Una voz hermosa

20. Siembra certidumbre, cosecha efusión

No tardamos en recordar la invitación que Lucas nos hizo durante nuestro paseo por las calles, sería interesante tener algo que cuidar durante el día. Debido a las alergias de James perdimos la oportunidad de tener una mascota en casa, pero podíamos experimentar lo que era tener una responsabilidad con una planta. 


Sí, regamos las plantas que hay fuera de casa y las flores que adornan la entrada, pero no es lo mismo que comprar unas semillas y ver cómo nace un ser vivo. 


Partimos con emoción a la dirección que Lucas me mandó. Había mucha gente cotizando y pagando flores, paquetes, arreglos, entre otras cosas. Parece que en verdad hay calidad aquí. 


Muy pronto nos dimos cuenta de que ninguno de los dos sabía lo suficiente de plantas como para elegir una. Queríamos ser partícipes del proceso de nacimiento, así que nos fuimos a la parte de las semillas. Un mueble con infinidad de paquetitos se hallaba frente a nosotros, no reconocimos ningún nombre. 


—Tal vez debimos investigar más sobre flores y plantas antes de venir.
Es cierto que algunas necesitan más cuidado que otras, pero dudo que en este estado podamos diferenciar cuál es cual. 
—¿Qué tal esta? Árbol de jade.
Suena a que con el tiempo gana gran tamaño.
—Tienes razón. 


La mayoría de apartados ya tenían espacios vacíos, a excepción de dos que se veían casi llenos. Tomé una bolsita de cada uno para verlas con más atención. 


—Aglaonema y... Diefembaquia. ¿Crees que sean exigentes?
No lo sé, pero supongo que podemos darles lo que necesiten. Quiero pensar que todas las de este apartado pueden vivir dentro de una casa. 


Nos portamos optimistas y nos las llevamos. Creímos que solo íbamos a salir de ahí con unas semillas, pero terminamos con un par de bolsas casi llenas. Antes de llegar a la caja, había muchos más estantes con cosas de jardinería, nos vimos por leves segundos y pensamos lo mismo. 


Compramos tierra, macetas de diferentes tamaños por si crecen rápido y necesitan más espacio, una regadera chiquita para cada una, piedritas decorativas y carteles para ponerles nombres. Estos últimos son de los que se usan para plantas como perejil, menta, cilantro, etcétera. Todas esas que hay en las cocinas, ¡pero qué demonios! Tenemos dos nuevos integrantes en la familia y claro que se merecían un nombre bonito. 


Todos están invitados al planta shower, ahí por si quieren venir. 


El entusiasmo de regreso fue más grande que el del inicio. Estábamos impacientes por bautizar a nuestras nuevas hijas. 


—¿Tienes alguna idea?
Tal vez podemos usar sus iniciales como base.
—De acuerdo, "A" y "D".
¿Por qué no le ponemos a una como el conejo que teníamos? El que tan pronto como lo descubrieron nos quitaron—dijo nostálgico.
—Buena idea, ¿Dolly se llamaba? 


Asintió. 


—Me gusta —afirmé después de pensarlo—. El nuevo nombre de Diefembaquia será Dolly.
Ahora solo nos falta una. 


Tomó un sushi del paquete que habíamos comprado. ¿Podría ser? 


—¿Qué tal... Anori?
Suena bien —dijo después de meditarlo—. ¿Cómo se te ocurrió? 
—Vi el sushi, pensé en el alga y... nori... Anori. Mi cabeza tiene procesos extraños. 


Río y asintió al ver los paquetes de semillas. Rebuscó entre las bolsas los carteles y escribió los nombres para mostrármelos. 


—Incluso riman... ahora solo queda esperar a ver si somos competentes para cuidar un par de plantas. 
Voy a investigar qué cuidados necesita cada una y cuando lleguemos les adaptaremos su espacio. 
—Me parece bien. 


Al estar en casa empezamos a trabajar. Fueron algunos minutos de investigación extra, pero al final lo logramos con éxito. Ahí estaban, las dos macetas en una mesita que se hallaba en la sala. Ambos estábamos en frente de ellas. 


—¿Cuánto tiempo crees que tarden en comenzar a crecer?
El artículo decía que cinco días como mínimo.
—Entonces solo queda esperar. 


Los días pasaron con rapidez, por mi parte admito que no podía evitar echar un pequeño vistazo de vez en cuando. Solo para verificar que no estuviera sucediendo nada. Mientras tanto, buscamos en qué matar el tiempo antes de tener que cumplir con nuestras tareas cotidianas. 


Terminé con mi rutina de ejercicios, me duché y fui a verlo a su habitación a ver qué hacía. Estaba sentado en el escritorio con los audífonos puestos. Moví ligeramente la cabeza hacia un lado, dibujaba lo que parecía ser el boceto de un paisaje. Se recargó en la silla pensativo sin despegar la mirada de su trabajo, quise hacerle una pequeña maldad. 


De puntitas me acerqué y le di un pequeño susto al tocar sus hombros. Dio un brinco, suspiró aliviado tras ver que era yo y se quitó los audífonos. 


—Realmente no escuchas nada con esas cosas, ¿verdad? 
Trato de sumergirme en un ambiente fructuoso, pero creo que mi bloqueo creativo va a durar un buen rato. 
—¿No se te ocurre nada?
Tengo la base, pero no encuentro una paleta de colores que me guste. 


No pues ni cómo ayudarlo, soy muy nesciente para las artes. 


—¿Y cómo se quita un bloqueo de esos? 
En mi caso no tengo idea. Siempre permanezco firme con la ilusión de que la presión haga salir algo, pero o se ve forzado el resultado o termino con un dolor de cabeza. 


Tiene la misma necedad de su padre, no cabe duda. Me recordó a aquellos días donde James a veces se quedaba hasta tarde en la mesa de la cocina, revisando y haciendo cuentas propias de las cafeterías. El personal competente aumentó, así que ya no ha tenido la necesidad de hacer eso. 




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