Under My Wings

48-. Testarudo

Albert:

En cuestión de segundos y sin dar explicaciones, Chris desapareció por el pasillo junto a Eve. Ambos parecían estar bastante preocupados, y a juzgar por la situación, corrían peligro. Por mi parte, busqué cualquier cosa que pudiera servir como arma contra aquellos tres sujetos, pero por desgracia, solo encontré un atizador de chimeneas.

Haciendo acopio de toda mi valentía, empuñé el arma improvisada mientras que esperaba dentro de una habitación a que aquellos tipos se manifestaran. Al cabo de varios minutos, escuché cómo intentaban girar el pomo de la puerta, y al notar que estaba cerrada por dentro, optaron por romperla de un golpe.

La madera cedió con una facilidad pasmosa, y antes de darme cuenta, ya habían entrado a la habitación. Quise defenderme, y aprovechando un descuido de su parte, golpeé a uno de los sujetos con el atizador. Este impactó contra su espalda y se rompió por la mitad. El uniformado se giró hacia mí con una sonrisa malvada plasmada en su rostro e hizo amago de lanzarme un puñetazo. Sin embargo, el que vestía como doctor lo detuvo en seco.

—Tranquilízate —ordenó este último—. El chico puede cooperar por las buenas, ¿cierto? —me miró a los ojos.

—¿De qué hablan? —inquirí, sintiendo cómo un fuerte escalofrío recorría mi espalda.

—Estamos buscando a estos dos chicos —explicó uno de los uniformados, a la vez que sostenía una foto de Chris en su mano izquierda y una de Eve en la derecha—. Es urgente, ¿los has visto?

—Claro que no —titubeé—. No los conozco, ni nada por el estilo.

Los tres hombres intercambiaron miradas entre ellos, para luego bloquear la salida de la habitación. Al parecer, notaron mis nervios.

—Escucha, encontrarlos es una cuestión de vida o muerte para nosotros, así que no nos des más problemas de los que tenemos —advirtió uno de los uniformados, crujiendo sus nudillos.

—No sé de lo que hablan —tragué saliva—. Jamás los he visto.

—Sabes muy bien a qué nos referimos, y será mejor que hables ahora —insistió el doctor—. No tenemos tiempo ni paciencia para desperdiciar.

En ese preciso instante, se escuchó un fuerte golpe en el piso de abajo, y aprovechando la pequeña distracción, salí corriendo del cuarto. Crucé el pasillo a toda velocidad para llegar al comedor, y antes de que pudiera hacer nada más, los tres sujetos ya estaban allí.

—Veo que te gusta complicar las cosas —dijo uno de ellos—. En ese caso tendremos que hacerte hablar por las malas —agregó, caminando en mi dirección.

—¡No te acerques! —le advertí, tomando un candelabro encendido de la mesa y empuñándolo por el mango—. ¡Estoy armado!

—¿En serio? —soltó una carcajada y luego apagó la llama de un soplo—. Eso no te servirá de mucho.

Utilicé la mesa de comedor como barrera entre nosotros dos y registré todo con la mirada para conseguir alguna vía de escape. No obstante, cuando intenté correr hacia la única salida de la habitación, mi cuerpo no respondió. Estaba completamente paralizado.

No podía explicar el porqué, pero podía estar totalmente seguro de que estos sujetos eran los responsables de mi parálisis. Desesperado, contemplé cómo el doctor se acercaba a mí, y a continuación, sus cómplices me rodearon.

—No podemos llevarlo así como así —dijo uno de los uniformados, observándome con atención.

—Por eso no te preocupes, yo me encargaré —indicó el doctor.

En ese momento, sentí cómo los párpados me pesaban, y a pesar de mis esfuerzos por mantenerme consciente, el sueño me venció.

 

 

Abrí los ojos y noté que mi cuerpo estaba tendido sobre un áspero suelo de piedra. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero podía estar completamente seguro de que algo malo iba a pasar si no me iba lo antes posible. De inmediato, hice acopio de todas mis fuerzas e intenté ponerme de pie, pero me sentía tan debilitado que, segundos después, caí de espaldas contra el piso. Suspiré pesadamente y volví a intentarlo sin tener buenos resultados. Esto era más complicado de lo que creía.

En ese momento, escuché varios pasos que se acercaban a mi dirección, y con la poca energía que me quedaba, alcé la mirada. Frente a mí se hallaba el misterioso doctor que me había capturado, y a su lado, estaban dos uniformados.




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