Under My Wings

15-. Eismis

Eve:

Me encontraba en el baño, retocándome el maquillaje frente al espejo; cuando, de repente, mi teléfono comenzó a sonar, y al ver que se trataba de Luke, contesté con enojo.

—¡No me apresures! Ponte a leer algo y espera que termine —reclamé.

—No llamo por eso...

—Entonces, ¿qué ocurre?

—Alguien me atacó mientras estaba desprevenido, y desperté en el fondo del bosque —gruñó.

—¡Oh, por Dios! ¿Estás bien? —guardé el estuche de maquillaje en mi bolso y caminé hacia la salida del sanitario—. Espérame, iré a buscarte.

—No te molestes, enana, puedo llegar por mi cuenta.

—Sabes que odio cuando me llamas así —resoplé—. ¿Al menos pudiste ver quién lo hizo?

—Sí, fue el idiota de Taylor.

—Él... —mascullé—. No creo que haya llegado tan lejos.

—Lo hizo, estoy totalmente seguro de lo que vi.

—Chris...

—Oye, enana, debo colgar —dijo Luke entre quejidos—. Si no empiezo a caminar ahora, dudo mucho que llegue a casa antes del anochecer.

—Bien —asentí—. Ten cuidado.

—Tú también, y por favor —agregó en tono de súplica—, no dejes que mi padre se entere de lo sucedido.

—Hecho —fue lo único que alcancé a responder antes de que la llamada se desconectara.

Dicho esto, guardé el teléfono en el bolsillo derecho de mi pantalón, salí del local, y con las palabras de Luke resonando en mi mente, tomé un taxi directo a casa.

Simplemente no podía creerlo. A pesar del mal carácter de Chris, no lo creía capaz de atacar a alguien sin motivo. Aunque pensándolo bien, ambos habían tenido sus diferencias durante la mañana, y tal vez uno de ellos quisiera terminar la pelea...

—Ya llegamos, señorita —la voz ronca del taxista interrumpió mis pensamientos—. Serán diez dólares.

—Oh, disculpe —me excusé, a la vez que abría la cartera y le entregaba el dinero—. Aquí los tiene.

—No hay problema, que tenga buenas noches.

—Gracias, igualmente —contesté bajando del auto.

Saqué mis llaves, introduje una de ellas en la cerradura y abrí la puerta de la casa. Acto seguido, entré, cerré con pestillo, y como de costumbre, arrojé el bolso sobre el sofá. Sin embargo, esta vez noté algo distinto en el ambiente. Alguien había entrado.

Inmediatamente, materialicé una estalactita en la palma de mi mano y subí las escaleras con sigilo, atenta a cualquier movimiento sospechoso. Luego, le eché un vistazo al pasillo, y al ver que la única puerta abierta era la de mi cuarto, me dirigí hacia allá, solo para notar que mis cosas estaban regadas por todo el lugar.

¿Sería un intento de robo? Rápidamente, metí la mano bajo la cama, saqué una bolsa negra, y después de contar el dinero en su interior, vi que no faltaba nada.

Reabsorbí la estalactita malhumorada, y comencé a ordenar el lugar mientras pensaba en una posible explicación para aquel desastre. ¿Luke? ¿Papá? Imposible, ellos nunca tocaban mis pertenencias.

Varias ideas llegaron a mi mente, cada una peor que la anterior, hasta que al fin alcé la mirada hacia el techo, donde se hallaba un gran pendón en el que aparecíamos Chris y yo de espaldas, tomados de las manos, y con la silueta de nuestras alas dibujada en lo que parecía ser niebla. Por supuesto, todo esto era su culpa.

Tras terminar de reordenar mi habitación, me coloqué ropa un poco más cómoda y me dejé caer sobre la cama para descansar un rato; pero entonces, sentí algo incómodo sobre la almohada, y entonces, me encontré con una breve nota: "Tus celos, mi ira, eres el eje por el que mi mundo gira. Eve Valentine, te necesito". Sonreí involuntariamente al leerlo. Chris podía llegar a ser un gran cretino, aunque por algún motivo, eso me gustaba.

De repente, sentí cómo alguien abría la puerta de la habitación, por lo que escondí la nota bajo mi almohada y tomé el libro de álgebra que yacía sobre la mesita de noche. Luego, levanté la mirada, intentando parecer impresionada, y mis ojos se encontraron con los de mi tío.

Con tanto ajetreo había olvidado que, desde hacía un par de días, él y Luke se estaban quedando a dormir aquí. Al parecer, estaban haciendo el papeleo para comprar una casa nueva, y no podían permitirse pagar un hotel.

Típico de ellos. Se mudaban a cada rato, y cuando finalmente ambos se adaptaban al nuevo lugar, volvían a mudarse.

—Evey —me saludó con la mano—. ¿Puedo pasar? Te traje algo de beber.

—Claro, pasa —asentí, forzando una sonrisa.

—Gracias —me entregó un vaso con soda—. ¿Qué tal tu día? Espero que Luke no te haya causado problemas.

—Estuvo bien —mentí, dándole un trago largo a mi bebida—. Luke se portó bien todo el tiempo.




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