“Todos consideran que el marchitar es triste, que es desalentador, que es inquietante ver como algo que antes tenía tan viva, tanta luz, tanto color ahora se encuentra tan gris, tan vacío, tan carente de vida o de alegría; Claro que es triste ver como las flores se van secando, como van perdiendo su color, como van perdiendo sus pétalos uno por uno, claro que es triste ver como hasta el más grande de los árboles va perdiendo pedazo por pedazo, como hasta el árbol más firme no puede hacer nada cuando sabe que ha llegado su momento, claro que es triste el marchitar pero se nos olvida algo sumamente importante…el marchitar es solo el primer paso para florecer de nuevo… ”—Ember.
No supe en que momento de la noche quedé dormida, pero fue una de las noches más duras y largas por las que había pasado en mucho tiempo, el reloj en la pared marcaba las 2:15 p.m. lo cual me tomo por sorpresa, a pesar de haber dormido por varias horas no había descansando en lo absoluto.
El cuerpo me pesaba, un dolor se centraba justo en el centro de mi escapula derecha, pareciera como si el estrés de los días al fin hubiera decido hacerse presente en un punto especifico de mi cuerpo.
Tome una ducha rápida, que me sirvió para poder despertar del todo, el estómago me rugía, no tenia mucho animo para alimentarme, pero sabia que necesitaba comer, me senté en la cama dejando que el tiempo pasara, pero el silencio de la habitación me volvía loca. Así que tomé mi bolsa para salir lo más rápido posible del lugar, decidí ir a la cafetería del pueblo lo cual me permitía matar dos pájaros de un tiro, distraer mi mente y alimentar a mi hambriento estómago.
Camine por toda la avenida, no había rastro del sol, por lo que mi blusa amarilla sin mangas no había sido una muy buena elección, me moría de frio, al ver la cafetería a unos cuantos metros aceleré mi paso para entrar de inmediato, la pequeña campana que se encontraba en la puerta anuncio mi llegada, unas cuantas miradas se fijaron en mí, camine en busca de un lugar disponible ya que al parecer hoy todo el pueblo había decidido tomarse un café.
Alguien me tomo por el antebrazo, el pequeño acto me tomo por sorpresa, un pequeño susto salió de mí, hasta que vi de quien se trataba.
—Aquí hay lugar por si deseas acompañarme—Vanessa me soltó lentamente mientras señalaba con su cabeza el lugar disponible.
Accedí sin queja alguna, me senté enfrente de ella, estábamos en un rincón de la cafetería lo cual agradecía, no quería lidiar con las miradas curiosas, hoy no.
—¿Segura que no te mandaron aquí para evitar mi suicidio?—me reí mientras colgaba mi bolso en la punta de la silla.
—No creo que seas tan tonta para morir por amor…¿o sí?—me devolvió la sonrisa.
Ambas reímos, miré todo el menú un par de veces, sin que nada me convenciera al cien por ciento, decidí ordenar una taza de café y un panini.
—Te noto algo diferente…te noto más tranquila—mascullo y luego sonrió—Me agrada verte así, verte no…tan rota.
Le sonríe, le di las gracias, era verdad me sentía más tranquila, pero al mismo tiempo me sentía vacía.
Ya he pasado por esto una vez, ya he pasado por un corazón roto, sé que se siente eso que llaman “morir de amor” ayer en la noche sentía como otro agujero negro se forma en mi pecho, como me quitaba las fuerzas poco a poco, hoy sigue ahí, sigo triste, sigo rota pero solo que ahora tengo la experiencia, tengo el conocimiento de que esto no acabara conmigo, llorare todo lo que tenga que llorar pero voy a salir de esto.
¡Yo puedo! ¡Yo puedo! ¡Yo puedo! Me repetí en silencio para mi misma, ya me había hecho una promesa antes, de que no me permitiría caer de nuevo, no podía caerme otra vez, no lo soportaría.
—¿Y Jackie? —pregunte dándole un sorbo al café que ya tenia conmigo.
—Decidido tomarse el día ya que mañana es…bueno ya sabes que—fue amable.
—Mi boleto de salida de aquí—respondí de inmediato, suspiré sin fuerzas—mi boleto fuera de aquí…
Nos quedamos en silencio por algunos minutos, parecía que el final se sentía agridulce, ya no podía seguir con esto, se que puedo sobrevivir a un corazón roto, pero no me pienso quedar en un lugar donde ni con el pasar del tiempo las cosas fueron claras.
Quiero olvidar lo que un día sentí, aunque parezca imposible quiero dejar de amarlo. Quería irme por todo el dolor que mi corazón hoy siente, pero no todo fue malo…sin saber que, algo me hizo recordar todo lo que pase en estos treinta días.
Recordé la risa de Jackie mientras platicamos en el sofá, recordé cuando me abrazo a pesar no haberme visto por mucho tiempo, recordé el abrazo con mi madre, recordé la reconciliación con mi madre y por último lo recordé a él.
Recordé su sonrisa en la mañana, recordé sus abrazos esos que me daba cuando me encontraba desprevenida, recordé los desayunos juntos, recordé aquella velada bajo la luna y recordé cuando me hizo suya otra vez.
—¿No todo fue malo? —me sonrió Vanessa haciéndome romper mis pensamientos.
Sin darme cuenta una sonrisa se había hecho presente en mi rostro, mientras unas cuantas delicadas lagrimas recorrían mis mejillas.
—No, todo fue malo…pero quizás lo que me ha hecho volver a casa ya ha cumplido su propósito…quizás esto ya ha llegado a su final—suspire mientras secaba el resto de lágrimas de mi rostro.