Under My Wings

6-. Carta de explicación

Me quedé totalmente frío al escuchar aquellas palabras. Tenía que ser algún tipo de equivocación, o una broma de muy mal gusto.

Casi sin aliento, recosté la espalda de los casilleros y me deslicé hasta el suelo.

—Señor, ¿sigue allí? —preguntó la operadora.

—Sí, —respondí con un hilo de voz—, ¿qué fue lo que pasó? ¿Dónde está Edward?

—Según las cintas de seguridad, los frenos del vehículo fallaron, y este chocó de costado contra un enorme camión —explicó la operadora—. La señora Copeland falleció minutos después debido a sus heridas, y el señor Taylor sufrió fuertes contusiones, por lo que ahora se encuentra en el hospital, recibiendo asistencia médica.

—¿Hay más información al respecto?

—Eso es todo lo que hemos recopilado, pero los testimonios del señor Taylor y el conductor del camión coinciden con las cintas de seguridad —la mujer hizo una breve pausa—. Lamento mucho su pérdida.

—Gracias —se me formó un nudo en la garganta, y tuve que hacer un gran esfuerzo para seguir hablando—. ¿Dónde llevaron el cuerpo?

—Puede reclamarlo en la morgue de la ciudad, ¿sabe cómo llegar?

—Sí, gracias por darme el aviso.

Colgué el teléfono y metí la cara entre las rodillas. Traté de calmarme un poco, respiré hondo, y apreté los párpados con fuerza. No podía dejar que me vieran llorando.

—Esto no puede estar pasando —me mordí el labio para contener las lágrimas—. Necesito que alguien me despierte.

De repente, sentí cómo una delicada mano se posaba en mi mejilla, y al levantar la mirada, observé a Eve, agachada frente a mí. Me dedicó una sonrisa tímida, e inmediatamente intenté esconder el rostro. Sin embargo, ella lo impidió sosteniéndome la barbilla con sus dedos.

—¿Qué ocurre? —inquirió, viéndome a los ojos.

—No pasa nada, estoy bien —contesté, evadiendo su mirada.

—Chris, sé que no lo estás —negó con la cabeza—. Puedes contarme, ¿qué le pasó a tu madre?

—¿Cómo sabes que le ocurrió algo a mi madre?

—Esto... —se quedó pensativa por unos segundos—. No lo sé, solo es intuición femenina —guardamos silencio por los unos cuantos segundos, y finalmente, decidí contarle.

—Tuvo un accidente y... —dejé la frase incompleta, y respiré hondo para contener un sollozo—. Debo ir a reclamar el cuerpo.

—Lo siento mucho, Chris —tomó mi mano—. De verdad lo siento —bajó la mirada—, pero me preocupa que conduzcas solo y en ese estado, ¿alguien más irá contigo?

—No, nadie más sabe lo que ocurrió.

—Entonces te acompañaré, no quiero que te pase nada malo.

—Estoy bien así, gracias —fingí una sonrisa.

—Chris, sabes que no lo estás. Déjame acompañarte.

—¿No tienes que entrar a clases en un rato? —intenté disuadirla.

—No te preocupes por eso, luego me las arreglaré —lo último que quería hacer en aquel momento era discutir, así que me limité a acceder de mala gana, cogimos nuestras cosas y subimos al auto.

 

 

Conduje todo el trayecto a la morgue sin decir ni una sola palabra, con los ojos fijos en la carretera. Simplemente quería desvanecerme, huir lejos de la realidad.

Al llegar a nuestro destino, estacioné en el primer puesto libre que vi, y le pedí a Eve que me esperara dentro del vehículo; a lo que ella me dedicó una pequeña sonrisa y se limitó a asentir. Cabizbajo, entré al lugar, e inmediatamente fui atendido por el recepcionista, un hombre mayor de baja estatura, quien tomó mis datos, y me condujo hacia el interior de la morgue. 

—Si necesitas algo, estaré en la recepción —dijo antes de irse.

Hasta entonces, tenía la esperanza de que todo resultara ser una completa farsa, de que, al volver a casa, mamá estaría allí, esperándome. Sin embargo, al observar su cuerpo sobre esa fría camilla metálica, supe que era real. Muy real.

—¿Por qué? —apreté los puños con fuerza—. ¿Por qué tú?

Su piel estaba pálida y llena de enormes hematomas, la expresión de su rostro era completamente neutral y tenía los ojos cerrados como si se hubiera quedado dormida; a su vez, algunos mechones de cabello castaño le caían sobre la frente. 

Me acerqué a ella con lentitud, y entonces, varios recuerdos invadieron mi mente: el día después de que papá nos abandonara, cuando me encontró llorando en una esquina de mi habitación, y a pesar de que se encontraba mucho peor que yo, me abrazó mientras repetía que todo iba a estar bien. Todas las veces que dejó de dormir para cuidarme cuando estaba enfermo. E incluso aquella vez en la que mi padre se negó a darnos dinero, solo quedaba suficiente comida para uno de nosotros, y aunque se estaba muriendo de hambre, prefirió sacrificarse para que no me fuera a dormir con el estómago vacío.




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