Una voz hermosa

9. Miedos profundos

Me desperté al medio día, después de todo lo ocurrido ayer llegamos justo a tiempo para recibir a James y a Darlene. Vincent habló de lo ocurrido con Caillech durante toda la cena y le mostró el dibujo autografiado a James lleno de emoción. Me alegraba saber que se la había pasado bien y afortunadamente todo fue sobre ruedas, desde el amanecer hasta llegar la noche. 


Miraba el techo con las mismas palabras en mi mente: 


—Amber, te excediste con el pastel de chocolate. 


Me encanta el chocolate, pero sentía que no me podía levantar. Mi glotonería despegó desde el momento en que Darlene dejó de controlar nuestros alimentos y cuando tuve mi dinero para comprar lo que fuese empeoró las cosas. Me gustan mucho los dulces, las galletas y todo tipo de golosinas, el problema es que llega el punto en que no sé cuándo detenerme y como resultado no me puedo ni siquiera incorporar de la cama. 


—Tengo hambre…  


Dudo que Vincent esté despierto, así que tendré que preparar mis alimentos yo sola. Me intenté incorporar, pero al momento de querer apoyar los pies en el suelo me caí. Después de arrastrarme como gusano por leves segundos llegué a la puerta y entonces recuperé el equilibrio. 


Bajé las escaleras con cuidado, (no quería una fractura por mi torpeza matutina) llegué a la cocina sana y salva y me detuve en la entrada para pensar en qué desayunar. 


—Preparar algo en la estufa sería peligroso… cortar algo de fruta también puede acabar en un accidente. Tendré que comer pastel —me dije “resignada”.  


Saqué un plato con un tenedor y fui al refrigerador, donde se guardaba el preciado tesoro. Feliz de la vida, corté mi rebanada, me preparé un chocolate con leche y estaba dispuesta a ver una película mientras gozaba de mi manjar, pero al darme la vuelta con ambas cosas en las manos me encontré con Vincent. Obviamente me quedé perpleja sin saber cómo actuar, sabía muy bien que estaba haciendo algo malo, pero, ¿qué es lo peor que podría pasar?  


No pasaron ni dos minutos y ya me hallaba haciendo berrinche. 


—¿Por qué me quitaste mi pastel? Esa rebanada es mía. 
No me la voy a comer, la voy a regresar al refrigerador. 
—Pero es mi desayuno. 
Cenaste tres rebanadas ayer. 
—No puedes controlar mis alimentos, eso no es justo. 
Tienes razón, yo no puedo. 


Sacó un papelito y me lo mostró, era una nota que mi hermana había dejado para él. 


«Vincent, perdón por pedirte esto de tal manera, pero creo que ya sabes cómo se pone Amber con los dulces, ¿puedes cuidarla por mí? No tiene autocontrol para estas cosas y ese pastel es un anzuelo peligroso. Te lo agradezco.» 


Tengo el consentimiento de tu hermana —sonrió. 


Apreté el papelito temblorosa sin dejar de leerlo una y otra vez. 


—¡¿Cómo que no tengo autocontrol?! Mañosa —pensé mientras imaginaba a mi hermana reírse burlonamente—. ¿Crees que no tengo autocontrol? —pregunté con cara de niña pequeña. 
Querías acompañar un pastel que tiene mucho chocolate con más chocolate


Me di la vuelta y vi mi taza de chocolate con leche. Ups. 


¿Aún así quieres que conteste? 
—No seas malito —imploré al colgarme de sus hombros. 
Puedes tomar tu chocolate con otra cosa. 
—Una rebanada chiquita. 


Negó con la cabeza. 


—Una cuchara de betún, un pedacito de bizcocho, una laminita del decorado, un dedazo. 
Te vas a enfermar si te excedes, puedo prepararte otra cosa. 
—¡No! Quiero pastel y voy a comer pastel. 


Arqueó una ceja, pero me mantuve firme en mis palabras. Desgraciadamente mi momento heroico no duró mucho, ahora estaba sentada en la mesa con un plato de fruta picada en frente de mi y un desayuno caliente en camino. 


Vincent acercó mi vaso con chocolate, pero me hice la indignada y lo ignoré. 


¿No te lo vas a tomar? 
—No, ya no quiero. 


Alzó los hombros y levantó el vaso dispuesto a beber. 


—¡No! ¡No! ¡Sí quiero! 


Sonrió y me lo regresó. 


Esto es horrible.Cuando Vincent y Darlene hacen equipo todo se vuelve más complicado. Sabía que mi hermana lo había hecho a propósito, sabe que no tengo ninguna defensa contra él. Pero el día que yo sea cómplice de James entonces sí. Aunque… ya hicimos equipo una vez, el regalo de la gabardina fue nuestro acto de complicidad, con razón. Nosotros somos los buenos y ellos los mañosos. 


—No se vale —dije malhumorada.  


Dejó un plato a mi lado y se sentó. 


Es esto o aceptar una semana entera con solo verdura y frutas como alimentos. 


Se refería a la dieta de castigo que Darlene nos ponía cuando no queríamos comer cosas saludables, es más tortuoso de lo que parece. 


—Eso tampoco tiene sentido, comer solo frutas y verduras no es bueno. Las frutas tienen azúcar, no importa que sea natural, es azúcar y eso provoca caries. 
Apoyé tu argumento en ese entonces y lo que ganamos fue exclusivamente verdura como alimento, por casi tres días. 
—El hecho de que me coma una rebanada chiquita de pastel no va cambiar nada. 
Te serviste una porción que era para cinco personas. 
—No me lo iba a comer todo —dije apenada. 


Me dio una palmada y empezó a revisar los estantes. Cuando terminé de comer tuve que lavar mis platos y cubiertos, además del platito donde me serví el pastel que ni siquiera pude probar.  


—Si me hubieras dejado comer mi pastel no se habría ensuciado todo esto. 


Sonrió al escuchar mi comentario, pero continuó con sus anotaciones en un pequeño cuaderno. Me acerqué con curiosidad mientras me secaba las manos con un trapo. 




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