Sira:
Bajé las escaleras hasta el segundo piso en donde vivía Izan y toqué la puerta, rogando a que estuviera en casa, para mi buena suerte fue así y salió.
—Hola, podrías ayudarme con un problema que tengo en mi computadora y celular—
—Si— Siempre era de pocas palabras, tal vez por eso después de tanto tiempo no nos hicimos cercanos.
Le expliqué mi problema y en unas cuantas horas dijo que estaría lista mi computadora, me fui a almorzar y regresé.
—¿Cuánto te debo?—
—Es gratis— dijo guiñando el ojo y volviendo a su expresión enojada y esos ojos grises que podían llevarse mi alma entera si quisieran…
Zenith:
Me bloqueaste, pequeña… ¿Cuánto podría durar?
Ingresé a su celular desde mi computadora, y desbloqueé mi número.
Cuida tus palabras
Regla 6: No digas cosas que me molesten, es solo una advertencia… por ahora
-Z
No me respondió… ¿Qué haré contigo, pequeña?
Sira:
Mi decisión para ese día fue terminar ese libro y los días siguientes iba a salir más, con suerte conseguir otro departamento.
La habitación se hizo más clara, mi computadora se encendió, una foto mía durmiendo.
El vacío de mi estómago crecía.
“¿Estás ahí?
Qué te parece jugar a las escondidas ¿Somos amigos, verdad? Pero me has hecho enojar… La oscuridad te puede ayudar… Son mis reglas, es tu juego. Tienes dos minutos para encender todo. Si ganas podrás tener una semana de paz, si no… iré por ti”
Una voz, el temporizador comienza, no estaba en posición de dudar la foto mía dormida lo confirmaba. Corrí y encendí todo, incluída la del pasillo de fuera y entré cerrando con seguro, guardando las llaves en mi bolsillo, traté de apagar la computadora.
¿Qué mierda? No sirve
“Lo hiciste perfecto, pequeña, pero faltó una…”
Ahora aparecía la foto de mi cocina, la luz estaba encendida.
“El horno tiene una luz, no la encendiste…
Te voy a dar una ventaja, pequeña mantis, averigua en donde se encuentra lo que da luz al edificio. Van a ser útiles, tienes 5 minutos”
Cerré la laptop y siguió sonando ese reloj. Me senté en mi cama y grité en una almohada. ¿Por qué a mí? Me dirigí a la cocina, recordando desde donde apuntaba la cámara, la ví. Me subí a una silla tratando de arrancarla y lo logré.
Una cámara blanca, un poco grande, ¿cómo no la ví antes?
Cuando estaba bajando todo se volvió oscuro y caí
—Mierda— Me levanté rápido y agarré mi celular.
“Iré por ti ahora, en 10 minutos tienes que encender todas las luces, incluídas las del horno, pequeña”
Quise encender la linterna de mi celular pero el temporizador estaba ahí también, ni siquiera alumbraba la pantalla. La madera del piso de arriba sonando, siete minutos restantes, salí al pasillo y de lejos se escuchaban pasos pesados.
Corrí, segundo piso, primer piso, el sótano. baje las escaleras sin caerme. La señora Nancy me dijo que debía estar aquí, ¿fusibles? ¿qué?.
Puse mis manos en la pared sucia, sentía telarañas, polvo, un tubo, el ruido de las escaleras.
¿Por qué no me quedé arriba y llamé a la policía?… caminé más rápido y había palancas muy pequeñas, estaba a punto de subir ambos. Alguien me tomó de la cintura, girando y mi espalda quedó contra la pared.
—Quince segundos— La misma voz de la computadora. Mi brazo libre subió esos dos breakers.
—Bien hecho, pequeña— El sujeto me soltó y se apartó pero seguía mirándome, su perfume invadía intensamente mis fosas nasales, y finalmente el foco amarillento y viejo del sótano se encendió, estábamos en la sombra,el tipo encapuchado solo veía la punta de su nariz y su sonrisa, era algo que se me hacía muy conocido. Se alejó por las escaleras y yo corrí tras él y lo perdí de vista, corrí escaleras arriba a mi departamento, cerré con las llaves de mi bolsillo, revisé todo y me encerré en mi habitación.
Faltó una luz, pequeña
-Z
El jodido horno, corrí y me encerré de nuevo
¿Disfrutaste del juego? Fue fácil, ganaste. Me encanta tu aroma. La recompensa está en tu bolsillo.
-Z
Eres un maldito tramposo
-Sira
El vacío de mi estómago se hacía más grande, saque lo del bolsillo, una flor rosa hecha de papel.
“Eres bella, pero frágil…
-Z”
Tome la almohada de nuevo, lo único que me quedaba era gritar, sacar eso que atacaba mi estómago.
Deja de hacer eso, te vas a lastimar la garganta
-Z
Vete a la mierda, maldito enfermo
-Sira
No me hagas volver, mantis
-Z
Haz lo que se te dé la gana, deja de meterte en mi vida
-Sira
Yo no lo hice, fuiste tú la que se metió en la mía
-Z
Lancé el celular a algún sitio de la habitación y grite en esa almohada hasta que terminé lanzandola también
—¡Eres un maldito enfermo! ¿¡Me escuchas!?—
Se empezaron a escuchar los pasos de nuevo, el vacío de mi estómago creció nuevamente, apagué todo, me senté en la cama con la espalda apoyada al respaldo y esperé a lo que viniera.
No pasó nada.
Me dormí a las cuatro de la mañana, desperté muy tarde con dolor en mi labio, lo mordí durante toda la noche, tres días tranquilos pasaron y decidí que iba a salir y no me importaban las consecuencias.