Unas flores para un corazón roto

30: O t o ñ o

“Cada estación nos invita a conectar espiritualmente con sus características, en otoño la naturaleza desacelera su ritmo, prepara su camino para invierno; Nos llena de una suave, hermosa pero letal melancolía que nos hace replantear lo que hemos vivido, nos invita a tres cosas sumamente importantes en nuestra vida, nos invita a soltar, a una preparación y agradecer. Otoño es más que una estación, es el momento justo para cambiar tu vida”—Ember.

Estaba agachada tratando de colocar en una pequeña maceta de mi jardín un cactus que había comprado esta mañana en el centro de la ciudad. La tarde era fría, en la ciudad la lluvia no era tan habitual como en Alcatraz, así que mi única preocupación era lo fría que seria esta noche.

Al conseguir sembrar el cactus me levante para sentarme en una de las pequeñas sillas que tenia en la entrada de mi hogar. El cielo tenían un color anaranjado bellísimo, fije la vista en el por unos cuantos segundos, no me quería quedar más tiempo ahí ya que sabia que mientras más tiempo libre tenga mi mente, ella comenzaría a volar y eso es algo que ahora no me puedo, ni me quiero permitir.

Me sentía en un limbo extraño, me sentía olvidada, como una muñeca polvorienta en un rincón, que simplemente fue olvidada. Me sentía estancada, no sentía que las cosas no tuvieran algún propósito, sé que las tienen solo que no tenia las fuerzas para hacerlas, no tenia la fuerza para si quiera sonreír, no tenia la fuerza para vivir.

Ya había estado en este lugar antes, un lugar horrible que me jure jamás volver a pisar, conocía muy bien las sensaciones que recorrían todo mi cuerpo, aquellas que me jure jamás volver a experimentar, mucho tiempo me jure que no volvería a caer, pero uno no siempre puede cumplir lo que promete y las promesas rotas mas dolorosas no son las que te hace alguien…son las que te haces a ti misma.

Me arrastre a la cama, por que aquello no era caminar, mis pies ni siquiera se despegaban del suelo, como pude llegue, al estar de frente y a unos cuantos centímetros de distancia me deje caer. Me envolví entre las sabanas, sin importar que aun era muy temprano para ir a dormir, mi respiración se agitaba, sentía una presión en el pecho, sentía como si el aire me faltara, mi cabeza estaba dando vueltas, lo que estaba evitando desde hace horas estaba sucediendo, de solo pensarlo mi desesperación creció y llegue a mi punto de quiebre.

Las lagrimas comenzaron a brotar de golpe, eran demasiadas, salían una tras otra con fuerza, parecían no tener fin, cerraba mis párpados con fuerza, como si de laguna manera pudieran contenerlas, pero no servía de nada, no sabía de qué lugar provenía el dolor solo lo sentía, sentía como si estuviera rota, como si yo me tratara de una herramienta quebrada, que ahora no tiene ningún propósito.

Lo único que sentía era el dolor, que dolía estar viva.

Mis sollozos llenaban el lugar, solo quería que mi cuerpo se rindiera, que ya no hubiera mas dolor, solo le pedía Dios que ya no sintiera nada, absolutamente nada. En algún punto de mi suplicas mi cuerpo cedió y me quede dormida.

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Sentía mi rostro hinchado, mis párpados pedazos y mi cabeza dolía de una forma horrible, los síntomas colaterales de tener un corazón roto.

Mire la hora, pasaban un poco mas de las 8:00 p.m. solo fueron unas pocas horas en las que logre conciliar el sueño, aunque parecía que no sirvió de nada, me sentía más cansada que nunca.

Me sentía decepcionada por pasar todo esto de nuevo, me sentía decepcionada de mí misma ya que a pesar del tiempo no había podido olvidar, nunca quise ver la verdad, nunca quise aceptar que estaba rota, nunca quise aceptar que estaba mal, nunca quise aceptar que seguía herida y como consecuencias sangre sobre personas que no lo merecían.

Pero también se que todos hablan acerca de si mismos, se que todos me pedían solo ser fuerte, me pedían que luchara tan solo un poquito más, solo un poco, todos me impidieron llorar, todos me dijeron que solo exageraba, que mi dolor no era para tanto, todos me juzgan pero nadie…nadie se puso un momento en mi lugar, nadie se detuvo aunque sea por unos segundos a pensar como me estaba sintiendo.

Nadie se detuvo a pensar que se sentía ser yo.

Supongo que es normal en la mentalidad humanada, todos hablamos de la empatía, pero realmente muy pocos la conocen. Mucho se habla de las promesas, cuantas palabras bonitas me han regalado, he escuchado ese discurso miles de veces, pero el actuar es algo de lo que rara vez he sido presenten.

¿Y se sucede cuando tenemos que pagar los pecados de alguien más? ¿Qué pasa cuando lo que tenemos que pagar es gracias a las consecuencias de alguien más? ¿Qué pasa cuando tenemos que vivir con las consecuencias colaterales de otros?

Supongo que lo mas duro de todo esto no es el pasarlo de nueva cuenta, si no pasarlo por que a otras personas le resulto conveniente jugar con mi corazón.

Unos cuantos golpes en la puerta captaron mi atención, estaba a punto de colocar el cereal en un tazón azul, los golpes eran insistentes, solo quería que me dejaran en paz, me quede en silencio con la esperanza que se fueran, pero no sirvió de nada, todo lo contrario, parecían intensificarse con el pasar del tiempo. Abrí de golpe lista para deshacerme de quien sea que me estuviera molestando.




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