Una voz hermosa 2

10. ¿Quién te dijo que las flores solo crecen cerca de casa?

La reconstrucción del albergue había comenzado y durante todo el tiempo de sobra, me dediqué a fortalecer el lazo de la relación que tenía con Vincent. Ya saben... entretenernos con cosas simples: mientras él cumplía con sus labores del hogar, yo le hacía preguntas de "¿Qué prefieres?". Era igual al juego que nos entretuvo en aquel viaje en coche, solo que ahora eran preguntas menos intensas... casi. 


—¿Qué prefieres, perder las cejas o los dientes? 


Hizo una pausa mientras doblaba su ropa para reír y pensar: ¿por qué estoy haciendo esto otra vez? 


Sin los dientes, la acción de comer se vuelve muy complicada y afecta otras cosas. Por otro lado, sin cejas no puedo ser precioso. 
—Seguirías siendo encantador —dije después de dejar salir una pequeña risa.
Me voy por la cejas. Mientras no me las arranquen una por una estoy bien.
—De todos modos no sirven para mucho.
¿Cómo que no? Claro que sirven.
—¿Para qué?
Para mantener la humedad fuera de los ojos, protegen de una excesiva radiación solar, en la comunicación no verbal...
—Está bien, tú ganas. Sí sirven. 


Sonrió satisfecho y continuó con su tarea de doblar la ropa mientras esperaba la siguiente pregunta. 


—Hablando de bello, ¿qué tu pareja fuera absolutamente calva o extremadamente peluda?
El bello es normal en un cuerpo, me quedo con la segunda opción.
—¿De verdad? ¿Aunque se trate de un hombre lobo?
La decisión por sí sola ya es difícil, no lo compliques más. 


Reí y continué:


—Si un día te despertaras siendo el sexo opuesto, ¿qué prefieres, tener solo unas pocas horas para experimentarlo o una semana entera?
Una semana. Unas horas no son suficientes para descubrir algo nuevo.
—Me pregunto qué tipo de cuerpo tendrías... 
Mi madre tenía un cuerpo de diamante, eso decía mi padre —contestó pensativo—. Tal vez sea así.
—Como heredaste el cuerpo de tu padre, en caso de ser mujer heredarías el de tu madre... suena coherente. Tendrías un cuerpo de antojo, ¿no? 


Negó amistoso sin borrar la sonrisa de su rostro. 


—Veamos... ¿qué prefieres, tener una pareja que ronca o que babea?
Tengo ambas ahora mismo.
—¡¿Qué?! Yo no ronco.
¿Cómo sabes?
—Pues... pues... ¡no sé! Pero no lo hago. 


Me miró de reojo y continuó con sus cosas. 


—Yo no ronco —insistí al sentarme cerca de él.
¿Por qué te acompleja si lo haces o no?
—No sé, pero yo no ronco —crucé los brazos.
—Está bien, no lo haces, pero sí babeas... a veces.
—Eso lo hace todo el mundo.
¿Eso sí lo hacen todos? 


Hice mi berrinche y dejé de lado todo lo relacionado al tema.


—Pasemos a la siguiente... ¿Qué prefieres, tener una cita nocturna en una casa embrujada o en medio de un bosque?
¿Por qué alguien optaría por una casa embrujada? ¿Qué va pasar? ¿El espíritu te va a ayudar a ambientar el lugar? Uno al borde del infarto por el susto y el fantasma en plan romántico: "¿Quieres que prenda unas velas?". Para evitar eso, mejor en el bosque. 


El estómago ya me dolía de tanta risa, me llevé ambas manos al abdomen y cuando logré tranquilizarme, pensé con más detenimiento su opción. 


—Dicen que un bosque da miedo en medio de la noche.
Podríamos probar si eso es cierto o no —terminó la ropa y se sentó a mi lado. 
—¿Cómo?
Si se da la oportunidad y algún día volvemos a la casa del lago, podríamos pasar un rato en el bosque; estaríamos cerca de casa. Sé que me dijiste que no lo soportarías debido a los insectos, pero es algo que se puede controlar. Me parece que podría ser una buena experiencia.


Recordar nuestra estancia en el lago me hizo pensar con un poco más de detenimiento... lo dijo como si estar en esta parte del país fuera algo "permanente". 


Mientras él se fue a la cocina para hacerse un bocadillo, yo me quedé sentada con mis pensamientos profundos: ¿de verdad pienso quedarme aquí para el resto de mi vida? Algo así no sería justo para él: vino a esta ciudad con la ilusión de arreglar lo nuestro y al lograrlo, decidió instalarse. Incluso consiguió un empleo para permanecer en estabilidad... ¿será que se ve en este lugar por mucho tiempo más? 


El complejo de querer partirme en dos comenzó a afectarme de nuevo. Viviendo aquí está cerca de mí, pero su mundo, James y la casa donde creció, están allá. En cambio, mi familia y el que supuestamente es mi hogar, está aquí. Qué problema... 


Vincent volvió para llamarme a comer, pero al notarme afligida se olvidó de su petición:


¿Qué sucede?
—Pensaba en... lo que nos depara el futuro. ¿Estás a gusto en esta ciudad? 


Intrigado, se sentó conmigo y se tomó un momento para pensarlo. 


Sí.
—¿Por qué lo dices?
Hay cosas interesantes aquí, he conocido a gente increíble y he vivido cosas que jamás imaginé; es un nuevo aire. Además estoy cerca de ti —dejó una pequeña y rápida caricia en la punta de mi nariz, pero eso no logró subirme el ánimo. 
—¿No extrañas la casa del lago?
Un poco, sí. También a mi padre, pero si me pongo a pensar en eso no voy a disfrutar de todo lo que hay aquí. 
—Es que... hablas como si te vieras en esta ciudad de aquí para adelante. 


Mi comentario lo dejó desconcertado y tal vez un poco emotivo:


Nunca sabremos qué va a ocurrir el día de mañana. No tengo ningún plan ahora, solo quiero disfrutar del tiempo que tengo.
—Algún día regresarás a tu casa, ¿no es así?
También es tuya.
—Sí, pero, tú entiendes... tu padre está allá y toda mi familia está aquí. ¿No te sientes partido a la mitad? 




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