Una voz hermosa

25. Anelo indeseado

Los días de ocio se volvieron comunes en casa. Mi parte favorita era cuando a mi me ganaba el sueño y mientras Vincent veía videos o lo que fuera en su celular, acariciaba mi cabeza para ayudarme a dormir. Escuchar ruido no me molestaba en lo absoluto, de hecho, oír su respiración o el latir de su corazón me sumergía en un ambiente de relajación.


Era lo más parecido a un arrullo. 


Sonará muy cliché, pero era verdad. Así lo sentía. En donde me quedara a dormir ya no me importaba, a tal punto llegué de sentir despreocupación. 


Por otro lado, también se presentaron varios momentos... comprometedores. La vida conspira en mi contra y tengo pruebas. 


Perdía el tiempo en mi celular cuando un anuncio llamó mi atención. Era un artículo peculiar y como cualquier cosa interesante que encuentro últimamente, se la mostré a Vincent como si de un descubrimiento digno de orgullo se tratase.


Por la forma intuí que se trataba de unos audífonos, pero eran muy extraños. 


—Tienen una bocina más grande que la otra, ¿será solo para un oído y la parte chiquita será el micrófono?


Vincent analizó la imagen en mi teléfono. 


No son unos audífonos.
—¿Ah no?
—Es un vibrador.
—Ah... ¿como esos para dar masajes? —pregunté curiosa. 


Iba a negar, pero lo pensó un momento. Bebí de mi jugo de frutas feliz mientras esperaba su respuesta, me empiné el vaso para llegar al fondo de un solo trago. 


Podría ser... es un juguete sexual. 


Escupí todo y manché mi ropa junto con nuestro alrededor. Di una gran bocanada y comencé a toser. Hasta creo que un poco de jugo me entró a la nariz.


—¿U-un qué? —pregunté exaltada al mismo tiempo que intentaba recuperarme. 


Con forme más analizaba la situación, mi cara tomaba el color de un tomate, mientras, él revisaba el producto sin preocupación alguna, con la intención de nutrirse de información. 


¡¿Por qué salen ese tipo de anuncios en mi celular?! No soy una pervertida, lo juro. No he pensado en nada de eso en estos días... eso sonó comprometedor, ¿verdad? No es lo que parece. Solo he pensado en Vincent, es para lo único que mi cabeza da abasto... ¡n-no pienso en él como ustedes piensan! ¡Ay, ya cállate, Amber! 


—No estabas tan alejada de la realidad, parece que posee sincronización con la música. 


¿De verdad algo así existe? 


Mi vergüenza pudo haber empeorado, pero ya tenía otro problema. 


—Creo que una semillita de la fresa se me quedó atorada —me tallé la nariz para después comenzar a moverla. 


Duele tener algo en la nariz que no sea aire, en serio. 


Rio y me dio un pañuelo. Hubiera deseado que eso funcionará, pero no lo hizo tan bien. Cada que me sonaba la nariz me llegaba un olor/sabor a papaya y el papel se veía rosa. Mi jugo era rosa, parecía que me había inhalado todo con un popote, porque ya veía venir un buen rato con esta incomodidad. 


Suena asqueroso, pero imagínense lo mal que me siento. Pónganse en mi lugar.


¿Lo quieres comprar? —dijo con una sonrisa de malicia solo para molestarme. 


Se refería el producto para fines de satisfacción. Dejé mis intentos por aliviar mi malestar para verlo avergonzada. 


—¡N-no!
Estoy a punto de apretar el botón de compra. 


Le quité el celular y volví con mi problema. 


Sin dejar de intentar buscar alivio llegué a la conclusión de que Vincent no se avergüenza con nada. O tal vez no algo tan exagerado como eso... 


Solo lo he visto sonrojarse dos veces y no me parecía justo. ¿Acaso ya había perdido toda la pena? Yo tomaba mi apariencia de tomate a cada rato y por supuesto que él disfrutaba de ver mis momentos de incomodidad, el muy mañoso... Por lo tanto, pensé en comenzar otra guerra, algo nunca antes visto. 


—¿Una guerra de piropos?
—¡Exacto!
¿Para qué? 
—Porque ya me cansé de siempre ser la que se encoge de la pena. Usted, muchachito tramposo, se las ingenia para siempre dejarme en tal estado y ya es hora de que yo te vea sufrir como yo. 


Dejó salir una pequeña risa. 


Entonces es una guerra en la que solo voy a recibir ataques. 
—A diestra y siniestra. Pierdes si logro hacerte sentir incómodo y de ese modo estaremos a mano.
Suena interesante, vas a poder explotar tu creatividad. Definitivamente quiero ver eso, ¿hay reglas? 
—Solo una, no puedes irte ni huir cuando comience a hablarte. Tienes que escuchar con atención lo que te digo y mostrarme con claridad tu reacción.
Transparencia... de acuerdo, acepto el reto. 


¡Eso! Ya era hora de que me dejara ver esa linda expresión de nuevo. No me voy a rendir hasta lograrlo, es una promesa. 


No iba a dejarle caer un gran bulto encima, obvio, estoy segura de que mientras más espontánea sea mejor. Empecé con cosas suaves. 


Aproveché que trabajaba en su habitación con música para comenzar. 


—Quisiera ser cantante para cantarte una canción, pero como no tengo micrófono, te regalo mi corazón. 


Reaccionó enternecido, pero no vi ninguna coloración en su rostro. Me quedé ahí un rato y se me ocurrió otro. 


—Mi color favorito es verte. 


Sonrió sin apartar la vista de su trabajo. Me pasee por su librero y llegó otra idea.


—Me tienes que comprar un diccionario.
¿Por qué?
—Porque desde que te vi me quedé sin palabras. 


Estaba concentrado, pero sin querer lo distraje. Giró la silla y me brindó toda su atención. 


¿Eso es todo lo que tienes? 




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