Una voz hermosa

22. Cero filtros

Producto de mi angustia llamé a un doctor para que viniera y revisara a Vincent. Era ya un conocido de la familia, mejor dicho de James... era el doctor al que siempre recurríamos en emergencias. 


Esperé con paciencia a que terminara su chequeo, pedía que no se tratara de algo grave. A pesar de solo ser una calentura, mi sentido de alerta me llenaba de ansiedad con feos escenarios. Mi tensión se esfumó cuando el doctor me dijo que solo se trataba de un caso de gripe. No es como estar sano, pero hay cosas peores. Dijo que en los últimos días, se han presentado muchos pacientes con síntomas similares debido a las lluvias que acababan de pasar. 


Ahora que lo recuerdo, los chicos dijeron que Owen amaneció enfermo hace unos días, supongo que le sucedió lo mismo. Otro motivo para odiar las lluvias... 


Me dio los medicamentos que iba a necesitar y recomendó las cosas básicas. Mantenerse hidratado y descansar lo necesario. Eso segundo no iba a ser un problema... 


Cada que Vincent se enferma se convierte en un auténtico koala. Se la pasa durmiendo la mayor parte del día, hasta parece oso que está invernando. Ignoro si dicha actitud es equivalente a lo mal que se sienta, pero casi siempre es el mismo patrón. 


El doctor se retiró y fui con Vincent para ver cómo estaba. Tal y como pensé, enrollado en la cobija. 


Abrió un poco los ojos. 


—¿Qué fue lo que te pasó? 


Movió los hombros en respuesta, no tenía idea. Me senté en la cama para acariciar su cabeza. 


—Al menos la fiebre ya bajó. El doctor dejó dos medicamentos. 


Hizo cara de fastidio y se dio la vuelta para hacerse bolita. 


—Ya sé que no te gusta tomar medicina, pero es para que te cures más rápido. 


No lo hace por el hecho de que tenga un feo sabor, sino porque odia tener que ser despertado en la madrugada para tomar los medicamentos y así, no interrumpir los lapsos de tiempo indicados. 


James se aferraba a dichos horarios cuando era pequeño, ni un minuto más ni un minuto menos, incluso le pedía a mi hermana que también lo hiciera mientras ella hacía de guardiana. Tanta atención y precisión terminó por fastidiarlo. 


—Podemos adaptar un horario para que no tengas que desvelarte. 


Ni siquiera volteó a verme. Una de dos o está haciendo berrinche o sufre de agotamiento por la enfermedad. Suspiré y decidí permanecer con la duda. 


—Está bien, te voy a dejar dormir todo lo que quieras, pero te las tienes que tomar. 


Se las dejé en la mesita de noche y salí de la habitación. 


—Ya me imagino a James en la noche... su instinto paternal le avisará de lo que sucede antes de que tenga oportunidad de decirle. 


Durante los próximos cuatro días estuve viviendo con un koala en la casa. Permaneció desorientado cada vez que despertaba para comer o asearse, pero fuera de eso, la gripe no mostró señales de querer empeorar. Para el día de hoy, ya se veía con más ganas de vivir. Aunque aún no quería abandonar su cama, ya permanecía más horas despierto. Eso representa una clara mejoría. 


Sin importar todo lo que sucedía, mi mente se quedó estancada en la propuesta de Vincent ese día. Me debía una explicación. 


Lo miraba pensativa. 


¿Por qué me ves así?
—¿Te sentiste mal cuando llegamos aquí ese día? 


Negó confundido. 


Ah, o sea que pensábamos en lo mismo. O quizás tenemos una increíble conexión... ¡no, firmeza, Amber! 


—Entonces explícame tus acciones.
¿Cuáles?
—Me pediste quedarme aquí contigo, fue porque te sentías mal, ¿no? 
De saber que iba a enfermarme te lo hubiera hecho saber. Ambas cosas no tienen nada que ver. 


Me crucé de brazos. 


—¿Entonces?
Te lo dije, quería estar contigo. 
—¿Y lo que ibas a comprobar? Dijiste que si tenías razón me lo dirías. 


Con los sentidos desorientados le costó trabajo recordar y espero que lo logre, porque no sería justo dejarme con la curiosidad. 


Después de leer el tema relacionado con el amor del alma leí algo más sobre dormir con la pareja. Supuestamente reduce el estrés, por lo tanto se duerme mejor. Desde antes, saber que estás cerca me ayudó a relajarme para conciliar el sueño, pero ya que ahora hay algo más "formal" entre nosotros comencé a fantasear con un "¿qué pasaría?" —sonrió.
—Y amaneciste enfermo. 


Su gesto cambió cuando vio la nube de depresión encima de mi cabeza. ¿Eso es lo que provoco en él? ¿Enfermedad? 


No pensarás que tienes algo que ver con mi recaída, ¿verdad?
—Claro, como tú no quedaste igual a un claro representante de la peste no lo encuentras algo negativo —dije desanimada—. Mi compañía dormilona te provocó un malestar —exclamé a punto de derrumbarme. 
Mi estado actual no tiene relación con tu compañía, esto fue una casualidad. De hecho, comprobé algo mucho más interesante. 


Mi gallito de la curiosidad se levantó. 


—¿Qué es? 
Es un tanto extraño. 


Más en la torre no me puedes dar ahora... 


—No importa, quiero saberlo.
Ciertas reacciones me hicieron relacionarte con mi madre. 


Me quedé callada. 


No quiero que me veas como un chico que sufre de mamitis, no va por ahí el asunto. Tengo claro que tú eres tú —dijo nervioso.
—Tranquilo, no te creo así. No tienes ningún tipo de comportamiento que se relacione a tal apego excesivo. 


Suspiró aliviado, obtuvo la confianza de seguir expresando su idea. 


Lo digo por lo que me haces sentir. No la conociste, pero desde que mencionaste aquel día el tema de los lazos familiares me puso a pensar. Tanto que investigué al respecto. 




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