53-. Sacrificio

Al abrir los ojos, noté que mi cuerpo yacía sobre el suelo de un lugar completamente vacío, donde todo era de color blanco inmaculado. A duras penas, logré ponerme de pie, y justo entonces observé cómo una enorme bola de fuego se materializaba frente a mí. Segundos después, Igmis salió de ella y dio un paso al frente.

—Buena batalla, Chris —me dio una palmada en la espalda—. Estoy seguro que ese idiota no se la esperaba.

—Gracias por prestarme tu poder, no lo habría logrado sin ti.

—No te preocupes por eso, fue un placer luchar a tu lado —colocó la mano derecha en su sien a modo de saludo militar—. Aunque temo que no podrá repetirse.

—¿De qué hablas?

—Tu cuerpo quedó destrozado después de esa explosión. No creo que haya oportunidad de recuperarte.

—¿Qué? —me llevé las manos a la cabeza—. Creí que acabaría con él.

—Y así fue, pero a pesar de que el otro Chris recibió la mayor parte del daño, tú quedaste irreconocible.

—¿Quieres decir que...?

—Desgraciadamente sí, estás muerto, y no hay nada que podamos hacer al respecto —negó con la cabeza, mientras que comenzaba a desvanecerse—. Fue un honor acompañarte en tu jornada.

—¡Espera, no te vayas! —intenté agarrarme de su chaqueta, pero esta se desvaneció casi al instante.

Cabizbajo, suspiré, y le eché un vistazo rápido a los alrededores, con la esperanza de hallar una salida. Entonces, a lo lejos, divisé una silueta, y sin nada que perder, caminé hacia allá. Poco a poco, pude notar que se trataba de un bosque, y que justo como la última vez, frente a este se erigía una enorme reja de color negro.

Me sentí tentado a entrar, pero recordé las consecuencias que esto tendría, y simplemente me limité a observar el paisaje. Unos enormes y frondosos árboles ocupaban casi todo el lugar, dejando apenas un pequeño sendero para recorrerlo. La luz del sol bañaba todo el bosque, y desde mi posición, incluso se podía escuchar el canto de los pájaros.

Todo se veía tan hermoso, y estaba justo allí, a mi alcance. Aunque, para poder acceder, debía pagar el precio máximo...

En ese momento, vi cómo Albert corría a través del sendero para llegar a mí. Se veía radiante, feliz, mucho más de lo que alguna vez estuvo en vida. Sus heridas habían sanado por completo, e incluso había dejado de utilizar lentes.

—Al, me alegra muchísimo verte, aunque no en estas condiciones —esbocé una amarga sonrisa—. Todo esto es mi culpa.

—No te lamentes, por una vez en tanto tiempo mi cuerpo está funcionando de maravilla. ¡Ya no necesito anteojos! —exclamó—. Ven conmigo, aquí no existen la tristeza ni el dolor, nada puede hacerte daño.

—¿Y qué hay de Brie? ¿Acaso no la extrañas?

—Más de lo que te imaginas, Chris —su mirada se ensombreció un poco—. Quisiera estar allí con ella, abrazarla una vez más y decirle que jamás quise abandonarla —se le borró la sonrisa del rostro—. Luego de mi funeral, se mudó a otra ciudad con su hermana, y siempre visita mi tumba para traer flores. Creo que a nuestras chicas les tomará un tiempo superarlo.

—Espera, ¿funeral? ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—He perdido la cuenta, solo sé que ya pasaron casi tres meses desde entonces.

—No puedo partir, simplemente no puedo —una lágrima se deslizó por mi mejilla—. Debo volver con Eve, necesito verla otra vez...

—Odio decírtelo, pero no hay forma de que vuelvas a la vida —me interrumpió—. Esa explosión destruyó cada parte de tu cuerpo y te hizo perder litros de sangre.

—Eso no me lo impedirá, encontraré alguna manera de hacerlo, siempre lo hago.

—No lo creo, amigo. Esta vez es muy diferente a las anteriores —negó con la cabeza, antes de irse por donde había venido.

¿Sería posible regresar junto a Eve, o solo se trataba de una ilusión? ¿Tan mal había quedado mi cuerpo luego de la explosión? ¿Debería cruzar la reja? Todas esas preguntas se acumularon en mi cabeza, causándome así una gran confusión.

Estaba tan concentrado, que no vi cuando mi madre se acercó a la reja. Ella, al igual que Albert, parecía encontrarse mejor que nunca, aunque con una simple mirada supe que me echaba de menos.