Una voz hermosa 2

9. Rayos de esperanza y una nueva pareja

Tenía un nudo en la garganta, el pánico y la desesperación empeoraban mi estado; producto de esto y junto con otras personas, comencé a protestar con los bomberos. Toda la gente estaba muy nerviosa y preocupada por sus parientes que se hallaban atrapados y estos hombres, solo veían el derrumbe como si de una pintura se tratase. La angustia crecía a pasos agigantados entre la incertidumbre, parecía que todo se iba salir de control en cualquier momento. Yo empecé a discutir con uno de los bomberos que impedían el paso:


—Tiene que hacer algo, mi pareja está ahí.
—No es la única persona atrapada. Si lo escuchamos o a alguien más, vamos a proceder con el rescate...
—¡Es mudo! ¡¿Cómo se supone que pida ayuda?! ¿Por qué no hacen nada? —dije en una súplica.
—Realizamos el rescate por partes, señorita. Mantenga la calma, respete los límites marcados y aléjese de las zonas peligrosas —dijo terminante.


Apreté los puños con los ojos cristalinos, estaba furiosa y me sentía impotente.


Madres, padres y familiares cercanos imploraban que buscaran una forma de sacar a la gente de ahí, ¿por qué digo buscar? Según estos hombres, acceder era algo muy riesgoso y de hacerlo, empeorarían más la situación. Dar a conocer este detalle, fuera de ayudar y calmar el desasosiego, alteró más a la multitud. Los únicos que pueden proceder son los profesionales y ninguno parece tener ganas de hacer su trabajo. 


La cosa comenzó a ponerse un poco violenta, en su mayoría, hombres fueron los que actuaron; se revelaron contra los bomberos, comenzaron a gritarles cosas desagradables y otros intentaron traspasar los límites de seguridad. Minutos más tarde, varias patrullas llegaron al lugar; los policías controlaron a la gente mejor que los bomberos (o al menos con más empatía) y solo así, fue que hubo un poco de calma. 


—¡Amber! —me llamaron desde lejos. 


Voltee a ver y vi a los chicos llegar apresurados, no dudé y me acerqué con ellos. 


—¿Estás bien? —preguntó Drake.
—Vinimos en cuanto nos enteramos del desastre —dijo Lucas.
—Sí, pero... —señalé el derrumbe— Vincent está ahí adentro. No me contesta los mensajes ni las llamadas y... no sé si está bien —comencé a hiperventilar.
—Vamos, no te alteres. Ven, hay que encontrar un lugar para sentarnos. 


Conseguí tranquilizarme con sus consejos y palabras de aliento, me esforcé en mantener la compostura y esperé noticias a la par de ellos. No tardé en ver a Darlene entre la gente, se acercó y me abrazó al verme inquieta. Tras sentarse a mi lado, me dijo que papá y mamá se habían quedado en la casa para comprobar que no había daños importantes en la estructura, que más tarde vendrían con nosotras. 


Lucas me había dado su chamarra, cubrió mi espalda con ella cuando le dije que sentía escalofríos. Los malos pensamientos no dejaban de llegar, solo me provocaban ansiedad...


La situación empeoró para todos, pues después de un análisis visual hecho por los bomberos, dijeron que el rescate se había complicado en un setenta por ciento. Explicaron que todas las entradas y salidas estaban bloqueadas y debido a eso, no había ningún flujo de aire entre el exterior y el interior que diera abasto suficiente al único lugar estable del albergue. De haberlo, era mínimo y si intentaban acceder, podrían provocar un segundo derrumbe en las pocas estructuras que seguían en pie. Ojo, eso no se lo explicaron a la gente, lo conversaron entre policías y bomberos. Dicha información fue dictada a superiores por medio de radios. ¿Cómo lo sabemos? Lucas interceptó la señal de los mismos en ambas bases, hablaron algunas cosas en código, pero Lucas no tardó en darnos el significado. Pudimos escuchar con atención cada palabra y lo peor de todo, es que no oímos ninguna solución o como mínimo, un intento. 


La información quiso provocarme un ataque de pánico serio, luego de eso, fue una mezcla de emociones en mi cabeza y sentimientos encontrados. La espera es el peor castigo en situaciones como esta; los miembros del departamento de bomberos "trabajaban a su ritmo", pero no hacían caso a las llamadas desesperadas de nadie. Los miré ir de un lado a otro con desdén por varios minutos y entonces, Darlene se me acercó junto con los chicos. 


—Toma, bebe un poco de agua —pidió ella al sentarse a mi lado, ofrecerme una botella pequeña y acariciar mi espalda.
—Esto es un asco —exclamó Drake.
—Y que lo digas, —continuó Lucas— ¿cuánto tiempo tenía que no sucedía algo parecido?
—En casa esto no pasaba. 
—Sin duda, este terremoto va a dejar huella...
—Chicos, ahora no —interrumpió Darlene.
—Es la verdad, —reclamó Drake— solo mira este desastre: las paredes colapsadas bloquean las salidas, el único lugar estable para los atrapados se ha convertido en una burbuja de oxígeno que se acaba poco a poco y lo único que hacen esos idiotas es pararse a ver cómo proceder para no lastimarse las manitas. Hay gente mayor, animales, niños ahí dentro y no hacen nada. 


Darlene comenzó a discutir con ellos; para ella, alterarse en una situación así no ayuda en nada, pues solo nubla tu juicio. Es muy parecida a mamá en ese aspecto.


Entre mis pensamientos perdidos, la palabra salida retumbó con fuerza. Creí que iba a caer en llanto por la desesperación, pero involuntariamente mi vista se fue a la ambulancia que atendía las emergencias... o mejor dicho, esperaba con paciencia para actuar cuando fuera apropiado. Los engranes de mi memoria comenzaron a trabajar:


—Salidas... emergencia... las salidas de emergencia —dije pensativa. Dejé la chamarra que me cubría en la banca donde estaba sentada y apoyé los pies en el suelo—. Vincent memoriza las salidas de emergencia...
—¿Amber? —preguntó Darlene al escucharme musitar.
—Tengo que entrar.
—¿Qué?
—Chicos, necesito su ayuda —imploré a Drake y a Lucas. 




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