Una voz hermosa 2

14. Del abismo a la cumbre

Estuve con mi familia casi un mes fuera de casa, lo digo porque solo llegábamos a dormir; saliendo y visitando a gente conocida con fines de lucro y diversión... todo eso era lo que tenía nuestras agendas a tope. No fui la única decepcionada de tener que asistir a estos eventos, Darlene también la pasó muy mal. A las dos semanas me dijo que extrañaba ir a sus labores con niños, pero lograba aliviar esa tristeza e incomodidad cuidando a los infantes de las familias con las que íbamos. Convivir con ellos la hizo sentir mejor. Yo perfeccioné mi falsa sonrisa durante todo este trayecto. Acepto que hubo momentos en los que sí me divertí, pero la mayor parte del día deseaba poder volver a casa lo más pronto posible. Contaba las horas para que este mes turístico terminara... 


Por fin estamos en casa, por segunda vez me sentí muy feliz de estar en la mansión de nuevo. Dado mi regreso, Vincent me propuso un reencuentro y claro que quiero aceptarlo. Imaginé que me propondría algo así, por eso durante los viajes le pregunté a mi papá si después de cumplir con mis "labores familiares" podría dedicar un buen tiempo a mí. Darlene no tuvo problema al obtener su permiso con el fin de excusarse para atender cosas importantes y a mí tampoco me lo negaron, pero sí tuve que insistir un poco más. Nuestro tema recurrente de discusión aún está vivo en la mente de ambos y él no tardó en deducir que "dedicar tiempo para mí" significa pasar tiempo con Vincent. Como ya dije, titubeó un poco en aceptar y llego a creer que lo hizo por la presencia de mamá, pero el punto es que tengo permiso. 


Además de estar feliz por estar en la mansión, estoy feliz por poder volver a pasar el rato con Vincent y saber cuál es su progreso en el albergue, lo extrañé durante todo este mes; a veces los mensajes no son suficientes. Por lo que me dijo, le han dado unas pequeñas vacaciones, lo cual le permite pasar más tiempo en el departamento. Durante nuestras llamadas planeamos muchas cosas que queríamos hacer, todo va sobre ruedas:


Tus padres saben que vas a estar conmigo, ¿verdad?
—Sí, ya se los dije. 
Entonces te espero aquí, ven con cuidado o ¿quieres que vaya por ti? 
—No, está bien, yo voy para allá, tú arregla tus pendientes. 


Tocaron la puerta de mi habitación, una señora de servicio me dijo que mi papá y mi mamá me esperaban en la oficina. No demoré en llegar allá, los dos platicaban muy alegres y me incluyeron en esa felicidad:


—Amber, hija mía, tengo algo que decirte —dijo mi papá al apoyar las manos en mis hombros. Ojalá sea algo bueno...—. Tú madre y yo hemos hablado, ambos estamos de acuerdo en darte más libertad de la que ya tienes y te creemos competente para tener una responsabilidad más. ¡Te vamos a dar un auto! 


Me tardé en reaccionar por la novedosa noticia, los dos esperaban que me pusiera a brincar de alegría, pero por alguna razón no lo hice. Tal vez si fuera la primera vez que me daban un carro lo haría sin dudarlo, aunque ahora que lo pienso... ni siquiera con el primero reaccioné así. 


—Pero, ¿y el chófer? 
—¿Qué pasa con él?
—Se va a quedar sin trabajo.
—No, —rio— no te preocupes por eso, él seguirá a nuestro servicio por cualquier emergencia. El punto es... queremos que te sientas mejor aquí y que puedas moverte por la ciudad con libertad. 


Mi radar de planes convenencieros se encendió, ¿será otra de sus trampas para evitar que me reúna con Vincent? ¿O para mantenerme vigilada? Estoy traumada... 


—Agradezco que me den esta confianza, quizá podríamos ir a ver el auto la siguiente semana. 
—¿Por qué hasta ese entonces?
—Te dije que a partir de hoy voy a pasar los días con Vincent. Ya arreglé todo para salir y él aguarda.
—¿Y eso no podrá esperar?
—Es que… son sus vacaciones y ya hicimos planes. 


Mi mamá quiso decir que no había problema, que podríamos ir la semana siguiente, pero mi papá tomó la batuta en la conversación:


—Tu madre y yo no podemos acompañarte la siguiente semana a comprar tu vehículo, hoy es el último día que tenemos libre en nuestra agenda. 
—Tu padre va a recibir a gente en su oficina y yo debo atender asuntos afuera —explicó mi mamá con poco desánimo.
—Entonces supongo que tendremos que cancelar la compra del auto —levanté los hombros con indiferencia—. No me molesta caminar, está bien.


Durante toda esta charla mantuve la calma, le dije a Vincent que haría el intento por no alterarme de nuevo y quiero cumplir con mi palabra. Además, todo este mes me dejó agotada en todos los sentidos. Me di la vuelta al ver que ninguno de los dos dijo nada, creí que la conversación se había acabado. 


—¿De verdad prefieres ir con él que pasar tiempo con tu familia y ayudar a tu crecimiento personal? —reclamó papá. Me giré con él por la extrañeza que me produjo su comentario. 
—Ya te había contado mis planes de estar con Vincent toda la semana, ¿por qué te molestas?
—¿Y un día más es demasiado pedir?
—Me diste permiso.
—Tu mundo entero gira al rededor de ese muchacho, ¿dónde queda el espacio para lo demás? —insistió hostigado.
—¿De qué hablas? Estuve con ustedes todo este mes, ¿cómo puedes decir eso?
—Tan pronto ves una oportunidad corres con él y nos haces a un lado. ¿De qué se trata esto? 


La explicación a tal patrón es que lo veo a él como un refugio y no correría a su departamento si no sintiera que este lugar es un campo de guerra donde por respirar buscan corregir algo que no he hecho mal. 


—¿Ahora resulta que querer pasar tiempo con él es hacerlos a ustedes a un lado? Solo quiero disfrutar y aprovechar que tiene vacaciones.
—Es un día.
—Sí, un día que después se convertirá en una semana por planes y asuntos inesperados…
—No es para tanto y si eso sucede, son simples coincidencias.
—A ver... entonces que Vincent venga con nosotros —me crucé de brazos. Tal y como pensé, solo me respondió con su silencio—. ¿Ves? Solo ocupas el pretexto de distanciamiento para dar a entender "indirectamente" que no quieres a Vincent.
—No intentes cambiar mis palabras.
—Ay, papá, ya sé que no lo quieres. No sé a qué se deba tu desprecio por él, pero tampoco quiero saberlo. Ya suficiente desgaste mental tengo por intentar entenderte o complacerte que me cansa volver a hablar de esto. No me compres el auto, no me vas a atar con eso, ya me acostumbré a caminar... —me dirigí a la puerta—. Voy a arreglar mis cosas y me voy —dije con voz desganada.
—¿Lo vas a poner antes que nosotros, tu familia? —dijo mi papá con exigencia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.