“Mi corazón salto de alegría al recibir la noticia que volverías, de que aunque sea podría admirarte de lejos, que podría ver cuántos has crecido sin embargo no tenía idea de que era lo que nos tendría preparado del destino; Hoy te dejo estar margaritas, como aquellas que deje en tu puerta el primer día, solo que ahora son amarillas, ya que las antiguas culturas creen que el amarrillo representa los nuevos comienzos, brindemos por un nuevo comienzo, por uno mejor, por uno más fuerte pero sobre todo uno con mucho mas amor…”—Roy Z.
Seguía el sendero de las luces que me guiaban, cada vez me internaba más y más en el bosque, ya había dejado atrás la casa, mi única compañía era la luna que en ocasiones no podía divisar del todo ya que los árboles la cubrían por pequeños momentos, di una última vuelta al sendero y fue ahí donde lo encontré.
Parecía esos lugares sacados de películas, era como un pequeño lugar secreto en el bosque, era un pequeño circulo sin mucha vegetación, solo unas cuantas flores, gracias a que los árboles simplemente lo rodeaban podías ver el cielo estrellado y la hermosa luna que se posa justo arriba de él, traía un suéter café claro con unos jeans, para bien o para mal nuestros atuendos combinaban, mire de nueva cuenta el pequeño lugar, había luces rodeando el circulo, una pequeña canasta en cima de un gran frazada azul oscuro.
El hizo un movimiento para que me acerca, temerosa obedecí, me acerque poco a poco hasta quedar justo en frente de él, siempre fue más alto de que yo, cautelosamente alce la mirada, el solo me sonreía, juraba que con el pasar de los días su sonrisa se llenaba más y más de vida cada que me la regalaba.
—Veo que no te perdiste me alegra—por fin hablo y no borraba la sonrisa de su rostro—Ya me estaba empezando a preocupar.
—No fue muy difícil—no sabia que mas decir.
—Bueno al menos llegaste y te vez realmente hermosa a luz de la luna—deslizo uno de sus dedos por mi rostro—Me da gusto tenerte aquí conmigo.
Esa pequeña caricia fue como una pequeña descarga que recorrió todo mi ser, mi mente no se encontraba aquí, seguía en la llamada que tuve en la tarde, casi por instinto tomé su mano con fuerza y le sonreí.
—Sigo teniendo miedo—fui sincera, sentía que un nudo se comenzaba a formar en mi garganta—¿Me puedes prometer que no te vas a convertir en un recuerdo?
Al parecer mi cuestionamiento le afecto, su rostro se tensó, sentía como todo su cuerpo se podía rígido, aun así, delicadamente me atrajo hacia él, me abrazo como nunca antes, poso su mentón encima de mi cabello y lo dijo.
—Te prometo que...nunca me voy a convertir en un recuerdo—aun sentía la rigidez en su cuerpo—te prometo que nunca más.
Nos quedamos unos cuantos minutos más en aquella posición, podía sentir el latir de su corazón con fuerza, estaba aferrada a él, como si no pudiera amar a nadie más, aun con mi rostro en el pecho aquella pregunta retumbaba en mi mente, que era lo que debí hacer, cuál era la decisión correcta a todo esto.
—¿En qué piensas?—pregunte tratando de descifrar su mirada perdida.
—En todo lo que no llegamos a compartir—susurro aun con su mentón en mi cabello—En todo lo que nos perdimos.
Me repetía internamente una y otra vez que no debía llorar, que ya había llorado lo suficiente, termine el abrazo, para sentarme en la gran frazada azul, lo invite a que me acompañara.
—Dijiste que querías empezar de cero, creo que eso estamos haciendo justo ahora, aun podemos recuperar el tiempo perdido—solté un gran suspiro acompañada de una pequeña risa para liberar un poco de toda la tensión que traía—Me llamo Ember, tengo 23 años a nada de cumplir los 24, a mi corta edad dirigió mi propia empresa de comunicaciones con mi mejor amigo de la universidad, se algunas cuantas cosas, deseo seguir aprendiendo y sigo enamorada de mi primer amor, aunque no es la gran cosa, un chico de ciudad que volvió rebelde a una chica de un pequeño pueblo…y creo que eso es todo—solté otra pequeña risa al terminar—Trata de mejor esa fabulosa presentación.
El solo me miro con atención, pero en algún punto mientras yo hablaba, arrugo su frente, sabia que estaba evitando reír a toda costa, ya sentando junto a mí se preparó a hablar.
—¿Así que ese chico tuyo no es la gran cosa?—se burló de mi—No me imagino lo debes sentir al tener que soportar su compañía todos los días.
—Aquí entre nosotros dos, solo estoy con el por su impresionante casa—le sonríe de oreja a oreja, el me miro con orgullo, la chispa parece que seguía acompañándonos.
Parecía que ya estaba realmente para hablar de verdad, así que solo lo interrumpí una vez más.
—Solo que un detalle más—el me miro atento—Sin historias tristes, esas dejémoslas para otra cita.
El me respondió con una expresión de su rostro, lo entendía perfectamente.
—Bueno supongo que no tengo un curriculum tan impresiónate como el tuyo, me llamo Roy tengo 24 años, aun me falta mucho para cumplir los 25, a mi corta edad solo dirigió el negocio familiar que afortunadamente ha crecido bastante—el se detuvo un momento y me contempló por unos segundos—Y sigo enamorado de una chica de un pequeño pueblo a la que hice rebelde, o quizás la hice libre.
Un silencio se apodero del lugar, coloque mis brazos sobre mis rodillas para poder descansar un momento, él se echó para atrás, entrelazando su mano atrás de su nuca, se veía tan despreocupado, su mirada estaba fija en la luna, lo contemple por varios segundos hasta que el se dio cuenta, desvió la mirada y me sonrió.