso suena muy romantizado, ¿no crees? —me miraba de reojo.


Mi emoción se rompió con un sonido de disco rayado. 


—Es la verdad —insistí.
—Ya lo creo —dijo poco convencido al levantar las cejas y con un tono de voz rasposo.

 

Que manera tan fea tiene de mostrar su desaprobación... torcer la boca y girar los ojos, ¿no es eso infantil?


—No tienes que hacer menos las sensaciones de los demás solo porque tú no las tienes.
—Pensé que las tendría contigo... aún lo hago.
—Pues deja de hacerlo —crucé los brazos. 
—Amber, por favor, reconsidéralo... ¿de verdad no crees que pueda haber algo entre tú y yo?
—Puede haber una bonita amistad, pero si sigues insistiendo con lo mismo, vas a crear lo contario.
—Tengo mucho que ofrecerte y no me refiero a lo que tengo en mis manos, hablo de lo que poseo como persona. Una chica como tú necesita un caballero a su lado.
—¿Qué te hace pensar que no lo tengo?
—Pero él... es un chico acercado a lo rural...  bueno, no a lo rural, eso es otra cosa. Hablo de que vivía al lado de un lago —rio simpático—. Sabes de lo que hablo, nunca ha convivido con nuestro tipo de entorno; no está relacionado con lo que es una ciudad de verdad, por lo tanto, la educación es diferente.


Escuchar eso me molestó, ¿acaso le gusta discriminar a la gente por su origen o lugar de procedencia? Pude darle explicaciones, pero no se las merecía. 


—Pues si lo consideras como "ese tipo" de personas, yo también lo soy. Por si no lo sabías, crecí en esa casa al lado del lago con él, así que tu comentario fuera de lugar, también va para mí.
—N-no...
—Y para tu información, crecer en un lugar así, es mucho mejor que crecer cerca de gente tan grosera como la de esta ciudad y respirar un aire tan apestoso como el que hay aquí. ¿Te consideras un caballero y eres alguien que discrimina a otros por lo que ve o escucha? Que mal definido tienes el concepto de "caballero", Dylan.


Del nerviosismo, casi comienza a titubear con el volante. 


—A lo que quise referirme es a su nivel económico... 


Este chico no sabe cuándo detenerse. 


—¡Eso no arregla las cosas!
—¿Qué tal si vivía en una casucha?
—Pues sea una casucha o no, eso no te incumbe. Soy feliz con él, con lo que tiene y lo que no, así que con todo respeto, te pido que dejes de dirigirte a él de esa manera tan burlona y desagradable. Solo te hace ver mal a ti. 
—Amber...
—Ya no digas nada, ya me enseñaste suficiente de tu persona. Mejor concéntrate en manejar —miré por la ventana. 


El resto del camino fue todo silencio. Estoy segura de que estaba Dylan muy incómodo y la verdad, qué bueno, se lo ganó. 


Llegamos a su casa; tan pronto como salí del auto, me dirigí con alguien para pedir hablar con los padres de Dylan. Los puntos de suerte estaban a mi favor, pues la familia entera estaba reunida en la sala. Caminé hacia allá sin importarme nada. Dylan no tardó en alcanzarme, buscó que llegáramos aunque sea tomados de brazo como un gesto de cortesía, pero después de su actitud, no quería ni verlo. 


Respiré para relajarme antes de llegar, necesitaba de toda la calma posible para hablar con la familia sin empeorar la situación. 


—Amber, qué gusto tenerte aquí —saludó el padre al levantarse y darme un abrazo. 


Lo recibí cordial, aunque tuve que recibir unos cuántos abrazos más, pues toda la familia se levantó por respeto para saludar. 


—¿Qué te trae por aquí, linda? —comentó la madre sonriente.
—Hay... algo que necesito hablar con ustedes.
—Siéntate, por favor, estás en tu casa. 


Cumplí su deseo y me acomodé. Al ser el único de pie, Dylan buscó un lugar para él. Era obvio que aún podía sentir la tensión entre ambos, así que me dio un espacio considerable con el fin de no agravar las cosas. 


—Dylan, hijo, siéntate con ella, no seas tímido. Ay, disculpa sus malos modales, linda, ignoró el por qué de su actitud.
—Sí, —continuó su padre— no suele ser tímido, pero supongo que la atracción que hay entre ambos lo hace comportarse así. El amor hace cosas extrañas en la mente, ¿no crees?
—Padre, no es el momento —pidió Dylan.
—Vamos, ya tienen un compromiso, ¿cuando será el momento entonces? Esta es la mejor etapa de su vida y deben disfrutarla —dio un par de aplausos y un mayordomo acercó una charola con pequeños vasos a él. No tardé en verificar que eran tragos de bebidas alcohólicas, whisky o ron, qué sé yo.




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