Under My Wings

28-. Compañeros de entrenamiento

Al escuchar aquellas palabras, decidí evitar más problemas y subí a la camioneta por las buenas; después de todo, allí dentro se encontraba el doctor que me había ayudado cuando estuve en coma. Y si de algo podía estar seguro, era de que, si quisiera haberme hecho daño, lo habría hecho mientras estaba inconsciente.

A continuación, los sujetos que me habían ido a buscar volvieron al interior, cerraron las puertas y el vehículo comenzó a moverse.

—Parece que nos volvemos a encontrar, Taylor —dijo él con una gran sonrisa en su rostro.

—Era de esperarse —respondí, tomando asiento—. Me cuesta mucho pasar desapercibido.

—Apuesto que quieres saber para qué te vinimos a buscar...

—Puedo hacerme una ligera idea, pero sí.

—¿Recuerdas que la otra vez te mencioné algo acerca de los poderes mentales?

—Deja que adivine, hoy empezaremos el entrenamiento.

—Vaya, eres un chico listo.

—Eso lo entiendo, pero ¿por qué tanta seguridad y secretismo para venir a buscarme? Cualquiera pensaría que se trata de un secuestro.

—Simplemente es precaución —contestó—. Al fin y al cabo, no podemos ignorar el hecho de que huiste de nuestra base.

—Con todo respeto, la seguridad de allí es una mierda, cualquiera habría podido escapar sin muchos problemas.

—Generalmente, las personas normales no intentan escapar.

—Tengo alas de murciélago, ¿eso qué tiene de normal?

—Bien jugado, chico —soltó una carcajada—. Pero aun así no bajaremos la guardia.

—¿Entonces planean vigilarme todo el tiempo?

—Solo lo necesario, por tu propio bien —asintió, para luego señalar un edificio bastante viejo que se erigía frente a nosotros—. Parece que ya llegamos.

La camioneta se estacionó y los sujetos de antes se bajaron primero, para luego indicarnos que podíamos salir. Salí del vehículo, seguido por el doctor y me condujeron hacia la entrada del lugar. Allí, uno de los sujetos sacó una pequeña llave, la introdujo en la cerradura y esta cedió con un leve chasquido.

Entramos, y fui conducido a través de lo que parecía ser un laberinto de cajas apiladas, hasta que al fin llegamos al objetivo: un elevador de apariencia antigua. A pesar de la poca confianza que me inspiraba aquel artilugio, nos subimos y alguien marcó el botón de subida hasta la última planta.

—Creí que era una base subterránea —dije, rompiendo el silencio.

—Limítate a observar —dijo el doctor—. Aún queda la mitad del camino —las puertas del aparato se abrieron de par en par, e inmediatamente, reconocí el lugar. Aquí era donde me había conducido el elevador de la base.

El doctor tanteó una de las paredes del lugar, esta se hundió hasta dejar ver la espaciosa cabina transparente que había usado para huir con anterioridad; y una vez que estuvimos todos adentro, comenzamos a descender. Nuevamente, pude apreciar el peculiar paisaje subterráneo, hasta que finalmente llegamos a las instalaciones.

Una vez allí, los sujetos que nos habían acompañado se dispersaron por la base, dejándome a solas con el doctor. A nuestros alrededores, varios Igmis caminaban y charlaban entre ellos sin prestarnos la más mínima atención.

—Taylor, debo ir a trabajar —explicó el doctor—. Le pedí a una persona que te ayudara a entrenar, así que, por favor, asegúrate de estar en la zona de entrenamiento dentro de una hora.

—¿Qué se supone que haré hasta entonces?

—Puedes ir a tomar algo en la cafetería, o simplemente recorrer el lugar —se encogió de hombros—. Solo no intentes huir, hay cámaras en todos lados.

Me dio un fuerte apretón de manos, y después de despedirse, lo perdí de vista. Demonios, debí haber traído algún libro para entretenerme.

«Tal vez ir a tomar algo no sea mala idea», pensé, antes de ir a buscar la dichosa cafetería.

Atravesé la enorme recepción con paso rápido, y al otro lado de esta, hallé un amplio pasillo con al menos una docena de puertas que llevaban a distintas direcciones. Crucé la primera entrada que, por suerte, conectaba con la dichosa cafetería. Esta era bastante amplia, con un extenso mostrador de cristal, varias mesas a los alrededores y un cartel en la pared que rezaba: ''Se aceptan tarjetas de débito y crédito''.




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