Una voz hermosa

11. Fiestas del alma

Las fechas navideñas se acercaban con rapidez, incluso se podían escuchar melodías en el frío viento del invierno, me gusta describirlo como una orquesta helada. Incluso nuestra casa ya empezaba a verse con ese ambiente, tan cálido y frío al mismo tiempo. Había cajas con decoraciones por todos lados, listas para ser vaciadas. Vincent estaba ocupado con unas series y yo llegué por atrás llena de nerviosismo, a pasos cortos. Al final sí salí de mi habitación, pero fue porque en el momento había olvidado que debía comer.  


—¿Necesitas ayuda con eso? —pregunté tímida. 


Volteó para verme y sonrió al asentir. Menos mal, ya me sentía asfixiada en mi habitación. 


—¿Dónde pondremos el árbol esta vez? 
Aún no lo sé, creo que deberíamos hacer espacio en algún lado. 


Suspiré un tanto aliviada, parece que mi incidente vergonzoso había pasado a ser historia.  


Definitivamente cerca de la chimenea no.  
—Sí… puede terminar en un accidente.  


Estaba pensativo con la vista perdida en el exterior. 


—No pensarás en ponerlo afuera, ¿o sí? 
No, por supuesto que no. 


De la nada, empezó a hacer las cosas muy apresurado.  


—¿Estás… 
¿Puedes continuar? Olvidé hacer algo importante, no tardaré. 


Se hizo paso entre todas las cajas y subió las escaleras. 


—De acuerdo… 


Me dediqué a mi trabajo y más tarde llegaron Darlene y James para ayudar. Ambos habían ido al supermercado para comprar todos los ingredientes necesarios para la cena de navidad. A Darlene le gustaba lucirse con platillos novedosos y no me quejo, pero siempre al día siguiente todos nos quedamos en cama hasta tarde con un poco de incomodidad por haber comido demasiado. Es inevitable, pero es un sufrimiento satisfactorio. 


Total que después de algunos días logramos terminar con todas las decoraciones de la casa, incluso algunas en el exterior. Esas son las más difíciles, ya que antes de ponerse espléndido y original con las luces hay que deshacerse de toda la nieve. El ejercicio se compensa con la comida de navidad, esa es nuestra motivación. 


Estábamos a un día de la gran cena, eso es en lo que pensaba mi cabeza cuando me estaba casi arrastrando por las escaleras. Quería llegar a mi cama calientita y hacerme bolita. De la nada me encontré con Vincent en el pasillo, pero solo lo saludé con un poco de desgano. 


¿Te sientes bien? 
—Sí… solo que aún no me acostumbro a estas temperaturas. Mis ánimos cambian bruscamente, qué loco, ¿no? 
¿Cómo te sientes exactamente? 
—No sé… pero cuando llegue a mi cama mis energías volverán. 
Es muy pronto para ir a la cama, ¿no crees? 
—No, ya oscureció. 
Tengo una mejor idea. 
—¿Dormir al lado de la chimenea? 


Dejó salir una pequeña risa y me hizo seguirlo. Al principio me desanimé porque no íbamos a la chimenea, nos dirigíamos a la parte más alta de la casa. 


—No creo que ver por la ventana el exterior helado me haga sentir mejor, Vincent. 
Echa un vistazo y después me dices —sonrió. 


Me abrió la puerta y un golpe de calor me llegó. La habitación parecía haber pasado por una remodelación, había un sillón que se veía muy cómodo y no sé qué era exactamente, pero el exterior tenía una vista diferente. 


Alegre, corrí y me dejé caer en el sillón, parecía una niña pequeña, pero definitivamente esto era mejor que las sillas de antes. Tal y como dije, un cambio de temperatura me sube los ánimos. 


—Mira, es tan acolchado que puedo sumergir parte de mis manos.  


Lo escuché reír y se acercó. 


Me alegra que te guste, creo que acerté con la idea inicial. 
—¿Idea? ¿Cuál idea?  


Me rodeó con el brazo por el lado izquierdo y me ofreció una taza de chocolate caliente, algunos bombones flotaban en la superficie. Me emocioné tanto que la tomé de inmediato, no hay nada mejor que el calor de una taza en días fríos. 


—Vaya, qué bonito detalle. ¿Cómo sabías que me gusta el chocolate con bombones? 
Me lo dijiste. 


Rodeó el sillón y se sentó a mi lado. 


—¿Ah, sí? 
Dijiste que estarías enrollada con una cobija en estas fechas y yo comenté la vista que hay desde aquí. Me hiciste prometer que te daría esta experiencia. 
—Oh, es verdad.  
Tenías razón, realmente lo olvidaste. 


Tomó su taza y bebió un poco. 


—L-lo sien… un momento, ¿cuándo hiciste todo esto? 
¿Hacer qué? 
—Pues todo, el sillón, la remodelación del lugar. 
En el trascurso de estos días. 
—P-pero, ¿cómo metiste todo esto? No me di cuenta. 
No tiene mayor complicación, solo es cuestión de aprovechar los momentos en los que estás distraída, los cuales son muchos. 


Entrecerré los ojos a sentirme ofendida, podré distraerme un poco, pero no tanto como para no notar un mueble nuevo en la casa. 


—Brujo —dije para volver a concentrarme en mi chocolate. 


Sonrió y dirigió la mirada a la ventana.  


Después de mi mini berrinche hablamos un poco sobre la experiencia de poder apreciar el exterior de la mejor manera. Creo recordar que Vincent mencionó ver a los copos brillar en la oscuridad e intenté verlos, pero o mi vista es muy deplorable o mis expectativas son muy altas. 


—¿Cómo puedes diferenciar entre copos y la nieve? Yo apenas y lo logro teniéndolos en la mano. 
Tienen un brillo peculiar. 
—No veo nada —dije al forzar la vista—. ¿Qué otra cosa puedes ver? 
La nieve a veces cambia de color. 




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