Unas flores para un corazón roto

34: A g r a d e c e r

“La tercera y última enseñanza de otoño es el aprender a agradecer. Agradecer todo lo que la vida nos ofrece para ser mejores, agradecer lo que en su momento formo parte de nuestra vida, agradecer que a pesar de todo tenemos la fortuna de levantarnos día con día…agradecer que tienes vida para seguir disfrutando todo lo que el mundo nos regala”—Ember

La sesión de hoy no fue dentro del consultorio, Aurora me cito en uno de los principales parques de la ciudad, eran las 5:30 p.m. punto, justo la hora acordada, el viento era frio, el cambio de horario fue apenas hace unos días, por lo que ahora oscurecerá mas temprano. El cielo tenía una vista hermosa, una naranja cubría todo arriaba de mí, las nubes tenían un aspecto aterciopelado, como si con un simple abrazo te hicieran caer en un sueño inmediato.

En una de las bancas justo en frente de la fuente con una sirena, ahí me esperaban, traía una chaqueta café larga con unas botas negras, una falda de cuadros grises y una blusa blanca. Tenia una forma muy peculiar de vestir, su cabello se ondulaba aún mas con el impacto del viento, al llegar con ella, me ofreció un vaso de café y una amable sonrisa se plasmo en su rostro.

—¿Fue un buen viaje?—me invito a sentarme con ella.

—El autobús tardo mas de lo esperado, pero estuvo bien—respondí a la interrogación.

Saco dos pequeñas libretas, esas pequeñas tipo block de notas, acompañadas con dos crayones morados, me entrego un juego. Me recordó a las “Pistas de Blue” que inmediatamente me trajo recuerdos de mi infancia.

—La sesión de hoy será un poco diferente—me obsequio otra de sus hermosas sonrisas—Hoy hablaremos de aquello de lo que estamos agradecidos de tener, de lo que nos hace feliz y de aquellas cosas de a pesar del dolor nos hacen esta vida tan pesada algo más llevadero y bonito.

Escribiríamos en cada una de las hojas algo que nos hace feliz, algo que nos alienta a seguir adelante, algo que agradecemos que forme parte de nuestra, no hay un mínimo ni un máximo, simplemente ella quería escuchar que es lo que dice mi corazón. Al final compartiríamos nuestras respuestas si así lo queremos.

Ella se levantó para cruzar por todo el lugar, rodeo la fuente y se colocó en la banca que se encontraba justo frente a mí. Estábamos a unos cuantos metros de distancia, levanto el block de notas, con sus dedos conto hasta a tres y comenzó a escribir invitándome a hacer lo mismo.

Abrí el block, tome el crayón colocando la punta de el en la hoja, pero nada sucedía, nada pasaba por mi cabeza, no podía pensar en nada de que me hiciera sentir bien, o al menos nada en los últimos cuatro meses, supongo que el tiempo que yo me desaparecí parece que agravio esa soledad y desesperanza que llevo cargando desde hace mucho.

Pero el pasar de los meses, las semanas, los días y las horas son solo una simple medida de tiempo cuando se habla del amor, de la amistad o de la familia. Si algo se ha construido con los cimientos adecuados ni el pasar de los años, ni el pasar de mil años, hará que ceda.

Hice un esfuerzo para indagar en mi memoria, quería llegar a lo mas profundo de esta, quería recordar aquello que me salvo, me salvo de caer aun mas profundo. Y cuando al fin lo pude deducir, el crayón tomo viva por si solo. Plasme algunos nombres, algunos lugares, algunas experiencias, al terminar pude ver que cielo ya era azul, un azul claro dándome la señal de que el sol poco a poco abandonaría esta parte del planeta.

Aurora me veía con una amplia sonrisa, parecía que llevaba bastante tiempo esperándome, me indico que caminara a la fuente, ella hizo lo mismo.

—¿Fue difícil?—ella indagaba.

—Mas de lo que esperaba—fui sincera, era extremadamente fácil ser sincera con ella.

—¿Quieres compartir conmigo lo que plasmaste en el papel?—su voz tenia un tono tan ligero, tan lleno de paz que me empoderaba de confianza.

—Me gustaría—susurre casi solo para mí—Si me gustaría.

Comenzamos a caminar, recorriendo el parque, el viento despegaba las hojas frágiles de los árboles, algunos niños corrían, otras personas caminaban como nos tras y otras más hacían algo de ejercicio. El silencio era nuestra compañía, ella tomo la libreta para mostrarme lo que tenía escrito en la primera hoja, justo en medio de esta pude leer.

“Ernesto mi prometido”

—El me hace muy feliz—sonrió impregnado todo el lugar de amor—Lo conocí en un café que se encuentra a una esquina de donde estudié mi licenciatura, el lleno todos los espacios vacíos, el me hace sentir agradecida de poder compartir mi vida con alguien más.

 Hablo con tanto amor que por un momento sentí que invadía su intimidad, me pregunté si algún día podía encontrar algo así de real. Mi mente tuvo un recuerdo fugaz de lo que coloque en la primera hoja. Tome mi turno para mostrarle que era lo que yo plasme en el papel.

“Unas simples margaritas amarillas”

—Fueron las flores que me regalo Roy la noche que miramos las estrellas—suspire, sentía como mi voz estaba cargada de una ligera nostalgia—Ese recuerdo me hace feliz…y estoy agradecida de que Roy formara parte de mi vida, a pesar de todo.

Me sonrió de tal manera, se mostraba orgullosa, como si yo fuera su alumna y ella mi maestra y yo después de mucho tiempo hubiera aprendido una valiosa lección.




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