Under My Wings

5-. Instinto

Mientras me levantaba del suelo por milésima vez, alcé la mirada, y para mi sorpresa, observé cómo el sol empezaba a asomarse por el horizonte. Ya eran aproximadamente las cinco de la mañana, o incluso más tarde; y en unas tres horas debía entrar a clases. Tan rápido como pude, corrí de vuelta al auto, me puse la camiseta y pisé a fondo el acelerador.

Luego de unos pocos minutos conduciendo, llegué a casa, tomé un baño rápido, y me vestí a toda velocidad. En seguida, fui hacia la cocina, me serví un plato de cereal de chocolate, y al sentarme, observé que había un sobre en la mesa con mi nombre escrito en la parte de atrás. Esto no hizo más que despertar mi curiosidad, así que lo abrí, y de su interior, saqué una carta escrita con la inconfundible letra de mi madre.

"Si estás leyendo esto, significa que ya me fui de viaje. No hace falta que te preocupes, no tardaré mucho en volver. Lamento mucho no haberlo mencionado antes, pero hay una razón de peso para ello: iré con tu padre, y estoy segura de que, si te lo hubiera dicho, habrías hecho lo imposible para impedirlo.

Solo planeamos ir a resolver algunos trámites legales, y si es posible, volveremos antes del viernes. Por favor, cuida la casa, no salgas de noche y evita los problemas innecesarios.

Con amor, Mamá."

¿Trámites legales? Eso me preocupaba bastante, aunque no tanto como el hecho de que estuviera con el monstruo de mi padre. Si ese hombre la tocaba, podía darse por muerto.

Respiré hondo, intentando calmarme, y dejé la carta justo dónde la había encontrado. Acto seguido, desayuné con prisa, cogí mi mochila y conduje hacia la secundaria. 

 

Como de costumbre, estacioné cerca de la entrada, y bajé del auto justo a tiempo para encontrarme con una multitud considerable de personas que reía sin parar. Segundos después, pude ver a qué se debía la risa: James estaba cumpliendo su parte de la apuesta con un ajustado vestido de color negro y tacones azules.

Conteniendo la risa, me acerqué a él por detrás y le subí la parte trasera de la falda. El rubio intentó cubrirse de inmediato, y todos estallamos en carcajadas.

—¡Aféitate las piernas! —gritó un chico en tono burlón.

—Ese color de vestido te luce —sonreí de forma sarcástica, mientras que él seguía caminando cabizbajo—. Lástima que los tacones no combinen.

—Cállate, Taylor —masculló.

—Vaya, qué chica tan ruda —bromeé antes de irme. Me hubiera gustado verlo dar la vuelta entera a la secundaria, pero ya era hora de entrar a clase de matemáticas.

Aceleré el paso hasta llegar al salón respectivo, busqué un asiento al fondo, y una vez que estuve sentado en el pupitre, el cansancio de la noche anterior comenzó a pasarme factura; y tras varios minutos luchando conmigo mismo, me quedé dormido. 

Desperté cuarenta y cinco minutos más tarde, justo cuando la clase había terminado y mis compañeros salían del aula; así que, aún somnoliento, hice lo propio y fui al baño a cambiarme para la clase de gimnasia. Allí me coloqué un short con diseño de camuflaje, unos zapatos deportivos negros y una camiseta del mismo color que me quedaba algo ajustada.

En seguida, salí del lavabo, y atravesé la zona que conectaba las aulas con las instalaciones deportivas. Durante el trayecto, opté por cruzar el área de las piscinas para acortar algunos minutos de camino, y entonces noté que varias miradas curiosas se posaban sobre mí.

—¿Se les perdió algo? —espeté, al ver que ni siquiera se molestaban en disimular.

—A mí sí —dijo una de las chicas, mordiéndose el labio—. Está en tus pantalones.

—Buen intento, señorita, pero no me atraen las fáciles —respondí, antes de seguir mi camino.

Al llegar al gimnasio, observé que mis compañeros ya estaban calentando, y sin perder tiempo, me uní a la formación. Una vez que terminó la fase de calentamiento, el profesor tomó su tabla de apuntes, se colocó frente a nosotros y dio las nuevas instrucciones.

—Tal como les prometí hace semanas, voy a ayudarlos a prepararse para la evaluación final, por lo que en esta clase los chicos jugarán un partido de fútbol americano y las chicas uno de voleibol. Así de simple, ¿tienen alguna pregunta?

—¿Quién empieza? —preguntó alguien al fondo del gimnasio.

—Damas primero —respondió el profesor, esbozando una sonrisa maliciosa. Las chicas rezongaron, pero no tuvieron de otra que obedecer.

Rápidamente, se dividieron en equipos de cinco integrantes cada uno, y al sonar el primer pitido, iniciaron el encuentro. La verdad, es que fue algo mucho más corto y deficiente de lo que esperábamos; aunque nos entretuvimos viendo cómo la gran mayoría de ellas recibía balonazos en la cara, o se resbalaba en el suelo recién pulido.

Cuando al fin el marcador había alcanzado el puntaje máximo, llegó nuestro turno, e inmediatamente fuimos hacia el campo de fútbol, donde nos entregaron nuestros respectivos cascos, protectores genitales y hombreras.

Esto iba a ser un matadero.

Mientras terminaba de colocarme la protección, alcé la vista hacia las gradas, y para mi sorpresa, Eve estaba allí sentada, observándome de reojo. La saludé con la mano, y en seguida, vi cómo una pequeña sonrisa se manifestaba en su rostro.

«Hora de lucirte, Taylor», murmuré, devolviéndole la sonrisa.

El profesor arrojó una moneda al aire para decidir quién haría la jugada inicial, y esta les tocó a nuestros rivales, mientras que a mi equipo le asignaron ser defensivo. En resumen, el primer cuarto del juego transcurrió con mucha rapidez, y por suerte, solo nos anotaron veintiséis puntos.

Después de un breve descanso, sonó el pitido inicial del segundo cuarto, y esta vez les dimos mucha más resistencia, por lo que apenas lograron llegar a catorce puntos.

Le eché otro vistazo a la zona de las gradas, y observé cómo un chico rubio y delgado se le acercaba a Eve por el costado. Al ver que no pasaba nada más, decidí ignorarlo y continué centrado en el partido. Finalmente, pasamos ser ofensivos, y luego de una breve discusión, me dieron el puesto de Quarterback. Acto seguido, sonó el tercer pitazo.




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