Unas flores para un corazón roto

35: I n v i e r n o / C h a r l i e

“El invierno ha llegado, la estación que marca el final e inicio de un año nuevo, aquella estación donde parece que todo duerme, donde la naturaleza y nosotros nos hemos tomado un descanso para poder resurgir con más fuerza en primavera, la estación con los días más cortos y las noches más largas ha llegado ya; Es una estación llena de paz que nos obliga a mirar dentro de nosotros mismos, para comprender lo que realmente queremos y necesitamos. El invierno nos invita a tres cosas sumamente importantes al autoanálisis, a la reflexión y al desapego, el invierno es la estación perfecta para decir adiós…”—Charlie.

Las puertas automáticas se abrieron al colocarme justo frente de ellas, corrí a la salida del autobús 15, ese que había tomado hace unos meses. Faltaban unos 30 minutos para que este partiera, mi respiración se calmó al saber que llegue a tiempo.

Caminaba de un lado a otro, estaba inquieto, sentía como unas miradas en las bancas no se despegaban de mí, unos cuantos susurros entre las miradas me hacia perder la poca paciencia que aun quedaba en mi cuerpo. Fue ahí cuando la vi, su melena se ondulaba con su apresurado caminar, en su rostro traiga consigo alguna especie de dolor.

Parecía que aún no me había visto, recorría todo el lugar con su mirada hasta que esta se posó justo en mí, nos miramos fijamente, sentía una rara incomodidad entre nosotros, su caminar se hizo mas lento, como si tuviera miedo de llegar a mí. 

—Si viniste—su voz era débil—Si viniste…

Un silencio se apodero de los dos, ella no se anima a decir nada más.

—Parecías bastante desesperada así que tuv…­­—el impacto de su cuerpo con el mío me detuvo, me abrazo con fuerza, mis manos quedaron el aire, su rostro quejo justo encima de mi pecho, unas cuantas lagrimas se deslizaban por mis mejillas.

Le respondí el abrazo, acariciaba su cabello susurrándole que todo estaría bien, pero ella solo movía su rostro de un lado a otro mientras decía que nada estaba bien.

—Él está muriendo—su voz era débil, unos cuantos sollozos llenaban el lugar—De hecho, no sé si aun esta…si el aun esta en este plano.  

Tenía una idea de quien se trataba, no quería preguntar, ya era obvio lo afectaba que se encontraba, no deseaba su muerte, no soy un monstruo, en estos momentos solo estaba preocupado de lo que significara para Ember una perdida mas y el tener que volver a ese lugar. Realmente estaba preocupado, no sabía si Ember podía resistirlo.

—¿Estas segura que quieres ir?—no quería retenerla, solo quería cuidarla—¿Estas segura de que puedes resistir estar ahí?

Se quedo en silencio, no quería que me malinterpretara, solo he querido lo mejor para ella, siempre lo he querido…aunque ese algo no sea yo.

—Tengo que ir…tengo que estar ahí—susurro aun acurrucada en mi pecho.

—No—fui directo—No le debes nada a nadie Ember, mucho menos a el, no es tu culpa que este muriendo. No es culpa de Nadie.

Eso era la verdad, ella lo sabia tanto como yo, sabia que de todas las personas en ese pueblo, Roy era la persona menos indicada para reclamar algo, al final la abandono es cierto que no todo fue su culpa pero uno no se rinde tan fácil con el que dice que es el amor de su vida.

Pero si algo se es que uno no elige a quien amar, solo sucede y muchas veces el amor no sigue la lógica, no sigue la cordura uno solo ama, llena de amor a la otra persona, vive para ella, aunque a veces no valga la pena.

Así de loco es el amor, un arma de doble filo, a veces uno ama a quien no debe o ama a quien ya te dejo partir o peor aun uno ama a quien no te puede amar, aunque quiera.

—Pero si eso es lo que tu corazón desea está bien, todo estará bien—la tome de la barbilla, nuestros ojos quedaron a unos cuantos centímetros de distancia, estaban rojos de tantas lagrimas que había derramado a un lado de mi—Todo va a estar bien, yo te voy a apoyar.

—No he pedido eso, no puedo pedirte eso—aún me miraba fijamente.

—Tampoco he pedido permiso para cuidarte—estaba a punto de hablar, pero la detuve colocando un dedo sobre sus labios—Solo déjame cuidarte. Solo déjame hacerlo.

Cedió a mis palabras, camino sujetada de mí, parecía que no estaba dispuesta soltarme, al menos no hasta que sonara el aviso para subir al autobús. Nos sentamos en una de las bancas de la sala de espera, acurro su cabeza en mi hombro, de reojo la miraba, aun había unas cuantas lágrimas en sus mejillas, tenia la mirada perdida, solo miraba a través de las ventanas la luna.

—¿Crees en las almas gemelas?—su pregunta me tomo por sorpresa.

Me quede en silencio, quería buscar las palabras correctas a su pregunta, realmente no sabía si creía o no, apague mi mente y deje que mi corazón tomara el dominio de mis palabras.

—Si—fue mi respuesta pero no sabia si le mentía a ella o a mí, porque en este punto no estaba seguro de nada.

No respondió así que continúe hablando.

—Pero creo que las almas gemelas no solo tienen que ser las parejas—suspire—Las gemelas pueden estar presentes en otras relaciones.

—¿Tu eres mi alma gemela? —de nueva cuenta sus palabras me tomaron por sorpresa.




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