Under My Wings

17-. Tras las rejas

Observé a mi otro yo fijamente, mientras que este apretaba los barrotes con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos. Estiró su pálido brazo hacia mí, intentando alcanzarme, pero entonces, una gran bola de fuego rojo lo hizo retroceder con brusquedad, y a la distancia, pude ver cómo Igmis se acercaba a nuestra posición.

—¡No lo hagas, Chris! —ordenó él.

—¡Tú cállate! —replicó el sujeto al otro lado de la reja, visiblemente molesto por la interrupción.

—¿Qué demonios ocurre? —pregunté, cada vez más confundido.

—¡No ocurre nada! —gritó el Chris del bozal—. ¡Ignora a ese inútil y libérame!

—Escucha —comenzó a explicar Igmis, a medida que se acercaba—, nuestra especie posee dos instintos principales, uno de ellos es el dominante, y como puedes ver —señaló la gigantesca reja—, el otro es contenido al fondo del subconsciente de su portador. En este caso, tus emociones, tanto positivas como negativas, nos alimentaron a ambos, pero al final tu mente decidió escucharme a mí, por lo que soy el dominante.

—¿Y se supone que él es mi instinto malo?

—Chris —dijo el otro sujeto con un tono más calmado—, no le prestes atención, yo me encargaré de todo. Solo tienes que arrancarme este maldito bozal.

—¡No lo hagas! —insistió Igmis—. Es por tu propio bien.

—¿Qué puede pasar si lo libero?

—Le darás la libertad de utilizar tu cuerpo a su antojo, no podrás controlar la mayoría de tus acciones y corres el riesgo de lastimar a tu familia.

—¿Familia? —solté una carcajada sarcástica—. ¿Ya se te olvidó? Mi madre está muerta y mi padre es un grandísimo idiota. ¿Qué puedo perder?

—Tienes toda la razón —asintió el Chris del bozal.

—Tal vez a Eve.

Al escuchar esto, se borró la sonrisa de mi rostro y recordé varios momentos que había vivido junto a ella. En especial aquel día en la fiesta de Albert, cuando la vi llorando por primera vez.

En seguida, sentimientos de tristeza, culpa e inseguridad me invadieron, a la vez que sentía cómo una cantidad importante de fuerza era extraída de mi cuerpo.

A duras penas, alcé la vista, y noté cómo mi otro yo sonreía cínicamente, como si mi sufrimiento lo alimentara.

—Vamos, Chris, ¡libérame y no te dejaré sentir más dolor!

—¡No! —exclamó Igmis, sacudiéndome por los hombros—. No pienses en nada negativo, eso solo te debilita.

—¿Entonces qué se supone que haga? —gruñí.

Sin decir nada, Igmis colocó su mano en mi pecho, me miró fijamente a los ojos, e hizo que observara varios de mis recuerdos felices. Aquellas tardes de mi infancia viendo películas con mamá, las presentaciones de mi antigua banda, la primera vez que besé a Eve, e incluso cuando dormimos abrazados en el sofá.

Esto pareció afectar al sujeto del bozal, que se llevó las manos a la cabeza, al mismo tiempo que sus tatuajes perdían un poco de color. Acto seguido, rugió con furia, apretó los barrotes y su mirada gélida se encontró con la mía...

Ahora me encontraba en el medio de un largo pasillo con paredes y suelo de piedra, y el techo estaba descubierto, de modo que podía contemplar el cielo nocturno sin problema. No obstante, antes de tan siquiera poder moverme de mi sitio, escuché aullidos a mis espaldas, y vi cómo una manada de al menos nueve lobos negros venía corriendo en mi dirección.

Sin dudarlo ni un segundo, materialicé una enorme bola de fuego en la palma de mi mano y la alcé a la altura del pecho, lo que, por fortuna, bastó para que las bestias se mantuvieran a una distancia prudencial de mí.

La escena cambió con brusquedad, y aparecí en un callejón oscuro que, por algún motivo, me transmitía la sensación de haberlo visto antes. Me giré en todas las direcciones, sin bajar la guardia ni un instante, y entonces observé cómo alguien caía al suelo.

La bola de fuego seguía en mi mano, así que decidí usarla para alumbrar mejor mis alrededores, y al acercarme al cuerpo, noté que se trataba de Eve. Era la misma visión que tuve aquel día. Además, desde las sombras, acechaba una criatura que...

—¡Reacciona, Chris! —gritó Albert, haciendo que saliera de aquel trance—. ¡Respóndeme! ¿Qué te pasa?




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