Under My Wings

18-. Linaje

Lunes en la noche:

Le di otra calada a mi cigarrillo y expulsé una espesa bocanada de humo por la boca. Suelo fumar en mayor cantidad cuando estoy bajo estrés, y para ese momento, estaba a punto terminarme la segunda cajetilla del día. A pesar de que ya habíamos podido comprar la casa nueva, aún debíamos traer nuestras cosas y seguir con lo planeado...

En ese instante, Luke interrumpió mis pensamientos al abrir la puerta y entrar a la estancia sin aviso.

—Te dije que Eve no podía quedarse sola —espeté al verlo—. Recuerda que tu misión principal es vigilarla pase lo que pase.

—Lo lamento, papá —bajó la mirada.

—Espero que no vuelva a ocurrir, lo que menos necesitamos es que se siga juntando con gente común —gruñí—. Como si ya no tuviéramos suficiente con el imbécil de Taylor.

—Ahora que lo mencionas, parece que ya no debemos preocuparnos tanto por él.

—Explícate.

—Al parecer, Evey tuvo problemas con Taylor esta mañana y ya ni siquiera se dirigen la palabra.

—Bah —me encogí de hombros—. Eso no nos da la garantía de que no puedan reconciliarse y volver a estar como antes. A lo sumo, es una solución temporal.

—Tienes razón —resopló.

—Como sea, ¿tienes la información que te pedí?

—Sí, aquí está todo —asintió, entregándome una gruesa carpeta amarilla con el título "Chris Taylor"—. Desde sus primeras vacunas hasta su expediente legal.

—Excelente, ¿ya revisaste si tiene antecedentes penales o alguna acusación en su contra?

—Sí —asintió el chico—, pero hace poco cumplió la mayoría de edad, así que su registro está limpio.

—Bien, entonces sigamos investigando, debe haber alguna forma de alejar a ese humano de Eve.

—En realidad, no creo que sea un humano común y corriente.

—¿Qué te hace pensar eso? —arqueé una ceja con curiosidad.

—Por su esencia, no es la misma que desprende una persona normal.

—¿Entonces crees que sea...?

—Sí, y no de los nuestros.

—¡Maldición! —exclamé—. Una cosa es deshacerse de gente común, pero cuando se trata de un Igmis, siempre tenemos problemas.

—¿Deshacernos de él? —una sonrisa se manifestó en el rostro de Luke.

—No intentes nada estúpido —le indiqué—. Si lo hacemos, debe parecer un accidente.

—Está bien —murmuró con resignación—. ¿Y qué excusa le darás al jefe si pregunta nuestros motivos?

—No necesito inventar excusas, debemos mantener nuestro linaje puro, y eso solo es posible al reproducirnos entre Eismis.

—Lo sé, padre, lo sé.

Dicho esto, el chico salió de la habitación y aproveché el momento para revisar la enorme carpeta llena de expedientes, solo para confirmar que ahí no se encontraba nada incriminatorio.

Varios cambios de colegio, especialmente en la secundaria. Su madre falleció en un accidente de tráfico y su padre estaba casado con otra mujer desde hacía años; tenía un vehículo a su nombre y heredó una casa tras la muerte de su progenitora. Además, poseía un promedio de notas bastante bueno.

Le di otra bocanada al Lucky Strike y comencé a analizar la situación con detenimiento, hasta tomar una decisión drástica: debíamos deshacernos de él. ¿La razón? Si esperábamos que todo siguiera su rumbo, Eve crearía una relación mucho más estrecha con él, y si eso ocurría, era probable que se pusiera de su lado, o peor aún, que ambos escaparan para estar juntos.

Sí, ya estaba decidido. Necesitábamos actuar de inmediato.

 

 

Eran aproximadamente las siete de la mañana del día martes. El plan de acción estaba hecho, y cada uno de los involucrados entendía cuál era su participación. Sin embargo, aún quedaba la parte más importante: llevarlo a cabo.

Ansioso, encendí el último Lucky Strike de la caja antes de coger el teléfono para llamar a Luke, pero justo antes de que pudiera marcar el número, este cruzó la puerta, y sin decir nada, se colocó su respectivo pasamontaña.

—Buenos días, papá —me saludó.

—Buenos días —respondí a secas—. ¿Hablaste con Mel?

—Sí, está a punto de llegar con las motocicletas.

—¿Se aseguró de remover las matrículas?

—Por supuesto, fue lo primero que hizo... —en ese momento, su teléfono comenzó a sonar—. Un segundo —se excusó, atendiendo la llamada con rapidez, y luego de intercambiar algunas frases cortas, se dirigió a mí—. Es él, ya está afuera con el encargo.

—Excelente —sonreí mientras me colocaba mi pasamontañas.

Acto seguido, salimos a la calle y nos acercamos a la vieja grúa que estaba estacionada frente a la casa. Esta traía tres motocicletas negras deportivas enganchadas en la parte de atrás, y en su interior, se encontraba la silueta bajita, robusta e intimidante de Mel.




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